De armas y pobreza
Los gastos de EE.UU. se incrementaron un 0,7 por ciento, hasta alcanzar los 877 mil millones de dólares, mientras que los de Rusia pudieron crecer un 9,2 por ciento, alcanzando los 86 400 millones de dólares
Una nefasta noticia procede de la capital sueca, donde tiene su sede el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI). La importante institución investigadora ha precisado que los gastos mundiales en armamentos durante 2022 han alcanzado los más altos niveles en los últimos ocho años, nada menos que 2,2 billones de dólares, el 2,2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del orbe, con un crecimiento del 3,7 por ciento. En ellos sumaron fuertemente los países europeos.
Nada cambió en cuanto a cuáles son los países que encabezan la lista de los más gastadores: Estados Unidos, China, Rusia, India y Arabia Saudita, a los que corresponde el 63 por ciento de ese derroche, toda vez que fabricar armas no aporta nada a las producciones que satisfacen las necesidades de la Humanidad, pero al mismo tiempo constituyen los instrumentos de la destrucción y la muerte en un mundo donde el desequilibrio y los enfrentamientos son el "pan de cada día" que no alimenta.
Aunque la tendencia al armamentismo es habitual, el informe del SIPRI señala como responsable de este crecimiento de los presupuestos militares a la operación militar rusa en Ucrania, lo que puede ser obvio. Sin embargo, no es el único conflicto armado en el mundo y está claro que Estados Unidos y las naciones que le siguen en el llamado mundo occidental achuchan otros encontronazos que también reactivarían su economía con los gastos militares, como es el caso de las provocaciones contra China.
VEA TAMBIÉN: Lavrov: Operación militar especial en Ucrania, única opción de Rusia
Los gastos de EE.UU. se incrementaron un 0,7 por ciento, hasta alcanzar los 877 mil millones de dólares, mientras que los de Rusia pudieron crecer un 9,2 por ciento, alcanzando los 86 400 millones de dólares, y en la Unión Europea los más altos fueron Finlandia, con un 36 por ciento y recién incorporada a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); Lituania, con un 27; y Suecia con un 12; así como Polonia con un 11, dijo Telesur al citar el informe de SIPRI.
En contraste con este gasto, no solo improductivo, sino destructivo, los informes de la Organización de las Naciones Unidas hablan del gran problema de la humanidad, que el organismo internacional pretende a duras penas darle solución para el 2030: la pobreza y el hambre.
El Informe de las Naciones Unidas sobre las cifras del hambre en el mundo aumentaron hasta alcanzar los 828 millones de personas en 2021. Ello significaque hay 46 millones más desde 2020 y 150 millones desde la pandemia de la COVID-19.
Cómo ha impactado la actual inflación que consume al mundo que no puede casi consumir está todavía por ver en las estadísticas, pero sí deja a diario vacías o sin lograr lo necesario a muchas mesas, y por consiguiente los estómagos, con una cada vez más creciente inseguridad alimentaria y malnutrición.
La FAO sustenta que alrededor de dos mil 300 millones de personas en el mundo (29,3 por ciento) se encontraban en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave en 2021; esto es 350 millones de personas más que antes del brote de la pandemia de la COVID‑19. Cerca de 924 millones de personas (el 11,7 por ciento de la población mundial) afrontaron niveles graves de inseguridad alimentaria, lo que supone un aumento de 207 millones en un intervalo de dos años.
Sin embargo, la distribución geográfica no está precisamente en esas áreas de las riquezas desperdiciadas, aunque su población también sufre las consecuencias de la inflación con una disminución de sus niveles de vida.
Más de la mitad de las personas hambrientas viven en Asia y más de un tercio en África subsahariana. En América Latina y el Caribe se concentra el 7,4 por ciento de la población mundial que sufre hambre.
Agregue a este panorama de injusticia extrema que la pobreza no solo afecta la alimentación. Más del 50 por ciento de las personas pobres carecen de electricidad y combustibles limpios para cocinar; casi el 40 por ciento no disponen de agua potable y saneamiento; y más del 30 por ciento tampoco tienen vivienda.
Entonces, cuando se bombardea en Europa o en Siria, se diezma al pueblo palestino en los territorios que el Israel del apartheid ocupa, cuando se atizan los conflictos en África o se aumentan las tensiones en Asia, los oligarcas de las industrias militares se llenan los bolsillos, mientras a un importante segmento de los terrícolas se les vacían los estómagos.