Estados Unidos: políticas trasnochadas en América Latina
La creciente presencia de China en la región aumentó los temores de Washington de perder más terreno en lo que ellos consideran su patio trasero, y por consiguiente tratan de revivir la ya maltrecha Doctrina Monroe.
La jefa del Comando Sur de Estados Unidos, generala Laura Richardson, es la abanderada de la política estadounidense para América Latina, y ya este año enseñó las uñas durante la Novena Conferencia de Seguridad Hemisférica en Miami.
Allí dejó ver el rumbo de la injerencia hacia los países de las Américas para enfrentar, entre otras cosas, la política China de cooperación hacia la región, la cual ofrece alternativas y ayudas que en nada se parecen a las de Washington.
La creciente influencia del gigante asiático en la construcción de infraestructuras críticas en América Latina, suscita preocupaciones en cuanto a la “seguridad nacional” y la integridad de los datos en la región, argumentos usados por EE. UU. para justificar su injerencia e intervención en el área, según el análisis de Laura Richardson.
La condecorada militar estima que las inversiones chinas, particularmente en el desarrollo de mega puertos, le están facilitando un acceso sin precedentes a los valiosos recursos naturales latinoamericanos y plantean un reto significativo para la seguridad de la información. Eso sin dudas, reta los intereses del gigante norteño.
“El primer mega puerto que hizo China en América Latina va a propiciar que extraigan todos estos recursos de la región”, mencionó Richardson en la apertura de la Novena Conferencia de Seguridad Hemisférica (HSC), resaltando la estrategia de Beijing de aumentar su presencia económica y estratégica a expensas de los intereses locales, o nejor los suyos.
“Por qué hay tanto enfoque en la infraestructura crítica en este hemisferio por parte de los chinos, nos preocupan las posibles aplicaciones militares que son controladas por el gobierno”, manifestó la jefa del Comando Sur a sus colegas de la región, aunque habría que preguntarse quien tiene más bases militares en la zona, si los chinos o los estadounidenses.
Sin dudas, Washington en voz de la militar está preocupado. “21 países de la región firmaron distintas iniciativas de acuerdos con China... es algo ordinario rubricar en esas iniciativa por millones de dólares para construir infraestructura crítica”, dijo Richardson.
El problema molestó tanto a los de la bandera de las barras y las estrellas que, durante un evento en diciembre pasado, cinco jefes de agencias de inteligencia y Richardson, abordaron los retos que representa la influencia china en la gobernanza y la infraestructura de los países latinoamericanos. Este enfoque colectivo en la ciberseguridad y la soberanía de los datos reafirma la importancia de ofrecer a los países opciones viables que no comprometan presuntamente su seguridad nacional.
“El hecho de tener seguridad para lograr la estabilidad económica, ... ambas van mano a mano. La seguridad económica es igual a la seguridad nacional”, aseguró Richardson cuando abordó un asunto en el que Washington quedó desnudo cuando se observan sus relaciones históricas hacia las Américas.
Los ejemplos no están lejos. El más reciente caso, Honduras, un país donde los estadounidenses disponen de importantes bases militares para sus planes de control militar en la región, y nada ajenas al golpe militar contra el presidente Manuel Zelaya en 2009.
La situación en Honduras no es un caso aislado, sino parte de un patrón más amplio de comportamiento diplomático de Estados Unidos en América Latina, donde intentan “maquillar” la doctrina Monroe.
En semanas y días recientes Honduras, donde hay una presidenta, Xiomara Castro, que le paró “los caballos” a la injerencia abierta de la embajadora de la Casa Blanca, Laura Dogu, está en marcha un programa desestabilizador para derrocar a un gobierno que el pueblo eligió en las urnas. Ese tipo de democracia no le gusta a Washington acostumbrado a imponer testaferros de su política en las Américas.
El canciller hondureño, Enrique Reina, denunció un intento de «golpe de barracas» que, según fuentes de inteligencia, estaría vinculado a recientes declaraciones de la embajadora Dogu.
La situación en el país centroamericano no es un caso aislado, sino parte de un patrón más amplio de comportamiento diplomático de la Casa Blanca en América Latina., según valoró un análisis del diario mexicano La Jornada.
Estos movimientos denunciados por los Gobiernos y organizaciones sociales se observan como una disposición que busca un aumento de las acciones de desestabilización contra aquellos gobiernos que no se alinean con los intereses de Washington.
Es evidente que el liderazgo de la presidenta Xiomara Castro, que inició un profundo programa de reformas sociales y políticas para refundar el Estado hondureño, devolverle su fuerza, reactivar la economía, impulsar la educación y garantizar la vida, la libertad y la paz no es del agrado de los vecinos norteños.
Desde que asumió el cargo, Castro comenzó una transformación de la situación que prevalecía en Honduras desafiando el statu quo apoyado por fuerzas externas. Hace muchos años, este país fue usado como trampolín de programas de armas por drogas en los que Washington estuvo metido hasta el cuello.
Pero, algunos análisis apuntan a que a “alquien” le molestó que los hondureños desafiaran a Estados Unidos y establecieran formalmente lazos diplomáticos con China en marzo de 2023 y marcaran una nueva era de diversificación en sus relaciones internacionales.
Según un informe de la televisora Telesur la transformación económica bajo el liderazgo de Castro no solo desafía las percepciones tradicionales, sino que también proporciona un contexto crucial para entender las tensiones actuales con Estados Unidos.
A medida que Honduras busca una mayor independencia económica y diversifica sus relaciones internacionales, se enfrenta a presiones externas que amenazan este nuevo camino de desarrollo.
Pero, antes fueron otros países. La Bolivia de Arce, el Ecuador de Correa, Venezuela, Colombia bajo Petro, y así una larga lista de naciones estables donde Washington sabotea, conspira y trata de revivir la maltrecha Doctrina Monroe.
En el caso hondureño hay evidencias, según dijo el ministro de Relaciones Exteriores Reina, en declaraciones al programa Frente a Frente de la televisión local de que la embajadora Dogu está implicada con militares golpistas para sustituir del puesto al jefe de las Fuerzas Armadas, general Roosevelt Hernández.
Otros análisis abordan las andanzas estadounidenses por lo que aun consideran su patio trasero, entre ellos, uno del sitio nakedcapitalism.com, publicado el 3 de septiembre, donde se expone la posición de China y sus políticas que tanto molestan a la Casa Blanca.
El gigante asiático apoya firmemente la justa posición de los países latinoamericanos de oponerse a la injerencia extranjera y salvaguardar la soberanía de sus naciones”, señaló el análisis al citar al portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Lin Jian.
“EE. UU. puede haber anunciado el fin de la Doctrina Monroe, pero el hecho es que, durante más de 200 años el hegemonismo y la política de poder, intrínseca a la Doctrina, está lejos de ser abandonada”, apuntó.
El hegemonismo y la política de poder de Estados Unidos son contrarios a la imparable tendencia histórica de los países latinoamericanos de mantenerse independientes y buscar la fuerza mediante la unidad, valoró la publicación.
Sin embargo, Washington se encuentra en una lucha desesperada por dar marcha atrás en América Latina después de que China emergió como un actor importante en la región, superando incluso a EE.UU. y a la UE para convertirse en el mayor socio comercial de Sudamérica.
Excluyendo a México, los flujos comerciales totales (importaciones y exportaciones) entre China y América Latina alcanzaron los 247 mil millones de dólares el año pasado, muy por encima de los 173 mil millones de Estados Unidos.
En resumen, es difícil para Estados Unidos contrarrestar la creciente huella del gigante asiático en su «patio trasero»; como señala un artículo del Latin American Post, la realidad es que, para muchos países latinoamericanos, China ofrece una alternativa diferente, y proporciona oportunidades de desarrollo y crecimiento sin las ataduras que conllevan la ayuda y la inversión estadounidenses, según valoró el informe de nakedcapitalism.com (in-rare-intervention-china-urges-us-to-give-up-monroe-doctrine).
El atractivo del modelo chino es especialmente fuerte en una región que lleva mucho tiempo luchando contra el subdesarrollo y la desigualdad.
Para muchos líderes latinoamericanos el ascenso de China representa una oportunidad para liberarse del ciclo de dependencia y afirmar una mayor autonomía en sus políticas exteriores y económicas.
Este cambio es emblemático de un realineamiento más amplio en la geopolítica mundial en la medida que potencias emergentes como China desafían el tradicional dominio de EE. UU. en regiones como América Latina.
Como colofón se podría citar que la revista Foreign Policy publicó un artículo el año pasado en el que admitía que “el Monroeísmo -ya sea de nombre o como paradigma político implícito- está condenado al fracaso”.