¿Puede Donald Trump desatar todas las guerras que amenaza?
El mandatario se apoyó en su reputación durante su primer mandato como alguien dispuesto a ir hasta el final en la implementación de su política y sus decisiones, y ahora espera las reacciones para construir su política real en la próxima etapa.
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Presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Desde el primer momento de su regreso a la Casa Blanca, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lanzó una serie de medidas con capacidad de afectar a la mayoría de los países del mundo.
Sus amenazas variaron desde ocupaciones, como ocurrió con Panamá y Groenlandia, hasta sanciones económicas y aranceles que afectaron a Canadá, México, Colombia y China, además de intimidar a la Unión Europea.
Asimismo, intenta forzar el desplazamiento de refugiados a otros países (como los palestinos de Gaza y Cisjordania), y limitó de manera drástica la ayuda exterior, al punto de sugerir la posibilidad de terminar con la labor de la Agencia de Desarrollo Internacional de EE. UU. (USAID).
La política exterior de Trump se puede resumir en una frase: "Paga y recibirás". Pero, ¿puede Estados Unidos librar todas estas guerras?
Esta pregunta cobra legitimidad a la luz de lo sucedido en el mundo durante los últimos dos años, en los cuales Washington puso su peso económico y militar, junto con las capacidades de la OTAN, para apoyar al régimen de Volodimir Zelenski en Ucrania y a "Israel" en Gaza, y en ambos casos no logró la victoria esperada.
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De hecho, se ha visto obligado a negociar con organizaciones que clasifica como terroristas, como Hamas y Hizbullah, y envió a sus más altos funcionarios para ofrecer concesiones con la esperanza de detener la guerra en Líbano y Gaza.
En el ámbito económico, tan pronto como Trump anunció su intención de invertir 500 mil millones de dólares en inteligencia artificial, la respuesta china llegó a través de la empresa DeepSeek, que causó enormes pérdidas a las empresas de IA estadounidenses, con pérdidas de aproximadamente el 16 por ciento en el valor de las acciones de Nvidia.
A esto se suma lo logrado por China en el campo de la energía, en tanto se espera que para 2030 alcance el primer lugar mundial en producción de energía alternativa, especialmente energía eólica.
La respuesta simple y directa parece ser negativa: el mundo de hoy ha evolucionado económica y políticamente a un punto muy alejado de la hegemonía estadounidense, iniciada después de la Segunda Guerra Mundial, que se consolidó tras la caída de la Unión Soviética.
Con el inicio de la segunda década del siglo XXI, la economía china logró tasas superiores a las de su competidor norteño. Las cifras indican que la economía china creció un 67 por ciento entre 2013 y 2023 (de 9,62 a 17,7 billones de dólares), en comparación con un crecimiento del 59.9 por ciento en la economía estadounidense en el mismo período (de 16,84 a 26,94 billones de dólares).
Países como India y Brasil avanzaron hasta ocupar el quinto y décimo lugar en la lista de las economías más grandes del mundo. Los informes del Banco Mundial indican que el volumen del comercio mundial creció un 1,1 por ciento en 2023, impulsado por el crecimiento de las economías de ingresos medianos lideradas por India, donde el comercio exterior aumentó un 6,4 por ciento, mientras el comercio entre las economías avanzadas disminuyó un 2,2 por ciento.
Estados Unidos, al parecer, no puede resolver estas guerras ni militar ni económicamente. China y Canadá han impuesto nuevos aranceles en respuesta a las tarifas estadounidenses, Colombia se ha negado a recibir aviones de migrantes, y Panamá y Dinamarca han rechazado las amenazas de Trump.
Todas estas respuestas eran predecibles. Entonces, ¿por qué Trump abrió estas batallas, si no puede ganarlas?
El mandatario se apoyó en su reputación durante su primer mandato como alguien dispuesto a ir hasta el final en la implementación de su política y decisiones, y espera las reacciones para construir su política real en la próxima etapa.
Algunos países han respondido a las presiones de Trump, como Arabia Saudita, que habló sobre invertir 600 mil millones de dólares en la economía estadounidense; o Dinamarca, cuya ministra de Exteriores expresó la disposición de su país a otorgar a Estados Unidos ventajas de seguridad y económicas adicionales en Groenlandia, aunque reafirmó su rechazo a la idea de anexarla.
Por otro lado, Trump se basa en presionar a países menos desarrollados y aprovechar su sufrimiento económico para imponer opciones políticas con las cuales crear una imagen de victoria para las potencias coloniales que han sufrido derrotas consecutivas en sus guerras recientes.
Los países menos desarrollados enfrentan una disminución en las tasas de crecimiento económico, con cifras esperables del 1,8 por ciento en 2024 en comparación con el 4,6 por ciento en 2023, así como un aumento en sus deudas externas en relación con el PIB.
Por ejemplo, en Jordania la deuda externa representa el 114 por ciento del PIB, y en Egipto el 95 por ciento. Ambos países se ven amenazados por la política de detener la ayuda en caso de que no acepten recibir a los refugiados palestinos que Trump y Netanyahu planean desplazar.
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Un país como Jordania necesita endeudarse en 10 mil millones de dólares durante 2025 para cubrir el déficit de su presupuesto, de los cuales 3,5 mil millones de dólares son préstamos con garantías estadounidenses.
No obtener estos préstamos llevaría a Jordania a una nueva crisis económica que agravaría la situación económica en el país.
A pesar de las crisis que las políticas de Trump pueden imponer, todos los indicadores sugieren que pronto se verá obligado a retroceder en muchas de las amenazas y a sentarse a la mesa de negociaciones, ya que Estados Unidos no estará a salvo de las repercusiones negativas de la crisis económica mundial que surgirá a raíz de estas políticas.
Por otro lado, las políticas de Trump no pasarán sin respuestas severas de algunos países, como China, o incluso de la Unión Europea.
Los primeros pasos de este retroceso ya comenzaron, como las negociaciones con Venezuela para importar su petróleo a Estados Unidos, así como la suspensión de la imposición de aranceles a Canadá y México por un mes.
Frente a las políticas de Trump, los países deben resistir y buscar nuevas fuentes de crecimiento económico, así como tomar medidas en contra del uso del dólar, lo cual trasladaría la crisis al terreno estadounidense y obligaría a Estados Unidos a retroceder aún más en las políticas que intenta imponer a estos países.