Sayyed Hassan Nasrallah como lo amamos
Sayyed Hassan Nasrallah está ausente, pero la resistencia persiste. Lo sabemos con certeza, porque aprendimos en la escuela de Al-Sayyid que el martirio no es más que una medalla colgada en el pecho de un luchador, y que nuestro camino hacia la victoria no llegará a su final victorioso sin los mártires.
Las tareas más difíciles fueron el regreso a la escritura y hablar sobre un mundo en el que falta la presencia del Sayyed Hassan Nasrallah, pues, la dificultad no estaba en leer lo que ocurre a nuestro alrededor, ni en analizar los acontecimientos y sacar conclusiones, sino en ese momento en que me sentaba a esperar su aparición para escuchar de él: "La verdad está de tu lado" o "Aquí te equivocaste".
Cada partidario de la Resistencia tiene dos relaciones con el Sayyed Hassan Nasrallah: una relación pública, relacionada con la postura política, la situación sobre el terreno y las visiones para el futuro, y una relación personal que no se repite; la relación de un padre con sus hijos, donde cada uno lo ama a su manera y bajo sus propios términos, ve en él lo que no ven los demás hermanos, y cree que su relación con su padre es única, incomparable con cualquier otra en el mundo.
Su voz era la mano que acariciaba nuestros hombros en momentos de angustia, insuflándonos confianza y energía para seguir adelante con trabajo y firmeza. Nunca lo escuchamos dudando o quejándose, siempre lo veíamos sonriente, avanzando hacia su meta con pasos seguros de que iba por el camino correcto.
Sayyed Hassan Nasrallah partió, pero la Resistencia permanece. Lo sabemos con certeza, porque en la escuela del Sayyed aprendimos que el martirio es solo una medalla que se coloca en el pecho del combatiente, y que nuestro camino hacia la victoria no alcanzará su glorioso final sin los mártires.
El desaliento no se ha infiltrado en nuestros corazones y mentes porque Su Eminencia nos dijo que la desesperanza es para los débiles y los que carecen de voluntad.
La Resistencia y su líder nos enseñaron que somos fuertes, y que cuando lo deseemos, somos capaces de derrotar a nuestro enemigo en todos los frentes.
No soy de los que adoran a las personas, y el Sayyed Hassan no era un ídolo a adorar, sino una realidad palpable ante nuestros ojos y presente en nuestra conciencia.
Su grandeza radicaba en que era uno de nosotros. Un combatiente como todos los demás, un padre como todos los padres, y un hijo como todos los hijos.
Esa aureola que lo rodeaba no impedía que lo consideráramos un amigo personal, al que le contamos lo que nos agobiaba, esperando su consejo. Hizbullah, bajo el liderazgo del mártir Hassan Nasrallah, logró devolver la vida al movimiento de liberación nacional árabe, que algunos intentaron sofocar, convirtiéndolo en el líder de la confrontación histórica entre el colonialismo y los pueblos oprimidos, y el Eje de la Resistencia se convirtió en un referente para los movimientos de liberación global.
Fidel Castro fue el último de los grandes líderes que dejó este mundo, y creímos, o quisimos creer, lo que el imperialismo nos quería hacer creer, que realmente era el último.
Pero nuestra estrella había surgido en 1992, para brillar con más fuerza en el cielo de la resistencia en 2000, después de la liberación, y se consolidó como una estrella en el firmamento de la libertad, indicando el camino hacia la liberación después de la derrota del enemigo, en julio de 2006.
Como todos los grandes líderes que se opusieron a los proyectos coloniales, el enemigo intentó asesinarlo en más de una ocasión, intentando matar la leyenda en su cuna.
Sin embargo, la leyenda siguió creciendo y creciendo, hasta que el joven proveniente de Burj Hammoud se transformó en un líder internacional, y siguieron su ejemplo todos los hombres y mujeres libres del mundo, quienes lo consideran un modelo.
Por primera vez, desde el inicio del conflicto con el enemigo sionista, en su rol de brazo imperialista que invadió nuestra región para incorporarla al campo colonial, encontramos que la flecha de la confrontación se dirigía a nuestro favor.
Este enemigo, que ocupó Palestina en 1948 ante la mirada de los ejércitos árabes y con la ayuda de algunos de ellos, y luego continuó su misión de ocupar el resto de Palestina en 1967, pudo moverse libremente por tierras y cielos árabes, atacando Irak, Túnez, Líbano y Siria sin obstáculos.
Pero este enemigo fue detenido por el Eje de la Resistencia, dejándolo a "un pie y medio" de su objetivo, y le enseñó lecciones sobre la resistencia de los pueblos y su capacidad para tomar su destino en sus propias manos.
En cada paso de este viaje, la voz del mártir Sayyed Hassan Nasrallah fue la voz de todos los oprimidos y los revolucionarios, que crearon victoria tras victoria.
Después de que recuperáramos parte de nuestro equilibrio psicológico al ver los misiles iraníes surcando el cielo, alcanzando sus objetivos en instalaciones enemigas, lo único que restó de esa sensación de euforia fue el hecho de que ya no escucharíamos un discurso del Sayyed Hassan Nasrallah que nos asegurara la preparación de la Resistencia y sus planes para responder al ataque.
Como si el enemigo no hubiera aprendido la lección de la guerra de julio de 2006, sus ilusiones de que la Resistencia había caído lo llevaron a intentar infiltrarse en los territorios libaneses a través de los puntos de Al-Adisseh y Maroun al-Ras, para recibir una respuesta decisiva y así se cumplió la promesa del líder mártir, en cuanto a que una invasión terrestre sería una maldición para el enemigo, porque los resistentes estarían esperando para infligirle las mayores pérdidas posibles.
En la mañana del 27 de septiembre de 2024, la leyenda alcanzó la eternidad al elevarse el Sayyed Hassan al rango de los mártires.
Como todas las historias de héroes, contaremos la historia del Sayyed a nuestros hijos y nietos, y la escribiremos con la sangre de los mártires que hoy caminan por el camino del Señor de los Mártires de Jerusalén.
Dibujaremos su imagen en sus corazones, tal como él dibujó su imagen en los nuestros.
A lo largo del camino de la resistencia que él trazó, generaciones de combatientes marcharán hacia la liberación, y una tarde, cuando estos resistentes y revolucionarios lleguen a Jerusalén, el Sayyed Hassan será su líder, y esa generación escuchará las historias del mártir que nunca dudó de la inevitabilidad de la victoria.
Un niño se parará ante su tumba para decir: "Cumplimos tu promesa, oh Señor de la Resistencia, y eliminamos a ‘Israel’"