Kurila y sus socios: Ingeniería del caos y los mapas estadounidenses de Medio Oriente
El nuevo Medio Oriente no surgirá del Pentágono ni de Tel Aviv, sino de las calles de Gaza, las montañas del sur, los callejones de Bagdad, las llanuras de Saná, los valles de Saada y cada tierra que alguna vez dijo la palabra: No.
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Kurila y sus socios: Ingeniería del caos y los mapas estadounidenses de Medio Oriente
Medio Oriente ya no es solo un campo de batalla para guerras por delegación o proxy, sino un laboratorio abierto para la reingeniería de la geografía, la soberanía y las alianzas.
En el corazón de este laboratorio, se mueve el General Michael Kurila, no solo como comandante militar, sino como símbolo de una era donde el caos se presenta como estabilidad, y la ocupación se vende como solución a los conflictos.
Cuando un general estadounidense es convocado a las líneas de contacto en la región, no es solo un procedimiento militar, sino una declaración explícita sobre la transición de la estrategia de la amenaza a la ejecución.
El General Michael Kurila, comandante del Comando Central de Estados Unidos, ya no es solo un comandante de operaciones, sino que se ha convertido en el "padrino del caos controlado" en Medio Oriente, manejando los hilos del conflicto entre las capitales, y redibujando los mapas de fuego según los intereses de Washington y "Tel Aviv".
Su reciente declaración no fue solo un comunicado militar, sino un documento que expresa grandes transformaciones en la estructura de las alianzas militares y políticas en la región.
Aunque la temprana lectura presentada por el investigador estratégico Ahmad Ezz El-Din advirtió sobre la peligrosidad de la declaración, las realidades sobre el terreno y los cambios en los mapas de influencia nos obligan a presentar una lectura más amplia, que ve en esta declaración la punta del iceberg de un proyecto regional que está siendo reformulado con los guantes de la OTAN y el fusil de "Israel".
Una nueva alianza nace bajo los escombros
La relación entre algunos ejércitos árabes e "Israel" ya no es una mera coordinación de seguridad pasajera, sino que evoluciona hacia una integración estructural bajo un paraguas estadounidense, en el marco de lo que podría describirse como un nuevo sistema de seguridad construido sobre las ruinas del sistema regional árabe.
Esta alianza emergente reúne a partes extremadamente contradictorias: ejércitos oficiales, unidades especiales, mercenarios extranjeros, elementos reciclados de Al Qaeda y los Hermanos Musulmanes, todos ellos configurados dentro de una estructura en formación.
En Yemen, por ejemplo, el llamado "Ejército Nacional" está compuesto por oficiales emiratíes y saudíes, elementos de Al-Qaeda, y mercenarios entrenados en bases estadounidenses, todos moviéndose dentro de una visión supervisada por Kurila.
El peligro aquí no radica solo en esta concentración militar, sino en el desmantelamiento de la doctrina nacional de estos ejércitos, y su reformulación según las prioridades de la seguridad israelí, no según los intereses de sus pueblos.
De interceptar misiles iraníes a atacar Yemen
El peligro de Kurila no se limita a sus declaraciones o su ingeniería de alianzas, sino que se manifiesta en sus acciones directas sobre el terreno.
Dirigió la sala de operaciones que coordinó la respuesta colectiva de la OTAN y Estados Unidos a los misiles iraníes dirigidos contra la entidad sionista, en una escena sin precedentes de integración defensiva entre ejércitos occidentales e "Israel".
Y en Yemen, no estuvo lejos de los repetidos ataques que se dirigieron contra posiciones tanto del ejército yemení como de Ansar Allah, en lo que parecía ser un intento sistemático de debilitar cualquier fuerza que pudiera salirse de la órbita estadounidense.
Estos ataques, que llegaron bajo el pretexto de proteger los corredores internacionales, no fueron más que una cobertura para asegurar la hegemonía militar occidental sobre Bab el-Mandeb y el golfo de Adén.
Primavera estadounidense con fachadas religiosas domesticadas
La declaración de Kurila no está separada de un panorama político que está siendo rediseñado en los bastidores militares. Junto con las alianzas militares, existe un plan paralelo para resucitar la llamada "Primavera Árabe", pero esta vez con una producción estadounidense más evidente, y con fachadas religiosas híbridas que se asemejan en sus características a la fachada de Al-Golani en Idlib.
Los preparativos están en marcha para lanzar una ola política dirigida que parte de los países limítrofes, específicamente Jordania y Egipto, bajo las banderas de la reforma y la democracia, liderada por grupos islámicos funcionalmente modificados, que poseen un discurso religioso suave, pero que se alinean estratégicamente con Washington y "Tel Aviv".
Estos no son solo sustitutos de los regímenes, sino herramientas funcionales para remodelar el entorno político asegurando la continuidad del control occidental a través de nuevos agentes, exactamente como se está puliendo la imagen de Al-Golani como moderado, y como una fuerza que puede gestionar la etapa, a pesar de su historia sangrienta y su contexto operativo implicado.
No está lejos de esto la rehabilitación del movimiento Talibán, que se ha transformado a ojos de la administración estadounidense de un enemigo feroz a un posible socio, en una escena que refleja claramente que Washington no crea enemigos permanentes, sino que los emplea según sea necesario, siempre que cumplan dos condiciones: disciplina política y alineamiento geopolítico.
Del apaciguamiento a la amenaza
La declaración de Kurila vino cargada de mensajes entrelazados:
- Una clara tranquilización a "Israel" de que el paraguas occidental continúa y se intensifica
Una advertencia implícita a Irán y al eje de resistencia de que cruzar las líneas rojas se enfrentará a una respuesta colectiva. - Promoción del concepto de "estabilidad a través del control", es decir, imponer seguridad desde el exterior en lugar de construirla desde dentro.
Lo más importante es que Kurila se presenta como el padrino de un nuevo orden regional, que no tiene cabida para la resistencia, ni reconoce la voluntad de los pueblos, sino que es dirigido desde salas de operaciones transfronterizas, entrelazadas con los intereses del complejo militar-industrial estadounidense.
No hay nuevo Oriente Medio excepto barriendo los instrumentos de hegemonía y rompiendo a sus generales
La declaración de Kurila, con las señales que portaba, no es más que un nuevo capítulo en los episodios del caos estadounidense estudiado.
El hombre no habla solo el lenguaje del comandante militar, sino el lenguaje de quien controla los mapas de influencia y transformaciones.
Pero lo que escapa a sus cálculos es que los pueblos ya han experimentado esta destrucción antes, y pagaron su costo con su sangre, y no aceptarán su reproducción con nuevos nombres y fachadas. El cielo ya no es exclusivo de los aviones estadounidenses, ni la tierra está abierta sin resistencia.
El nuevo Medio Oriente no será dibujado desde el Pentágono ni desde "Tel Aviv", sino desde las calles de Gaza, las montañas del sur, los callejones de Bagdad, las llanuras de Saná, los valles de Saada, y cada tierra que alguna vez pronunció la palabra: no.
Las máscaras han caído, y los rostros del caos suave han sido revelados. Ya no se trata de la supervivencia de regímenes o el ascenso de grupos, sino de una batalla existencial que se libra sobre la conciencia de los pueblos y su derecho a la liberación.
Y así como resistieron los hijos del sur, el suburbio y Gaza, y como resistieron Saná y Saada, el momento de la verdad se acerca... y los mapas no volverán a ser como eran.