Cuba y los “influencers”
En el caso de Cuba, señala José Ernesto en su artículo, desde hace ya un tiempo una hemorragia de “influencers” han comenzado a ocuparse de la realidad de la isla, supuestamente para revelar alguna esencia del país, pero diciendo todos lo mismo.

La pobreza es una realidad, desgraciadamente, demasiado común en Nuestra América y en latitudes aún más lejanas. Sin embargo, muchas veces tiende a ser subrepresentada en los análisis mediáticos sobre la región, con la clara excepción de un grupo de países, como Venezuela o Cuba, donde, por el contrario, se potencia su representación, presentándola como claro síntoma del fracaso, siempre inevitable, del socialismo.
En el caso de Cuba, desde hace ya un tiempo una hemorragia de “influencers” han comenzado a ocuparse de la realidad de la isla, supuestamente para revelar alguna esencia del país, pero diciendo todos lo mismo.
Una excelente plataforma para observar esto que acabamos de apuntar pudiera ser Youtube. En esta gigantesca red social, en los últimos años, se han vuelto muy populares materiales cuyos contenidos fundamentales están relacionados con viajes y gastronomía. El enfoque predominante en estos audiovisuales es resaltar lo exótico de las diversas experiencias con las cuales se van confrontando los “youtubers”, desde platos típicos hasta intercambios culturales. La pobreza, cuando aparece, es solo un decorado, parte de la realidad descrita, como los edificios, los cafés, los puestos de comida callejera, etc.
Esto cambia totalmente cuando dichos productores de contenido vienen a Cuba. El foco del material pasa a ser entonces fundamentalmente político y lo turístico pasa a un segundo plano. Todos pasan a mostrarte "la realidad que la dictadura no quiere que veas" o "la verdadera realidad de una isla detenida en el tiempo" y todos afirman haber sido perseguidos y censurados de alguna forma, a pesar de que los contenidos que publican parecen contradecir esta afirmación: grabados en cualquier parte de La Habana o Cuba, con entrevistados que opinan lo que quieren, predominando, por supuesto, los que son críticos con el sistema.
Mientras en los recorridos por otras partes de Latinoamérica y el mundo privilegian la presentación de experiencias turísticas no pocas veces lujosas (un viaje en un tren de seis mil dólares el boleto, comida en buffets o restaurantes con facturas de más de cien dólares, estancias en resorts o playas paradisíacas) en el caso de Cuba se privilegia la estética de la pornomiseria, algo por demás para nada original, pues es la representación que ha primado en los medios hegemónicos por lo menos desde la década de los 90 del siglo pasado. Con este fin, los videos están llenos de vistas de barrios pobres, edificios derruidos, basureros y demás escenas de la cotidianidad de un país pobre del tercer mundo. La peculiaridad es que, en el caso de Cuba, estas escenas son, se afirma, pruebas del fracaso del proyecto político. Y, por supuesto, cuando graban en hoteles o restaurantes, se encargan de aclarar que esos no son lugares que suela visitar el pueblo cubano.
El popular "influencer" mexicano Luisito Comunica, con más de 44 millones de seguidores, estuvo en Cuba este 2025 y sacó un grupo de videos sobre la Isla, encabezados por un largo audiovisual inicial bastante básico en su exposición y con una alta carga política. Resulta interesante señalar que Luisito es famoso, entre otras cosas, porque sus materiales son bastante desprejuiciados, la comunicación es sencilla y amena y se evita hablar de política. Esto último se ha cumplido en materiales que van desde Uganda a Corea del Sur y desde Serbia hasta Perú.
Pero una de las reglas no escritas de la comunicación en plataformas hegemónicas es que hay un grupo de países que solo se pueden representar de ciertas maneras, bajo pena de sufrir shadowban (o sea, una reducción del alcance del perfil), denuncias de innumerables cuentas troll que pongan en peligro la propia cuenta del usuario o, directamente, la advertencia de la plataforma por considerar que tu contenido no cumple con las normas de la comunidad. Es el caso, por ejemplo, de Rusia, China, Venezuela, Nicaragua, la República Popular Democrática de Corea y, por supuesto, Cuba. Para hablar de estos países es importante que predomine la presentación negativa, según parámetros férreamente pre establecidos.
En el caso de Cuba, estos parámetros se pudieran resumir, grosso modo, en los siguientes: la sobre representación de la pobreza, darle voz solo a un sector específico del pueblo cubano crítico o contrario al proyecto, el discurso de la dictadura y la represión y cero mención al Bloqueo norteamericano.
De no cumplir a pie juntillas estas reglas, el creador podría tener que afrontar, además de las consecuencias antes señaladas, los ataques de innumerables cuentas verdaderas o troll, que no aceptan otra visión de la isla que no sea la del discurso hegemónico. Una presión que no pocas veces logra sus resultados.
Retomando el ejemplo de Luisito Comunica, uno de los videos que publicó en esa serie sobre Cuba fue sobre la comida callejera en La Habana, algo que es común dentro de los materiales que produce. Para ello consumió, entre otras cosas, varios dulces que forman parte del cotidiano del pueblo de Cuba. Probó los que nombramos "coquitos", por estar hechos con dulce de coco, los "churros", de harina de trigo frita con azúcar y leche condensada y un “bocadito de helado”, algo que se vende y se consume en todos y cada uno de los barrios de Cuba.
Al poco tiempo una avalancha de comentarios en el vídeo afirmaba lo contrario. Y esos dulces pasaban a ser, en ese discurso, extraordinarios privilegios de una élite, al igual que el “guarapo”, jugo de la caña de azúcar y las económicas "pizzas de queso", hijas del ingenio popular y muy consumidas por el pueblo. La lógica es clara. Para la narrativa hegemónica no basta presentar la realidad de un país, incluso una tan golpeada como la de la Cuba actual, sino que hay que presentar una “verdad” que complemente y desarrolle la narrativa única sobre la isla. Aunque pagó el peaje ideológico, Luisito no se apegó estrictamente a la narrativa y pagó un precio por ello. Como resultado de las presiones, poco tiempo después de publicado el video mencionado, publicó otro pidiendo disculpas y lamentando haber herido la sensibilidad del pueblo cubano que pasaba hambre. Algo que, por demás, nunca antes ha hecho a pesar de visitar algunos de los países más pobres del mundo.
Por supuesto, el caso de Luisito no es único ni es el peor. Su representación de Cuba fue incluso decente, en comparación con otros youtubers menos influyentes, como el español JDalmau, por poner otro ejemplo. Este discurso de los "influencers" complementa la educación ideológica que dan los medios hegemónicos, para conformar en la mente de jóvenes y no tan jóvenes una sola verdad: la única pobreza que debe ser representada es la del socialismo. Así, se invisibiliza el sistema, se esconden sus efectos y se forma una perspectiva totalmente injusta y negativa de la realidad de un país como Cuba.
En este verde caimán de 10 millones de personas tenemos, sin dudas, extraordinarios retos políticos y económicos que sortear, empezando por el inmoral e ilegal Bloqueo estadounidense. Tenemos pobreza, contradicciones, un proyecto de justicia social golpeado por la crisis y que hay que salvar a cualquier precio y también tenemos paisajes hermosos, gente noble, cálida y buena, el mejor tabaco del mundo y el mejor café que se cuela en largas y amenas charlas. Tenemos una cultura vibrante, una historia de lucha, bailadoras y bailadores extraordinarios, un humor muy propio, desacralizador e irreverente y una forma estruendosa de reír que se hace notar en cualquier parte. Tenemos apagones y corrupción y tenemos también una solidaridad inmensa, que ha salvado innumerables vidas en el mundo. Cuba, como cualquier país, tiene sus luces y sus sombras, pero dista mucho de esa representación maniquea totalmente negativa.
Esta es la isla de la cuál Nicolás Guillén dijera: "¡Ay Cuba, mi voz entrego/mi corazón te entrego!". La isla de Martí, de Fidel, del Che, del Benny, de Bola de Nieve, de Wifredo Lam, de Haydee Santamaría, de Fina García y tantas y tantos cubanos extraordinarios. La isla de “¡Patria o Muerte!” que desde hace más de 67 años le planta cara, a un precio altísimo, al imperialismo estadounidense. Pero eso nunca te lo dirán los medios hegemónicos y la sobreabundancia de “influencers” que reproducen el pensamiento único neoliberal. La verdad, como en el mito platónico de la caverna, es una búsqueda que comienza verdaderamente cuando le damos la espalda a las múltiples representaciones que quieren hacernos pasar por la realidad.