El lobby sionista
El “lobby israelí” está conformado por tres grandes organizaciones: el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-"Israel" (AIPAC), Cristianos Unidos por "Israel" (CUFI) y Conferencia de Presidentes de las Mayores Organizaciones Judías de los Estados Unidos (CoP).
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El lobby sionista.
“Israel”, en el estilo irresponsable que le es habitual, ha iniciado una nueva escalada de graves e impredecibles consecuencias en la región de Asia Occidental. Su ataque a instalaciones del programa nuclear iraní, así como a infraestructuras civiles y militares de este país, sumado a la contundente respuesta de la nación persa, ha llevado la tensión a niveles sumamente peligrosos.
En este contexto, Estados Unidos, principal aliado y garante del régimen sionista, ha anunciado un mayor despliegue de tropas y equipos en la región, sin definir aún con claridad si pretende sumarse en la escalada del lado israelí o generar una presión que permita desescalar el enfrentamiento.
Con su retórica habitual, Trump ha salido a justificar cada una de las acciones de su corrupto, violento y genocida aliado, al tiempo que lanza amenazas contra el líder supremo de Irán y le exige a este país una “rendición incodicional”. Desde diversos niveles del espectro político norteamericano, otras voces también reivindican “el derecho de “Israel” a defenderse”, sin importar que este estado sea quien originó la agresión.
Para entender la complicidad constante entre Washington y "Tel Aviv", entre el estado profundo a diferentes niveles en Estados Unidos y los intereses geopolíticos de las élites israelíes, es preciso internarse en el entramado de organizaciones, grupos de presión e intereses individuales que conforman el denominado “lobby israelí” dentro de la política norteamericana.
Los sionistas aprovechan la permeabilidad del sistema político norteamericano donde, con suficiente dinero, es posible poner a parte de la clase política dirigente, sea del partido que sea, al servicio de una misma agenda. Y esto no es corrupción, es perfectamente legal, siempre y cuando se declare públicamente el origen de los fondos que financian la carrera política de cualquier candidato a cualquier nivel.
Actualmente, el “lobby israelí” está conformado por tres grandes organizaciones: el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-"Israel" (AIPAC), Cristianos Unidos por "Israel" (CUFI) y Conferencia de Presidentes de las Mayores Organizaciones Judías de los Estados Unidos (CoP). Estas organizaciones han desarrollado un entramado de influencias que comprenden no solo el congreso y el senado, sino incluso la Casa Blanca y el Pentágono. Su influencia y poderío es tal que el AIPAC, el más grande e influyente de todos, fue incluido en 1997 por la revista Fortune en segundo lugar en su “lista de poder político”. En 2005, el National Journal lo ranqueó en otro listado de influencia y poder político también en segundo lugar, solo detrás de las Asociación Americana de Personas Retiradas.
Mediante su influencia política, económica y mediática este lobby controla no solo la política exterior hacia el estado de “Israel”, haciendo muy costoso para cualquier político salirse de esta línea, sino que además tienen una marcada influencia sobre el discurso mediático en torno a las acciones del ente sionista, promoviendo varios de los mitos centrales del imaginario político norteamericano y occidental sobre la entidad sionista, entre ellos el de un pequeño país rodeado de enemigos existenciales, que no hace otra cosa que defenderse.
Este lobby no es una institución reciente dentro de la política norteamericana. El historiador judío Ilan Pappe ha documentado desde el siglo XIX la existencia de grupos de presión parlamentarios y organizaciones de defensa de los intereses de la minoría judía dentro del país. Con el ascenso del sionismo como ideología política muchos de estos grupos fueron evolucionando, hasta adquirir un carácter muy similar al actual luego de 1948, con el surgimiento violento de “Israel”. Su programa, desde entonces, ha estado orientado a blanquear ante la opinión pública internacional el programa colonial, racista y genocida de esta entidad, al tiempo que se garantizan los cuantiosos recursos económicos necesarios para preservar su existencia y desarrollo.
Actualmente el “lobby israelí”, particularmente el AIPAC, no está ni siquiera entre los veinte mayores donantes dentro de la política norteamericana. En 2024, por ejemplo, gastaron unos 2,7 millones de dólares, frente a los 84 millones gastados por la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios, los 11 millones de Unilever o los 25 millones que invierte una nación como Arabia Saudita en hacer lobby en los Estados Unidos. Sin embargo, a pesar de las relativamente modestas cifras, hay consenso entre los expertos respecto a la desmedida influencia de este lobby en lo tocante a dos temas fundamentales: la política exterior de Estados Unidos en Asia Occidental y su política hacia “Israel”.
La actual administración norteamericana, como todas las anteriores, tiene estrechos vínculos con el “lobby israelí”. Miriam Adelson, millonaria originaria de "Tel Aviv", donó a la última campaña presidencial de Trump unos 100 millones de dólares. Paul Singer, otro magnate pro-sionista, donó por su parte otros cinco millones a la campaña del republicano. Otros importantes cargos del gobierno tienen también amplios vínculos con el sionismo y su lobby. Es el caso, por ejemplo, de Pete Hegseth, el Secretario de Defensa, un cristiano sionista que tiene tatuada en el pecho la Cruz de Jerusalén y ha defendido en varias oportunidades la necesidad de una acción militar contra Irán. John Ratcliffe, director de la CIA, también ha expresado públicamente su apoyo a “Israel” y ha sido entusiasta con la idea de atacar a Irán.
El sitio Open Secrets reveló un listado de las figuras políticas que más se han beneficiado con donaciones del “lobby israelí” a lo largo de su carrera. La lista evidencia una inclinación republicana en los flujos de dinero del AIPAC y otras organizaciones en la actualidad. La lista la encabeza el senador Mitch McConnell (Republicano-Kentucky), quien ha acumulado 1,95 millones de donaciones de PAC pro-israel. Lo sigue el senador de origen cubano Ted Cruz (Republicano-Texas), con cerca de 1,87 millones acumulados. Solo en 2024 recibió de esta fuente 562 mil 593 dólares. El tercero en la lista es el actual Secretario de Estado (Republicano-Florida) y también de origen cubano, Marcos Rubio, quien acumula la modesta cifra de 1,01 millones en donaciones. A estos afortunados, los siguen los también senadores Tom Cotton (Republicano-Arizona) con 237 mil 077 dólares, Marsha Blackburn (Republicana-Tennessee) con 328 mil 148 dólares y Deb Fischer (Republicana-Nebraska) con 430 mil 658 dólares solo en 2024.
A pesar de todo lo dicho hasta aquí, resulta importante, antes de concluir, señalar dos elementos fundamentales. El primero es que el “lobby israelí” no es la expresión del conjunto de la población judía en Estados Unidos, sino de una parte de sus élites económicas. Por poner dos ejemplos, una encuesta realizada por Gallup en marzo de 2023 arrojó, por primera vez en más de 20 años, que los votantes demócratas tenían una mayor afinidad con la sociedad palestina (49 por ciento) que con la israelí (38 por ciento) y esto fue antes de los sucesos de octubre de 2023 y la escalada del genocidio sionista contra la Franja de Gaza. Otra reciente encuesta del Pew Research Center arrojaba que un tercio de la población judía estadounidense considera “inaceptable” la política que está desarrollando “Israel”, proporción que se eleva al 42 por ciento entre los menores de 35 años.
El segundo elemento que considero fundamental mencionar es que, a pesar de su desproporcionada influencia, no podemos considerar al “lobby israelí” como el arquitecto de la política exterior de Estados Unidos hacia la región de Asia Occidental. Dicha política es resultado, ante todo, de la agenda imperialista de los Estados Unidos y de sus intereses y sus aliados europeos occidentales en el control de los recursos y rutas de suministros que pasan por la zona.
La confluencia de la agenda imperialista anglosajona con la existencia del ente sionista de “Israel” como una base armada de avanzada que permite proyectar poderío militar y desestabilizar gobiernos en la región en dependencia de sus posiciones políticas, hace que la acción del lobby encuentre una caja de resonancia en los pasillos del poder político e imperial norteamericano.