Recientemente publicamos sobre la tendencia de los partidarios “pro-Israel” sionistas en Occidente a fomentar el odio racial y la islamofobia contra los musulmanes y el mundo islámico: resulta mucho más fácil que ganarse el cariño de la gente hacia “Israel”, tras el vuelco de la opinión pública mundial contra él a raíz de la limpieza étnica israelí en Gaza durante dos años, como lo documentó Caitlin Johnston, la periodista australiana independiente, basándose en la clara superposición entre fanáticos “pro-Israel” y promotores del odio a los musulmanes y la negación de la humanidad de los árabes.

Lo que Johnston no sabía entonces, y que algunos de sus lectores le señalaron después, es que el sitio Drop Site News, un portal confiable, publicó en septiembre de 2025 un artículo sobre un informe filtrado de una encuesta encargada por el Ministerio de Exteriores de la entidad sionista, que concluía, de hecho, que promover la islamofobia era la forma más eficaz de contrarrestar el vuelco de la opinión pública mundial contra “Israel”.

Una estrategia deliberada

Ryan Grim, de Drop Site, escribió: “La mejor táctica de ‘Israel’ para combatir (el vuelco de la opinión pública mundial contra ella), según la encuesta, es sembrar el miedo al ‘islam radical’ y al ‘yihadismo’, que siguen siendo poderosos actualmente”.

Y: “Enfatizar el apoyo de ‘Israel’ a los derechos de las mujeres y de las personas LGBT, mientras se despiertan temores sobre los planes de Hamás de ‘destruir a todos los judíos y propagar la yihad’, elevó el apoyo a ‘Israel’ en más de 20 puntos en cada país”.

Así pues, no se trata solo de una afinidad o convergencia de intereses entre racistas occidentales y sionistas: Johnston lo ve como una táctica real, deliberada y planificada. El ataque ruidoso y soez que hemos visto contra el islam y los musulmanes se lanza intencionadamente y de forma sistemática como una estrategia calculada.

La absurda paradoja de la reciente ola de histeria islamófoba antiislámica es que Estados Unidos, “Israel” y sus aliados son más sanguinarios y tiránicos que todo el resto del mundo junto.

La administración Trump está desplegando ahora el portaaviones más grande del mundo y buques de guerra en aguas del Atlántico frente a las costas de América Latina, donde se monta una nueva guerra fraudulenta contra el terrorismo, con ataques recurrentes y graduales contra embarcaciones que, según alegan, transportan “drogas y terroristas” supuestos.

Ni siquiera disimulan que en realidad se trata de preparativos para una intervención militar y un cambio de régimen en Venezuela, un gobierno que Washington ha tratado durante mucho tiempo de derrocar por sus enormes reservas petroleras y su negativa a plegarse al orden capitalista mundial.

¿Quiénes son los asesinos y los terroristas?

La coalición de Estados Unidos y sus vasallos hace cosas así constantemente. Declara guerras, bombardea países, aplica sanciones de hambre, organiza golpes, dirige conflictos por poder y se entromete en las elecciones de otros países, todo con el objetivo de lograr el control total del planeta. Esto se acepta como norma en Occidente, y a menudo la prensa occidental pasa por alto estas violaciones (¿sabías que Trump bombardeó Somalia más de 80 veces este año?), pero eso no hace que Estados Unidos y su alianza sean menos sangrientos y despóticos.

Johnston prosigue: día tras día se nos dice que debemos temer a los musulmanes, que, aun siendo alrededor de dos mil millones de personas en el mundo, siguen siendo mucho menos violentos y destructivos que la alianza estadounidense y sus satélites.

Según Johnston, los países musulmanes más violadores de derechos son cómplices de Estados Unidos en el crimen, como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, que apoyaron las masacres genocidas en Yemen entre 2015 y 2022. Los EAU financian ahora mismo atrocidades genocidas en Sudán.

El imperio estadounidense posee la estructura destructiva más poderosa del planeta, mientras que los países musulmanes que más recurren a la destrucción están respaldados por esa misma estructura de poder occidental.

Johnston concluye que el imperio bajo el que vivimos es aquello de lo que deberíamos estar asustados. Nuestros gobernantes son los asesinos, son los terroristas. Nuestros gobernantes son los tiranos. Nuestros gobernantes son el problema.

Quieren que dirijamos nuestros puños contra los musulmanes, los migrantes, los gobiernos independientes y los miembros de partidos de oposición, para que no empecemos a alzar los puños contra esos mismos gobernantes.

Despojar a los árabes de su humanidad

En un caso estrechamente relacionado con el racismo y la islamofobia en Occidente, Johnston señala la deshumanización de los árabes por parte del Occidente, y considera que aquello es imperdonable.

La escritora libanesa Lina Mounzer escribió en octubre de 2024: pregunta a cualquier árabe qué fue lo más doloroso que descubrió el año pasado, y te dirá que descubrimos hasta qué punto nos despojaron de nuestra humanidad, hasta el punto de que es imposible comportarnos en el mundo de la misma manera.

Johnston dice que pensó mucho en esa frase durante el último año. Lo pensó mientras “Israel” lanzaba no menos de 20 ataques aéreos contra el Líbano durante un supuesto “alto el fuego”.

Lo pensó durante las negociaciones por un alto el fuego en Gaza, cuando la clase política/mediática occidental no dejaba de describir a los israelíes retenidos por la resistencia palestina como “rehénes”, mientras que a los palestinos inocentes detenidos por “Israel” se les llamaba “prisioneros”.

Lo pensó mientras el ejército de ocupación israelí seguía matando civiles palestinos a diario durante el “alto el fuego”, considerándolos como si caminaran hacia zonas prohibidas, porque los palestinos han sido despojados de su humanidad hasta el punto de que “Israel” considera el fuego real como un medio perfectamente legítimo para dirigir el movimiento de peatones civiles.

Lo pensó mientras estas violaciones israelíes diarias del alto el fuego y estas masacres militares apenas se mencionaban en los medios occidentales, mientras que cualquier suceso que inquietara o molestara a judíos occidentales acaparaba los titulares durante días.

Lo pensó cuando la clase política y los medios occidentales y sus instituciones conmemoraron oficialmente el segundo aniversario del ataque del 7 de octubre, incluso con el aumento diario del número de muertos en la pira de Gaza, sus víctimas anónimas y no reconocidas por esas mismas instituciones.

Lo pensó cuando la política y los medios en Occidente se paralizaron y permanecieron atónitos durante días por el asesinato de Charlie Kirk, mientras se ignoraba el genocidio que Kirk había pasado los dos últimos años de su vida contribuyendo activamente a fabricar su aprobación y aceptación.

Día tras día vemos en Occidente contradicciones o brechas flagrantes e imperdonables entre la atención que se presta a la muerte violenta de un individuo árabe y la atención que se presta a una muerte similar cuando la víctima es israelí, judía occidental o una persona occidental.

Los dos últimos años han revelado aspectos de la verdad sin precedentes, pero creo que lo que más permanecerá en mi mente será esto: cómo la civilización occidental de pronto salió a la luz fría y dura para admitir, día tras día, que no considera a los árabes verdaderamente humanos.

Johnston dice: nuestra sociedad (occidental) está muy enferma.

El asesinato de musulmanes como virtud

Uno de los principales argumentos que oirás por parte de la derecha para justificar el apoyo occidental a “Israel” es que “Israel” ayuda a defender Occidente de hordas de musulmanes salvajes, una sensación que los dignatarios y políticos israelíes han alimentado con gran gusto últimamente. Es llamativo y revelador, porque proclama abiertamente que matar musulmanes es en sí una virtud, y por ende cualquiera que mate musulmanes es aliado del Occidente.

Pero cada vez que Johnston oye ese argumento, lo único que piensa es: ¿por qué querría alguien defender Occidente si eso es en lo que se ha convertido?

Incluso si aceptáramos esas ilusiones, que los árabes y el islam representan una amenaza para la civilización occidental, ¿qué importancia tendría eso? Esa civilización occidental no merece ser salvada si vamos a vivir de esta manera.

Y si nos hemos despojado de nuestra humanidad hasta el punto de que ni siquiera podemos ver a los niños inocentes como seres humanos completos solo porque viven en otro lugar y practican una religión diferente, entonces nosotros, los occidentales, somos los verdaderos monstruos. Somos los malvados. Representamos todo lo que los más estúpidos sionistas pintan sobre los árabes.

Los últimos dos años nos han probado que la civilización occidental no necesita protección, sino purificación y salvación. Necesita rescatar su alma.