¿Será el final de Donald Trump?
Los periodistas extrañarán a Donald Trump. La polémica, escándalo y expresiones ofensivas relacionadas con el mandatario no han permitido que desaparezca de la primera plana de los periódicos.
Los periodistas extrañarán a Donald Trump. Desde que se proclamó candidato por el partido Republicano para las elecciones del 2016, se convirtió en un cuerpo extraño en aquella contienda, pero indudablemente introdujo desde el primer momento elementos de polémica, escándalo y expresiones ofensivas hacia sus contendientes nunca antes oídas.
Desde entonces, no ha desaparecido nunca de la primera plana de los periódicos.
Los reporteros de la Casa Blanca, habituados a los generalmente formales encuentros con los voceros de las presidencias anteriores, no alcanzan hoy para cubrir la vorágine de confusión, declaraciones contradictorias, nombramientos, despidos, renuncias, de los altos cargos vinculados a Trump. No les falta trabajo.
La política exterior estadounidense tiene hoy una fisonomía anárquica y contradictoria. Todo se debe a la presencia de un mandatario que, como otros, tiene una ideología propia, una personalidad peculiar, instintos y un alto sentido de su propia figura. Pero los presidentes anteriores insertaban esas características en una concepción de política, elaborada por ellos y sus asesores – algunos muy reaccionarios pero académicamente muy respetables, como Kissinger o Brzezinski– y en una cultura propia relativamente extensa, según el caso.
Improvisación, instinto y narcicismo
Pero en Trump la cultura está ausente y de hecho es rechazada, y sustituida por la improvisación permanente, el predominio de los instintos y un narcicismo apabullante. Y poderosos intereses personales, que preceden y van más allá de su presidencia.
Por eso en el balance de su primer mandato, que se irá perfilando en el último año de su ejercicio, es difícil encontrar algo que parezca un éxito en los innumerables frentes que ha abierto con su visión, no solo unilateral sino anti multilateral, del papel de Estados Unidos en el mundo: no ha logrado nada con Corea, sus relaciones con sus mejores aliados, la Unión Europea, son de oscilantes a malas, sus aventuras fracasadas contra Venezuela están más cerca del genocidio que del éxito y contra Cuba ha sido machacar en hierro frío; su política hacia el Oriente Medio - ¿el “Acuerdo del siglo”, que nadie conoce? – y hacia Irán no ha hecho sino convertir la región, tan volátil, en un barril de pólvora y, en particular, su actitud hacia China, que es su gran contrincante, anuncia daños aun imprevisibles a la economía mundial.
La falta de escrúpulos se ha visto con toda transparencia en el escándalo ucraniano.
Es cierto que los periodistas de la Casa Blanca están acostumbrados a manejar por lo menos dos escándalos semanales. Pero esto es otra cosa, con alcance impredecible y a largo plazo.
Los demócratas han aprovechado el resbalón con el émulo confeso de Trump, Volodimir Zelensky, a quien vulgarmente chantajeó con la ayuda militar retenida a cambio de la investigación sobre el hijo de su posible contrincante en las elecciones del 2020. Las deposiciones en curso de funcionarios implicados, ante los comités investigadores de la Cámara de Representantes, duran nueve y diez horas. El elemento mafioso, encarnado en su abogado personal, Rudolf Giuliani, quien se convirtió en el poder detrás del trono de las relaciones exteriores en el área vinculada a Ucrania, son de repente el talón de Aquiles de la defensa de Trump.
Desafíos a sus prohibiciones
Diplomáticos y funcionarios del gobierno recibieron prohibiciones expresas de responder a las citaciones de la Cámara de Representantes. Las han desafiado, y han revelado los oscuros manejos del gobierno de Trump y de él mismo. Hoy se ve asediado por las declaraciones de personas tan distantes como la ex embajadora en Ucrania, Marie Yovanovitch, profesional y digna, destituida de un plumazo por oponerse a los manejos turbios de la presidencia de su país, hasta el archi halcón John Bolton, quien los comparó con negocios fraudulentos de drogas y dijo que allí había una granada de mano que en cualquier momento estallaba.
Y estalló.
La reacción del presidente fue irracional. El aluvión de tuits fue enorme – 40 diarios como promedio - y su contenido paranoico y disparatado. Habló de “golpe de estado”, de “guerra civil”, e insultó personalmente a sus posibles contendientes demócratas. Un botón de muestra: refiriéndose a Joe Biden, escribió textualmente “He was only a good vice president because he understood how to kiss Barack Obama’s ass.” Si desea conocer la traducción exacta, por favor, busque algún conocedor del idioma inglés. Este comentarista rechaza la publicación de indecencias en sus columnas.
O desviar la atención hacia otros temas. El ejemplo más reciente es el anuncio de la retirada precipitada de sus tropas en Siria, motivado también por razones electorales y por su actitud aislacionista. No consultó con nadie, de ahí las protestas en el propio campo republicano, y la apertura de las puertas a la intervención turca en territorio sirio.
El asunto kurdo es de una complejidad que dudo mucho que Trump conozca. De hecho, ya dejó en manos del gobierno sirio y sus aliados rusos la solución del conflicto creado. “Esto no tiene nada que ver con nosotros. Los kurdos saben cómo luchar y, como he dicho, no son ángeles, no son ángeles.” Puro oportunismo político y, aunque no lo confiese, consecuencia de la incapacidad de Estados Unidos y sus aliados para derrocar al gobierno legítimo de Damasco.
El impeachment puede fracasar, pero ¿el 2020?
Yo no tengo grandes esperanzas de que se produzca un juicio y una destitución por parte del Congreso, a menos que la bola de nieve actual crezca hasta límites inmanejables. El tribalismo entre ambos partidos frustrará la votación final en el Senado.
Pero el daño está hecho y será mayor, y Trump lo pagará. Aunque se mencionan casi quince posibles acusaciones, la investigación va dirigida a definir si el presidente es culpable de abuso del poder en el caso de Ucrania, utilización de sus poderes en beneficio personal y obstrucción de la justicia al prohibir que sus funcionarios acudan a las citaciones congresionales.
Dicen las encuestas que los republicanos lo apoyan casi masivamente – solo un 11 por ciento dice concordar con el impeachment. Pero solo con sus votos Trump no ganaría la presidencia en el 2020.
Necesita votos de otros muchos, por ejemplo, que votaron por él en el 2016, pero en el 2018 favorecieron a los congresistas demócratas, sobre todo mujeres y republicanos moderados e instruidos. Que no responden a las consignas que agita el presidente, con un inglés de cuarto grado, en sus mítines de campaña, y que deben ser altamente sensibles a las continuas revelaciones. Los demócratas lo apabullarán por su irrespeto a la Constitución.
Y que tendrían que enfrentar el miedo que todos debemos sentir ante el mal mayor: que en el 2020 fuera reelecto un presidente disfuncional y resentido. Que, no lo olvidemos, no es republicano sino de última hora, y que por lo tanto no siente ninguna responsabilidad en preparar el camino hacia el triunfo de su partido en el 2024. La perspectiva de un Donald Trump sin freno puede ser horripilante.
Para algunos, desde hoy y cuando faltan muchos episodios de esta serie, Trump está acabado. Y si sigue creciendo la bola de nieve que es la investigación congresional, lo estará más. Aunque escape al impeachment.
Tendrán menos trabajo los periodistas de la Casa Blanca. Bueno, todos los periodistas. Pero creo que de todos escucharemos suspiros de satisfacción y de tranquilidad.
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DESPIXELADO SOBRE DONALD TRUMP Y SU RELACIÓN CON IRÁN
FOCUS: ¿PUEDE TRUMP SALIR DE LA CASA BLANCA?