El fraude de Trump en Estados Unidos
Donald Trump trata de sembrar en la mente de sus compatriotas la existencia de fraude en todo aquello donde la decisión popular le es adversa. Ya lo dijo que en 2016, cuando fue superado por Hillary Clinton en el voto popular durante la carrera por la Casa Blanca. Recientemente, cuando en un sondeo divulgado por la cadena CNN fue vapuleado por el demócrata Joseph Biden, también considero que eso era falso.
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El fraude de Trump en Estados Unidos. Foto: El Mundo
La arrogancia era la diosa griega del comportamiento arrogante impune. La arrogancia rechaza la aplicabilidad de las leyes a uno mismo por la falsa creencia en su invencibilidad. En su esencia, la arrogancia es la lujuria de dominar. A todas las “virtudes” de este misógino estadounidense hay que sumar esa arrogancia de “guapetón de barrio” que lleva al país por el rumbo incorrecto, según pesquisas.
Desde hace más de un siglo los republicanos buscan vías para escamotear votos, recuerden los “Códigos Negros” para evitar que los negros llegaran al poder en Florida, suprimiendo el derecho al voto si incurrían en pequeñas faltas judiciales, entre otras.
Ahora Trump retoma el tema y anticipa un posible fraude electoral en elecciones 2020, algo que aparentemente esconde intenciones que, según el Nobel de Economía Paul Krugman, pudieran llevar hasta un golpe de Estado con la colaboración de los militares. Algunos se preguntan hoy qué se esconde detrás de las palabras del “mandamás” de la Casa Blanca.
Desde hace meses, y ahora más con la pandemia de la Covid-19, el presidente afirma que el voto por correo acarrea riesgo de fraude, en contra de la opinión de los expertos que dan fe de que esos proceso permiten mayor transparencia y evitan que los que sufragan se expongan al contagio con la Covid-19.
Recientemente, la publicación BBC News Mundo al abordar críticamente los aspavientos del gobernante señaló que en un país como Estados Unidos, maltrecho por una pandemia y el desplome de la economía, polarizado bajo la presidencia de Trump y crispado por problemas raciales, algunos se preguntan si puede caber otra crisis.
Desde hace meses expertos políticos y medios de prensa alertan sobre el peligro que se cierne sobre lo que es presentado al mundo como un ejemplo de democracia pese a sus defectos y errores como la elección de George W. Bush al estilo de las llamadas Repúblicas bananeras. Ciertamente puede llegar la debacle el 3 de noviembre si el “Cesar” no reconoce su derrota, la cual algunos ya anticipan.
“Estados Unidos no puede tener todas las votaciones por correo. Será la Elección Amañada más grande de la historia”, tuiteó el mandatario en mayo, olvidando que en ocasiones el usó ese sistema a la distancia en el pasado.
Expertos en elecciones señalan que la idea de que el voto por correo se presta a trampas es un “mito” carente de respaldo en ese país, plantea BBC Mundo en su análisis sobre un asunto que calienta los ánimos y pone a Trump en el centro del torbellino.
Al respecto, hace apenas una semana el candidato presidencial demócrata, Joseph Biden, declaró que su gran preocupación es que Trump “va a tratar de robar esta elección”, citando como argumento sus comentarios sobre el voto por correo, y alertó sobre la posibilidad de que Trump se niegue a dejar la Casa Blanca si pierde.
Esa idea tomó más fuerza cuando una pesquisa de CNN mostraba a Biden vapuleando a Trump con una ventaja de 14 puntos en las intenciones de voto en muchos lugares a nivel nacional.
El actual mandatario rara vez aumentó su nivel de apoyo público y es poco probable que lo expanda, de ahí que pueda insistir en los próximos meses en la idea del dolo y cree una crisis constitucional que sería como un choque de trenes en un país que cada día se polariza más.
Si el voto en noviembre es ajustado como puede pasar o si Trump pierde con gran margen, es casi seguro que no aceptara irse a la calle sin antes formar una tormenta, predicen expertos políticos y académicos.
Al respecto, Steven Levitsky, un politólogo de la Universidad de Harvard y coautor del libro “Cómo mueren las democracias” declaro que “Entre la posibilidad de un empate y de una crisis de salud pública, dado el nivel de polarización extrema y un presidente poco dispuesto a aceptar la derrota, estamos ante un posible choque de trenes”.
Contrario a lo que se pueda pensar, en Estados Unidos no existen mecanismos como una comisión nacional electoral independiente u otros dispositivos institucionales efectivos para resolver disputas por votaciones como en otros países, a no ser el Tribunal Supremo que ya cuando el enfrentamiento de Bush con el demócrata Al Gore en 2000 y su decisión a favor de Bush, dejó un sabor amargo y puso el fraude en el tapete en el decisivo estado de Florida.
Luego de semanas de forcejeos legales, la Corte Suprema de Justicia rechazó, en un fallo dividido y polémico, los reclamos de un recuento del resultado en Florida, y el entonces vicepresidente Gore concedió la victoria a Bush por un puñado de votos. En esa época la supuesta democracia estadounidense dejó un olor fétido en el país y en el mundo.
Lo que dirán las urnas y el voto por correo en uno o varios estados clave del país puede ser impugnado o desafiado por el aspirante a la reelección de ahí los avisos y temores existentes sobre alguien que en su conjunto es un fraude como presidente por su demostrada incompetencia al enfrentar crisis.
Esto es resumido por Lawrence Douglas, un profesor de derecho en Amherst College que acaba de publicar un libro titulado Will He Go? Trump and the Looming Election Meltdown in 2020 (“¿Se irá? Trump y la amenaza de un desastre electoral en 2020”), pues el sistema estadounidense asume que habrá una sucesión pacífica de poder. No la asegura”
Citado por BBC Mundo Douglas señalo que una vez que alguien como Trump demuestra que no tiene interés en cumplir con las reglas, entonces el sistema se encuentra en una situación muy difícil.
Así y como muestran datos históricos, el arrogante “Cesar estadounidense” intenta sembrar dudas sobre los votos por correo y su Partido Republicano busca limitar esos sufragios en distintos estados porque la práctica tiende a ser más común en áreas urbanas de mayoría demócrata.
El sufragio por correo facilita las dudas que siembra hoy la Casa Blanca pues su recuento final siempre será demorado en relación a las boletas que se emiten en las mesas de algunos estados.
Según Douglas no es inconcebible que Trump pueda parecer ganador en ciertos estados decisivos por un margen muy estrecho el 3 de noviembre. Y luego, a medida que se cuentan millones de votos por correo, su victoria podría desaparecer en los días siguientes. “Creo, alerto, que lo que está haciendo es tratar de plantear por adelantado el escenario para disputar la validez de esos votos por correo“.
Al respecto, BBC mundo cita a Erica Frantz, profesora de ciencia política en la Universidad Estatal de Michigan y experta en autoritarismo, quien advierte que la idea de que los votos por correo generan más riesgo de fraude está siendo propagada entre los partidarios de Trump, pese a la falta de investigaciones que la respalden.
"Si los resultados no van a su manera, será muy fácil movilizar seguidores, muchos de los cuales están armados (como ocurrió recientemente en Michigan), a que piensen que la competencia fue fraudulenta”, señala Frantz a BBC Mundo.
Pese al escenario que trata de crear la administración republicana, un estudio de Amber McReynolds, un exfuncionario electoral de Colorado, y Charles Stewart, director del laboratorio de datos electorales del Instituto Tecnológico de Massachusetts, indicó que con unos 250 millones de sufragios emitidos por correo en EEUU en las últimas dos décadas, la tasa de condenas por fraude es casi nula: un pírrico 0,00006 por ciento.
La arrogancia del presidente es notoria y ya antes de los comicios de 2016 llamó la atención al evitar comprometerse a aceptar el resultado en caso de que perdiera. Y sus tuits recientes sobre un riesgo de fraude en noviembre sugieren que tampoco está dispuesto a hacerlo ahora de antemano.
Ciertamente, el presidente tiene una base importante de apoyo pese a la baja de sus índices de aprobación cercana al 38 por ciento, cifra que no lo mantendría en la Casa Blanca.
Varias encuestas recientes muestran una caída del índice de aprobación del presidente, por debajo del 40 por ciento, así como una ventaja promedio de alrededor de diez puntos en la intención de voto por Biden respecto a Trump a nivel nacional.
En otro orden, en la mayoría de los llamados estados “péndulos” que se mueven hacia uno u otro partido, las encuestas dan ventaja al demócrata Biden pese a que los republicanos llevan décadas preparando escenarios para llevarse los delegados que determinan el ganador en el Colegio Electoral, un engendro de una democracia representativa gobernada por el candidato electo por una minoría de votantes.
En las elecciones de 2000 y 2016 la voz de millones de votantes se perdió. Una minoría eligió al presidente, George W. Bush y Donald Trump, quienes implementaron políticas de gobierno y seleccionaron jueces que no representaban a la mayoría de los votantes.
Algunos estudiosos señalan que una reforma constitucional es impensable porque requiere que los votantes que hoy se benefician por este sistema poco representativo voten en su contra. Mientras que el intento de 12 estados que aceptaron elegir al ganador de la voluntad popular tiene pocas posibilidades de obtener la cantidad necesaria para cambiar las reglas del juego.
Por ejemplo, los estados agrícolas con menor población son los ganadores del sistema de Colegio Electoral y allí Trump tiene una fuerte base. Su influencia está sobredimensionada. Está bien defender la representatividad de la minoría. Está mal si es a costa de la mayoría, como ocurre ahora en lugares.
Trump celebra que pueda ganar una elección ignorando a los estados que tienen la mayor cantidad de gente como California y Nueva York. Los que demográficamente y económicamente son los más representativos de Estados Unidos. Eso es un serio problema.
En resumen, a falta de una sólida economía, con un alto índice de desempleo, lastrado por innumerables escándalos y perseguido por la incompetencia, al arrogante Trump le quedan pocas cartas por jugar, entre ellas, cantar fraude ante de que la población decida quién será el próximo presidente.