Venezuela: elecciones y salto al vacío
Aun cuando se reitere que Juan Guaidó es reconocido por más de 50 gobiernos en el mundo, todas las cancillerías -algunas con más vergüenza que otras-, reconocen que esta persona no tiene el más mínimo poder en Venezuela.
La derecha venezolana siempre ha tenido una propensión al suicidio y al ridículo. Su torpeza para leer con claridad los escenarios a los que se ha enfrentado y su subordinación ideológica y táctica a EE.UU., la han conducido a una situación de extrema limitación política de cara a los acontecimientos que vive Venezuela.
La propia existencia de decenas de agrupaciones que se ubican en el campo de la oposición evidencia el cúmulo de intereses grupales, personales, económicos y políticos incapaces de articular y presentar una propuesta al país que se aleje de la violencia, el cerco económico y el sufrimiento del pueblo, que establezca una ruta verdaderamente nacional en confrontación legal y democrática con el poderoso y legitimado chavismo.
No se trata de subordinarse, se trata de aceptar una realidad y arroparse en las propias reglas del juego de la democracia liberal burguesa que sustenta la progresista Constitución venezolana.
Pero el rencor, las ansias de poder, la pretensión de reapropiarse del Estado y de la renta petrolera, los compromisos con sectores políticos, de inteligencia y económicos de Estados Unidos y Colombia, y la impotencia acumulada tras más de 20 años de derrotas consecutivas, hace ciega a una oposición que no ha tenido límites ante el crimen con tal de alcanzar sus objetivos.
Aun cuando se reitere que Juan Guaidó es reconocido por más de 50 gobiernos en el mundo, todas las cancillerías -algunas con más vergüenza que otras-, reconocen que esta persona no tiene el más mínimo poder en Venezuela.
Incapaz de unir a la oposición, en cuyo seno hay sectores que no lo respetan, Guaidó, con su tartamudez política, no podría conducir los destinos de una nación.
Guaidó es simplemente un instrumento de Estados Unidos y de factores políticos venezolanos y colombianos que intentan ahogar la economía venezolana y lograr la implosión interna. Para ello es fundamental alimentar una sola narrativa: la de la “dictadura chavista”, para así generar rechazo al gobierno legítimo de Nicolás Maduro.
Esto ha permitido que el bloqueo económico a Venezuela se haya estrechado, llegando al punto inimaginado de legitimar el robo criminal de los recursos de la Nación venezolana ubicados en países como Reino Unido y Estados Unidos, gracias a la figura “reconocida” de Guaidó. De más está decir, que son evidentes los turbios destinos de esos recursos, por la actitud corrupta de los “defensores” de la democracia venezolana, encabezados por el autoproclamado presidente.
Salto al vacío
Las autoridades electorales venezolanas han anunciado la realización de las elecciones legislativas en diciembre de este año.
Según cifras corroboradas, están habilitados para presentar candidaturas 105 partidos políticos. De ellos tienen carácter nacional 28, mientras que 53 son regionales y 24 representan a sectores indígenas.
Una lectura al margen del análisis electoral convendría en cuestionar la narrativa de “dictadura” que imponen los grupos de poder y mediáticos internacionales ante esta cifra de organizaciones legales que hacen política en Venezuela.
No obstante, conocido el enuncio sobre los nuevos comicios, desde Estados Unidos, el procesado judicialmente por mentir, y enviado del Gobierno de Donald Trump para Venezuela, Elliott Abrams, catalogó las futuras elecciones, con 5 meses de antelación, como “manipuladas”.
Tras la orden, el sector opositor cuya bandera porta Guaidó y dirige Leopoldo López, anunció que no participarían en las elecciones, afirmando que es una decisión de 27 partidos.
A pesar de que esta cifra es incierta, y que partidos de larga data como Acción Democrática y COPEI han anunciado que sí participarán, los titulares de la prensa internacional apuntan al desconocimiento de la justa electoral, como parte del accionar antivenezolano impuesto por Washington.
La actitud de este círculo opositor venezolano se explica por ser el sector opositor más conectado con Estados Unidos y Colombia, a lo que se suma se progresivo desprestigio al interior de Venezuela, por su defensa a las medidas económicas coercitivas y por su robo alevoso de los recursos de la Nación.
Esta parte de la oposición corre un riesgo político enorme si finalmente deciden no participar en las elecciones, que se celebrarían, si la pandemia del COVID no lo impide, en diciembre, un mes después de que se conozca el ganador de los comicios en Estados Unidos.
Si Donald Trump no es reelecto, la inasistencia de estos opositores representaría su segura salida del escenario político venezolano, puesto que Guaidó, sin investidura como diputado, además de suicidarse políticamente, podría incluso enfrentar cargos ante la justicia por traición a la patria, robo, concurso para delinquir, paramilitarismo, entre otros delitos desarrollado en su “presidencia”.
En caso de que Donald Trump sea reelecto, lo cual es incierto aún, esta ala extremista de la oposición venezolana podría obtener oxígeno y el plan desestabilizador podría acelerarse con el influjo de la narrativa del rechazo al “fraude electoral”. Sin embargo, está por ver si Trump, cansado de derrotas y sin la meta de la reelección, da un vuelco en su accionar contra Venezuela. En cualquier caso, la resistencia del chavismo será un hecho.
Sin embargo, el escenario más preocupante y cercano podría estar marcado por una acción militar directa o indirecta de Estados Unidos contra Venezuela, teniendo en cuenta el desespero electoral de Trump.
Los extremistas venezolanos y colombianos podrían alentar una acción de este tipo para impulsar la caída de la Revolución Bolivariana, sobre todo por el temor de una eventual derrota del presidente estadounidense y por la situación política interna que vive Colombia. Aunque ya los demócratas de Joe Biden han mostrado señales de continuar el plan de “cambio de régimen”, pero con matices.
No se trataría de una invasión directa, pero sí de la esperada, y seguramente proyectada, acción quirúrgica contra líderes chavistas u objetivos militares de peso. Los pretextos ya están fabricados. Pero aún en un escenario como este, la oposición más extremista del chavismo tiene que estar consciente de que sería su último salto, y esta vez al vacío.