La Policía acordonó el lugar donde se produjo la explosión, situada cerca de la vivienda del viceprimer ministro, Mohamad Mohaqiq, en una zona de la ciudad donde reside buena parte de la comunidad hazara, predominantemente chiita.

Según las fuerzas de seguridad, un pequeño autobús del Ministerio de Minas fue destruido por la deflagración. Además, tres vehículos particulares y quince tiendas también resultaron dañadas.

Tanto el presidente afgano, Ashraf Ghani, como el primer ministro, Abdulá Abdulá, condenaron el atentado. 

Ghani denunció el ataque contra civiles, mientras Abdulá prometió que los responsables tendrán que rendir cuentas ante la justicia.