Partiendo de Gaza hacia Al Khalil, llegando al Jerusalen, y desde Damasco hasta Beirut, llegando a Jordania, lo único que se puede sentir es la tristeza en un mundo árabe lleno de destrucción, desplazamiento, conflictos y matanzas, y con la esperanza de poner un punto final a todas estas calamidades.

 

En Damasco, las dulcerías especiales para el mes de Ramadán están cansadas de esperar a sus clientes. La destrucción de la guerra alcanza a todas las cosas sin dejar a nadie excluido.

 

En el campamento de refugiados de Zaatari, en Jordania, desaparece el ambiente animado del mes de Ramadán, aunque las condiciones no están tan malas este año, pues han recibido ayudas humanitarias de Alemania, así que no deben pasar hambre a parte del tiempo de ayuno.

 

Pero no todos tienen tanta suerte, pues los refugiados en el medio de la guerra en Iraq, los desplazados confundidos entre la tregua y la guerra en Yemen y lo mismo para Libia, su tiempo de ayuno alcanza hasta los días, sin ver ni un pedacito de pan, en vez de ser solamente unas horas del día.