La identidad se borda en Palestina
Cada vestido tiene una misma puntada, sin embargo, sus diseños varían. Las combinaciones de colores y la forma de la prenda tienen connotaciones específicas en cuanto a la región de Palestina donde se elaboró o el estado civil de la persona que viste esta prenda.
Hay una imagen, o muchas. En algunas de ellas decenas de muchachas palestinas sonríen. Las muchachas que lucen su traje típico miran más allá de la cámara o las diseñadoras que a su lado caminan.
Pero hay algo más en esas imágenes ─más allá de las muchachas o de las sonrisas─ que nos dice que este no es un traje cualquiera: cada vestido tiene una misma puntada, sin embargo, sus diseños varían. Las combinaciones de colores y la forma de la prenda tienen connotaciones específicas en cuanto a la región de Palestina donde se elaboró. Existe el vestido de Nablus, el de Ramallah, el de Jenin, el de Jerusalén, el de Belén, el de Beersheba.
Hay otras imágenes. Una donde cierta joven describe cómo se encontraba viendo un programa en la televisión sobre los vestidos palestinos. Inicialmente se sintió orgullosa, alegre, “pero de repente, quedé estupefacta ─asegura─. El diseñador era israelí y afirmaba que también los diseños lo eran y que describían la historia de ‘Israel’”.
Conocemos algunos datos: Que el pasado año la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) incluyó el bordado palestino en su Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Que esta distinción ayuda a la batalla por la supervivencia frente a los ataques lanzados por el colonialismo sionista para abolir la identidad palestina. Y que una de las últimas manifestaciones del robo del bordado por “Israel” fue vestir a las concursantes de Miss Universo con trajes tradicionales palestinos.
Pero antes, ¿qué había antes?
Según un estudio de la Universidad Nacional An Najah, las primeras piezas de bordados de Palestina datan de la Edad de Piedra, es decir, 4.000 AC en la zona Hadera y la Baja Galilea. En ese momento, en las pinturas murales se pueden observar prendas de vestir y calzados, como en la época cananea.
La mayoría de las mujeres hacían sus propias túnicas y les llevaba mucho tiempo bordarlas. Hilos azules eran usados por mujeres viudas o sin casar, pues era un color asociado con el duelo, mientras que mujeres casadas utilizaban hilos rojos que evocaban sentimientos de alegría.
A principios del siglo XX, la indumentaria podía clasificarse por región específica, tribu o comunidad, y como traje de beduino nómada, vestimenta de pueblo fellahin y vestimenta urbana. Hoy día, los estilos de vestuario se clasifican mejor como estilos de campos de refugiados, estilos de los Territorios Palestinos y estilos Traje de beduino.
Actualmente, se comercializan cojines, chales, chaquetas y artículos de uso moderno además del vestido tradicional del pueblo. Estos se producen en su mayor parte en los campos de refugiados. Cada campamento u organización ha desarrollado con el tiempo ciertos estilos característicos.
Así, por muy sombrío que parezca el panorama palestino, los bordados se reconstruyen una y otra vez. Porque eso tiene la identidad: no edulcora, no fuerza. Es en esa veracidad donde creemos en el archiconocido mantra de que la imposición no puede, ni por asomo, superar a la naturalidad. En ella nunca habrá olvido, solo le hace falta una pequeña tela para renacer.