¡El arte sirio de fayenza perdura!
Los artistas que siguen desarrollando esta tradición aún decoran las fachadas de los espacios celestiales.
Ajami o Qishani es un arte en cerámica o madera que se remonta a las primeras épocas islámicas de la dinastía omeya. Hoy día estas piezas resultan tan famosas que El Museo Metropolitano de Arte incluye salas decoradas que llevan el nombre de “Damasco”.
¡El Qishani, una producción excepcional!
Aunque su historia se vincula con la ciudad Kashan, en Irán, el Qishani se desarrolló mucho en Damasco durante el siglo XIV, en la era mameluca y, luego, en la otomana.
Desde entonces, esta ciudad se distingue por la presencia de hábiles artesanos que han transformado sus talleres en museos, donde exhiben artefactos orientales, pinturas, lámparas omeyas, botellas, jarrones, copas.
Los artistas, que siguen desarrollando dicha tradición, decoran también las fachadas de los espacios celestiales atestiguados en el Palacio Azem, las mezquitas, los hoteles, los edificios antiguos y modernos.
Todas estas herramientas están dibujadas y grabadas de tal manera que se adaptan a la antigua herencia cultural.
Los damascenos también fabrican cajas de madera adornadas, así como mesas recubiertas de azulejos de loza y espejos. De esta forma, convierten los artículos decorativos en una maravillosa obra maestra, con mucho valor estético.
Como nos confía Tala Taki el Eddin, gran artista sirio en este ámbito: “Mi taller estaba en la Ghuta oriental y todo fue destruido durante el conflicto. Ahora con un pequeño espacio en el viejo Damasco, trato de mejorar cada día más mis producciones".
“Del ajami que heredé de mis padres, pasé al Qishani. Y de la cerámica a la madera para reducir los costes. ¡Lo que tiene gran éxito y se vende mucho más! Mi pintura es mi escapatoria, me ayuda a olvidar los problemas cotidianos, a liberar mi energía negativa y a hacer perdurar la herencia de mis padres”, refiere Tala Takin.
Con esas mismas motivaciones y por iniciativa de un grupo de mujeres voluntarias alepinas, el proyecto Zujrof nació en 2017, en el Mercado de la Seda, en la antigua ciudad de Alepo.
Nadra Rabie, su directora, comenta: “nuestro objetivo es reconstruir el tejido social, sensibilizar a las mujeres y su importancia dentro de su familia, por eso, elegimos profesiones que constituyen la identidad siria y hoy están en peligro de extinción”.
Así nació la idea del Ajami, un arte que necesita pocas materias primas, pocos gastos, pero mucha concentración y paciencia. ¡Y casi todas las mujeres suelen tenerla!
Mais Kourani, estudiante de la Facultad de Bellas Artes, habla con mucho orgullo y preocupación: “Tengo una gran pasión por aprender el arte Ajami ‘moderno’ donde dominan las formas botánicas y geométricas. Siento una gran afición mezclada con tristeza al ver los obstáculos que encontramos cada día en cuanto a la comercialización de nuestros productos por falta de un mercado importante, en el país y fuera del país”.