La política de Biden sobre Irán no tiene sentido
Declarar que las conversaciones nucleares no se reanudarán mientras Teherán esté ayudando a Rusia en Ucrania es más que contraproducente: es imprudente.
El embajador de EE. UU. en "Israel", Tom Nides, volvió a ser noticia la semana pasada cuando pareció descartar las negociaciones con Irán, siempre que ese gobierno continúe con su represión contra los manifestantes y persista en la entrega de asistencia militar a Rusia.
Según el investigador principal del Instituto de Washington para la Política del Cercano Oriente, Henry Rome, Nides dijo: “No se equivoquen, nos gustaría una resolución diplomática. Pero mientras los iraníes estén haciendo lo que están haciendo, no solo con su gente en Irán, sino también produciendo tecnología de drones y enviándola a Rusia para atacar a Ucrania, no podremos tener negociaciones”.
Si los comentarios del embajador reflejan la posición de la administración (y presumiblemente lo hacen), significa que EE. UU. descarta por completo las negociaciones con Irán en el futuro previsible.
Al vincular la posibilidad de diálogo a temas que no tienen nada que ver con el programa nuclear, Estados Unidos establece un estándar virtualmente imposible para la reanudación de las negociaciones, pues siempre habrá conductas de otros estados que su gobierno considere inaceptables, y si eso requiere negarse a negociar sobre otros temas, no hay una posibilidad real de lograr avances diplomáticos en nada.
No importa cuán justificadas puedan ser las objeciones de Washington al comportamiento del gobierno iraní en otras áreas: no tiene sentido hacer que las negociaciones nucleares estén supeditadas a ese comportamiento. Si la administración Obama hubiera aplicado el mismo estándar, no habría habido acuerdo nuclear, en primer lugar.
De hecho, uno de los principales objetivos de los saboteadores de ese pacto en los últimos ocho años ha sido vincular el problema nuclear con asuntos no relacionados, para hundirlo: cuantos más se vinculen entre sí, más fácil será para cualquiera de ellos hacer estallar el proceso.
Esa fue la razón por la que las negociaciones nucleares originales previas al Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés) se centraron tan estrechamente en el tema nuclear y nada más, y evitaron otros temas que se habrían convertido en pretextos para alejarse de las conversaciones.
Siempre hay partidarios de la línea dura, en ambos lados, deseosos de encontrar razones para abandonar la diplomacia, y la posición esbozada por el embajador es un regalo para los partidarios de esa tendencia en Irán.
Si esos iraníes no quieren continuar las negociaciones, todo lo que necesitan es arremeter de alguna otra manera y Washington la usará como excusa para no hablar.
Lo extraño es que la administración de Biden pasó la mayor parte de los últimos dos años insistiendo en no incluir temas "extraños" en las conversaciones, y rechazaron repetidamente las demandas iraníes que consideraba irrelevantes para la cuestión nuclear.
Ahora que las conversaciones están esencialmente moribundas, parece que la administración está feliz de sacar a relucir temas superfluos como excusa para renunciar a más conversaciones.
Los temas importantes a menudo tendrán que ser compartimentados del resto de la relación si dos gobiernos que desconfían el uno del otro pretenden encontrar un compromiso satisfactorio para a ambas partes.
Algunas relaciones interestatales son tan tóxicas que avanzar incluso en un tema es una tarea hercúlea, y si un tema no se aísla del resto de la relación, cualquier discusión razonable se verá superada por la pura hostilidad entre los dos gobiernos.
El avance entre EE. UU. e Irán en el tema nuclear entre 2013 y 2015 se produjo en parte porque ambos optaron por no dejarse atrapar por décadas de animosidad y se negaron a permitir influencias de otros desacuerdos importantes en su flexibilidad en este tema.
Lo visto en este momento en relación con Rusia y el control de las armas puede suceder cuando una de las partes de un tratado (en este caso Rusia), elige atar la fortuna de un acuerdo exitoso a una agenda separada.
La supervivencia del Nuevo START es muy importante tanto para EE. UU. como para Rusia, pero Moscú está preparada para arriesgarse a un colapso con tal de salirse con la suya en otros asuntos.
Estados Unidos intenta un juego peligroso similar con el destino del JCPOA al vincular su negociación con otros asuntos.
Los comentarios de Nides sobre las negociaciones se produjeron momentos después de asegurar a la audiencia que Estados Unidos no ataría las manos de Israel” con respecto a Irán y cuidaría su espalda.
El embajador reiteró un respaldo prácticamente incondicional para cualquier acción que el gobierno israelí elija hacer, y luego, en el siguiente aliento, declaró muertas las negociaciones con Irán y estableció condiciones poco realistas para su reactivación.
Ya era bastante preocupante cuando Estados Unidos parecía estar dando luz verde a una posible acción militar israelí con similares comentarios de este diplomático el mes pasado.
Como escribió en ese momento Trita Parsi, del Instituto Quincy, esta parece ser la dirección en la que se dirige el equipo de Biden, quizás sin darse cuenta, al ceder ante la posición de larga data de "Israel" de tratar el programa nuclear de Irán militarmente en lugar de diplomáticamente. La administración no dijo nada en las semanas intermedias para contradecir esta interpretación de lo que están haciendo.
Al reafirmar Nides su posición públicamente, parece claro que la administración estadounidense no está haciendo prácticamente nada para disuadir al gobierno israelí de una acción militar; como tampoco hace nada para reactivar las negociaciones, cuando la diplomacia renovada es el único camino con posibilidades de resolver el problema nuclear.
Si el embajador trabaja por cuenta propia y sus comentarios no son representativos de la posición de la administración, la Casa Blanca y el Departamento de Estado deberían aclararlo de inmediato.
La preocupación de la administración Biden por "tranquilizar" a los clientes de Medio Oriente ha sido una de las partes más notables y menos bienvenidas de su enfoque de "regreso a lo básico" en la región. En este caso, asegurar constantemente al gobierno israelí que EE. UU. está detrás de ellos en todo momento ha sido excesivo y alienta el tipo de “conducción imprudente” de los clientes que ha creado tantos problemas para EE. UU. en el pasado.
Sería más prudente y responsable señalar al gobierno israelí tanto en privado como en público que Washington no apoya el uso de la fuerza. Señalar que las negociaciones están muertas es exactamente lo que no se debe hacer.
Si Washington no puede encontrar una manera de equilibrar un compromiso diplomático constructivo sobre temas específicos con críticas y oposición sobre otros, no es buen augurio sobre su capacidad para manejar las relaciones con múltiples estados adversarios en los próximos años.
La administración Biden sostiene que la competencia con China en algunas áreas no descarta la cooperación en otras, pero en la práctica la primera tiende a desplazar a la segunda. Si no puede realizar múltiples tareas en sus tratos con Irán, ¿qué posibilidades tiene de hacerlo con China?
El gobierno de Biden dice querer una solución diplomática al problema nuclear, pero el dilema recurrente en los últimos dos años es su demostración de no estar dispuesto a correr ni el más mínimo riesgo político para lograr esa resolución.
Si Estados Unidos va a poder promover sus intereses con éxito en las próximas décadas, tendrá que volver a aprender cómo hacer una diplomacia complicada con gobiernos contrarios. Y a juzgar por cómo ha manejado las negociaciones con Irán en los últimos dos años, todavía tiene un largo camino por recorrer.