Preferencias de Trump no siempre alineadas con comunidad de Inteligencia
Aunque Trump consiguió un gran nombre y muchos titulares con el asesinato de Suleimani, el impacto a largo plazo en los intereses estratégicos de Estados Unidos no fueRON consideradoS en su totalidad, opina Douglas Londons, exagente de la CIA y actual profesor asociado adjunto en el Centro de Estudios de Seguridad de la Universidad de Georgetown.
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Preferencias de Trump no siempre alineadas con comunidad de Inteligencia.
Cuando se trata de la inteligencia, como con tantas otras cosas, al presidente Donald Trump le gustan los grandes nombres, el enfoque de la celebridad, los titulares y la gratificación inmediata –versus la sustancia, el impacto y las consecuencias– lo que tan a menudo lo motiva.
De acuerdo con Douglas London, exagente de la CIA y actual profesor asociado adjunto en el Centro de Estudios de Seguridad de la Universidad de Georgetown, debido a ello, su equipo y él a menudo lucharon para persuadir al presidente de que reconociera las amenazas más importantes.
Ahora, con el asesinato de Qasem Suleimani, a London le preocupa que, aunque Trump consiguió un gran nombre y muchos titulares, el impacto a largo plazo en los intereses estratégicos de Estados Unidos no fue considerado en su totalidad.
Según Londons, en la CIA, vio esto más de una vez.
La obsesión de Trump por concentrar recursos contra el hijo de Osama bin Laden, Hamza, es un ejemplo de la preferencia del presidente por un asesinato selectivo de "celebridades" en vez de priorizar opciones que podrían ser mejores para la seguridad de Estados Unidos.
Pese a que Hamza era joven, le faltaba experiencia en el campo de batalla y no había desarrollado un grupo de seguidores serio, y que las evaluaciones de inteligencia que mostraban los mayores peligros que representaban Zawahiri, así como sus tenientes con base en Irán, al-Masri y Saif al-Adil, y la improbabilidad de que Hamza estuviera en la línea de sucesión inmediata, el presidente pensaba de forma diferente.
Cuenta London que Trump regularmente exigía actualizaciones sobre Hamza e insistía en acelerar los esfuerzos para ir tras él.
El presidente estaba dispuesto a aceptar la postura de la CIA respecto a la amenaza que al-Qaeda seguía suponiendo desde el sur y suroeste de Asia, pero no quiso que le diéramos prioridad. Sus deseos necesariamente influyeron en la alineación del enfoque y los recursos de la Comunidad de Inteligencia.
Recuerda London que, en julio, funcionarios estadounidenses confirmaron que Hamza había muerto y que Estados Unidos desempeñó un papel en la operación que lo mató, pero no revelaron más detalles.
Como comandante en jefe, por supuesto, las preferencias del presidente están ligadas a su propio riesgo político frente al cálculo de las ganancias, y esto no siempre está alineado con los puntos de vista de la Comunidad de Inteligencia.
Eso nos lleva a donde estamos hoy. Como comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC), Suleimani era un gran nombre.
En la mente del presidente, matar a Suleimani podría haber parecido una oportunidad para convertirse en el comandante en jefe dispuesto a hacer lo que nadie más arriesgaría.
Una vez más, parece haber primado más sobre Trump el potencial de los titulares, que los informes de inteligencia.
También parece que la preferencia del presidente por el asesinato selectivo de Suleimani refleja la misma resistencia a la aportación de la Comunidad de Inteligencia que sus sorprendentes y descoordinadas órdenes de retirar el ejército estadounidense del norte de Siria y su consiguiente acomodación a la desestabilizadora y sangrienta invasión de Turquía.
Si bien London no puede descartar los informes que sugieren que la directora de la CIA, Gina Haspel, apoyó el ataque a Suleimani, sería bastante inusual e incongruente que apoyara una acción que la prensa informó de manera similar que ella aconsejó que impulsara a Irán a lanzar sus misiles balísticos contra las más de 5 mil tropas estadounidenses desplegadas en Iraq.
Es dudoso que ella o los analistas de la CIA supieran, incluso antes de atacar a Suleimani, que Irán finalmente telegrafiaría y daría sus golpes. El 7 de enero, Irán disparó más de una docena de misiles balísticos contra dos bases iraquíes que albergaban tropas estadounidenses, pero no sin antes advertir del próximo ataque. Ningún norteamericano resultó muerto o herido.
A juicio de London, si Estados Unidos hubiera argumentado internacionalmente la culpabilidad iraní en el ataque con cohetes que mató a un contratista estadounidense o en el asalto a la embajada de Estados Unidos, una opción abierta y cinética más efectiva podría haber sido atacar a Suleimani o a los elementos del CGRI en Siria en lugar de Iraq.
Mejor aún habría sido actuar contra Suleimani de una manera en la que Estados Unidos pudiera negar su responsabilidad, una tarea encubierta que habría llevado tiempo, una planificación elaborada y una paciencia significativa, pero que probablemente habría logrado estratégicamente lo que el presidente afirmaba buscar.