Trump busca manipular ira popular en su favor
Estados Unidos, con la excepción del presidente Donald Trump honra esta semana la vida y legado del fallecido representante John Lewis (D-Georgia.)
Lewis se convirtió en uno de los luchadores por la libertad más venerados en la historia de Estados Unidos al adoptar una filosofía de no violencia que aprendió del reverendo James Lawson en 1959.
Como líder del Comité de Coordinación No Violento Estudiantil, fue golpeado más de una vez por los supremacistas blancos y pasó muchos días encarcelado.
El domingo sangriento de 1965, policías racistas le fracturaron el cráneo durante las protestas en Selma, Alabama.
A lo largo de la lucha, siguió su filosofía no violenta incluso cuando algunos activistas, incluido Stokely Carmichael, su sucesor en el comité estudiantil, abrazaron el uso de la fuerza.
El ejemplo de Lewis es uno que los manifestantes de hoy harían bien en recordar.
Las protestas de Black Lives Matters que pueden haber sido las más grandes en la historia de Estados Unidos, se caracterizaron en general por ser pacíficas. Mucha más violencia vino de la policía que de los manifestantes, aunque tampoco todas las protestas fueron no violentas y los saqueos estuvieron presentes en algunas.
Esa última tendencia prevaleció en las masivas concentraciones del pasado fin de semana en Portland, Oregón, cuando apuntaron con rayos láser a los alguaciles con posibilidades de causar daños oculares, arrojaron piedras, botellas de agua y dispararon fuegos artificiales contra el tribunal federal.
En Seattle, los manifestantes incendiaron y rompieron ventanas.
El Departamento de Policía de Seattle informó que 59 oficiales sufrieron heridas menores y hubo escenas similares en Los Ángeles, Oakland, California y Richmond que condujeron a docenas de arrestos.
En Richmond, los choques fueron instigados por supremacistas blancos, aunque no era lo común en otras protestas.
La ira de los manifestantes es completamente comprensible, y se está avivando con el despliegue innecesario de fuerzas federales en Portland.
Los equipos tácticos del Departamento de Seguridad Nacional están usando gas lacrimógeno y porras contra manifestantes pacíficos.
Esos abusos inspiran ira, y ese es precisamente el punto, porque según parece Trump parece estar incitando a reacciones violentas para alimentar su narrativa de que los suburbios blancos están amenazados por la anarquía en ciudades controladas por los demócratas, y que solo él puede protegerlos.
Ese es el teatro. El Post informó que "la Casa Blanca siempre quiso amplificar la lucha en las ciudades", y reprodujo la frase de un funcionario respecto a que "se trataba de obtener contenido viral en línea".
Trump no es exactamente sutil: describe a los manifestantes en Twitter como "anarquistas y agitadores enfermos y trastornados" que "destruirían nuestras ciudades estadounidenses, y peor" (sería), si gana Joe Biden, "el títere de la izquierda".
Esos cargos son ridículamente exagerados: el abuso de Trump de su autoridad, no un vandalismo disperso, es la verdadera amenaza para nuestra democracia.
Pero el mandatario está desesperado por salvar su campaña y está apostando a que las imágenes televisadas de caos podrían permitirle hacer eso.
Los manifestantes deberían negarse a convertirse en extras de un programa de televisión escrito por el presidente del reality show.
"Estoy furioso de que Oakland haya apoyado en directo la estrategia retorcida de Donald Trump", dijo el alcalde demócrata de Oakland, Libby Schaaf, al New York Times.
"Las imágenes de un centro vandalizado es exactamente con lo que él quiere aumentar su base y justificar el envío de tropas federales".
La advertencia del alcalde es mucho más convincente que los intentos de algunos manifestantes de justificar el uso de la fuerza.
No es así como operaba John Lewis. No puso excusas para la violencia. Él lo trascendió. Si los manifestantes quieren derrotar a Trump, deben prestar atención a la sabiduría de ese heroico líder de derechos civiles que dijo: "Creo en la no violencia como una forma de vida".