La amenaza de guerra es la única forma de lograr la paz con Irán
Según Dennis Ross, distinguido miembro del Washington Institute for Near East Policy, "si Estados Unidos quiere reducir el riesgo de un conflicto y dar a la diplomacia una oportunidad de éxito, la administración Biden va a tener que restaurar el miedo de Irán a una reacción de Estados Unidos y aplicar la presión de forma mucho más eficaz".
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El entonces viceministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araghchi (derecha), habla con otros participantes en las conversaciones nucleares de Irán el 27 de abril de 2021 en Viena, Austria.
De acuerdo con Dennis Ross, distinguido miembro del Washington Institute for Near East Policy, el enfoque de la administración Biden con respecto a Irán se ha basado en poner el programa nuclear de la República Islámica en una caja, restaurando el acuerdo nuclear de 2015 y los límites que impone a la infraestructura nuclear iraní hasta 2030.
Una vez logrado, la administración cree que tendrá tiempo para negociar un acuerdo "más largo y más fuerte", uno que amplíe las disposiciones de extinción que ponen fin a las limitaciones sobre el tamaño y la calidad del programa y uno que aborde las cuestiones de los misiles balísticos de Irán y su comportamiento agresivo en la región. Al igual que un plan militar que parece funcionar hasta que se encuentra con el enemigo, el plan requería que los iraníes siguieran adelante, y han demostrado que no serán socios de los planes de la Casa Blanca.
En lugar de ello, comenta Ross, han hecho que su programa nuclear sea mucho más amenazador y, en el proceso, han planteado dudas sobre si existe una respuesta diplomática al mismo. Los iraníes no sólo han negado al Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) el acceso a los datos de seguimiento de sus actividades de enriquecimiento, sino que han estado adoptando medidas que no tienen una finalidad civil justificable: el enriquecimiento de uranio hasta el nivel del 60% y la producción de uranio metálico.
Declararon que estas acciones eran una respuesta a los actos de sabotaje, al parecer israelíes, contra sus instalaciones y plantas de Natanz y Karaj, que operan y producen centrifugadoras que enriquecen uranio. Pero eso no era más que un pretexto para llevar a cabo acciones que no tienen ninguna relación con el uso pacífico de la energía nuclear.
Aunque rechazan la justificación iraní de las acciones que mueven a Irán hacia un arma nuclear, apunta Ross, los funcionarios de la administración Biden dijeron a los israelíes, como me enteré recientemente en "Israel", que había "una buena presión sobre Irán y una mala presión" -citando el ejemplo del sabotaje en Natanz y Karaj como una mala presión porque los iraníes lo aprovecharon para enriquecer hasta casi un grado de armas y producir uranio metálico cuyo propósito principal es crear el núcleo de una bomba nuclear.
A juicio de Ross, es cierto que Irán utilizó estas acciones para cruzar umbrales peligrosos, este argumento pasa por alto un punto esencial. Los iraníes comprendieron la importancia de estas acciones y no tuvieron miedo; claramente esperaban poca o ninguna reacción, diplomática o de otro tipo, de Estados Unidos o de los otros miembros del P5+1, entre los que se encuentran China, Francia, Alemania, Rusia y el Reino Unido. Y tenían razón: no hubo consecuencias.
La pérdida de miedo de los iraníes sobre lo que pueden hacer con sus ambiciones nucleares es peligrosa, subraya Ross. Puede producir un error de cálculo por parte de Irán sobre si Estados Unidos podría responder militarmente en algún momento y, con toda seguridad, hace menos probable un resultado diplomático.
¿Están los iraníes presionando ahora con el enriquecimiento casi armamentístico, el uranio metálico y las cascadas de centrifugadoras avanzadas para presionar a Washington a fin de que mejore los términos del acuerdo nuclear, en el que obtienen más alivio de las sanciones que les corresponde a cambio de menos restricciones en su infraestructura nuclear? ¿O lo hacen porque quieren alcanzar una capacidad de umbral similar a la de Japón que les permitiría pasar muy rápidamente a un arma nuclear si así lo decidieran? ¿O ambas cosas, ya que no son opciones mutuamente excluyentes?
Sea como fuere, a menos que los iraníes comprendan que el camino que siguen es peligroso para ellos, la probabilidad del uso de la fuerza aumentará, dice Ross.
Ciertamente, los israelíes, creyendo que la amenaza nuclear iraní es existencial, están más inclinados a ir más allá del sabotaje y atacar militarmente toda la infraestructura nuclear de Irán, particularmente en un momento en el que ven que Irán se acerca al punto de inflexión para alcanzar una capacidad armamentística de umbral similar a la de Japón, una capacidad que daría a Irán la posibilidad de presentar al mundo un hecho consumado nuclear en el momento que elija.
Y subraya Ross: Si Estados Unidos quiere reducir el riesgo de un conflicto y dar a la diplomacia una oportunidad de éxito, la administración Biden va a tener que restaurar el miedo de Irán a una reacción de Estados Unidos y aplicar la presión de forma mucho más eficaz. (Eso, por supuesto, también afectaría a los israelíes y reduciría su necesidad percibida de actuar de forma independiente).
Entonces, ¿cómo puede la administración Biden alterar el cálculo iraní, especialmente en un momento en que los iraníes han anunciado finalmente que volverán a las conversaciones en Viena?, pregunta el articulista.
Y responde: Tendrá que integrar y orquestar una serie de movimientos políticos, diplomáticos, económicos, de inteligencia y militares. Desde el punto de vista político y diplomático, debe centrarse en aislar a los iraníes. Al retirarse del acuerdo nuclear sin un plan para reemplazarlo, la administración Trump aisló erróneamente a Estados Unidos, no a Irán.
Los líderes iraníes no se ven a sí mismos como Corea del Norte: el aislamiento importa. Pero aislar políticamente a Irán requiere la seriedad estadounidense en cuanto a la diplomacia y el trabajo con otros, incluso dejando claras las consecuencias si la diplomacia no logra evitar que los iraníes se conviertan en un estado con umbral de armas nucleares. Las amenazas y la política declarativa forman parte de esta mezcla. Por ejemplo, China, el mayor importador de petróleo del mundo, necesita un Oriente Medio estable, no uno perturbado por la guerra, y un Irán en su actual camino nuclear hacia un umbral de armas corre el riesgo precisamente de eso.
Recuerda Ross que, En 2009, durante mi etapa en la administración Obama, me enviaron a Pekín, donde expuse el argumento de que ninguno de los dos países quería ver un conflicto importante en Oriente Medio, pero el programa nuclear de Irán, si no se contenía, lo produciría. Para evitarlo, China tenía que formar parte del esfuerzo por aislar a Irán política y económicamente, y posteriormente lo hizo.
Sin duda, ni los rusos ni los europeos quieren que Irán adquiera o desarrolle armas nucleares y también comprenden los riesgos de un conflicto más amplio en Oriente Medio si Teherán continúa por su camino actual. El presidente ruso Vladimir Putin, en particular, entiende que si "Israel" se siente obligado a atacar a Irán, la Resistencia libanesa y las milicias chiítas en Siria golpearán a "Israel" con decenas de miles de cohetes y aviones no tripulados. Dada la presencia rusa en Siria, lo último que quiere Putin es verse atrapado en medio de ese conflicto.
Lo que une al P5+1 es tanto el deseo de evitar que Irán tenga armas nucleares como la creencia en utilizar la diplomacia para lograr ese objetivo. En este sentido, destaca Ross, es importante mostrar el compromiso de Washington con la diplomacia, pero también lo que amenazará su uso continuado e Irán en el proceso. Lograr ese equilibrio requiere una política declarativa que señale a Irán el peligro al que se enfrenta sin alienar a otros. No basta con hablar de considerar otras opciones, una línea que se ha vuelto rutinaria. Más bien, la administración Biden, al tiempo que enfatiza su compromiso con la diplomacia, debería decir que si Irán hace imposible un resultado diplomático, arriesga toda su infraestructura nuclear.
Antes de alterar la postura declarativa de Estados Unidos, la administración Biden debe compartir sus planes con los demás miembros del P5+1. Además, propone Ross, el presidente Joe Biden debería acompañar una política declarativa más dura con propuestas humanitarias a Irán, invitando a los europeos y a otros países a unirse a Estados Unidos para ofrecer vacunas contra el COVID-19 y ayudar a resolver los graves problemas de agua de Irán, que se agravarán debido al cambio climático y a la mala gestión. Si el líder supremo de Irán, el ayatollah Alí Khamenei, dice que no, como es probable, contribuirá al aislamiento del país en el exterior y a una mayor frustración en el interior.
Desde el punto de vista económico, Estados Unidos no debería levantar las sanciones, pero Biden podría ofrecer de nuevo la concesión de exenciones para la compra de petróleo iraní a determinados países o el acceso a algunos de los activos congelados de Irán a cambio de que se detenga el enriquecimiento por encima del 3,67 por ciento (y se envíe fuera del país la cantidad almacenada por encima de ese nivel), se detenga la producción de uranio metálico y se ponga fin a la obstrucción de la supervisión del OIEA.
Desde el punto de vista militar, Estados Unidos debería utilizar el Mando Central para realizar ejercicios conjuntos con "Israel" y los Estados árabes, incluyendo la integración de defensas contra ataques de misiles balísticos y de crucero, el uso de medios electrónicos y ciberarmas para impedir el lanzamiento de misiles, y la simulación de represalias contra ataques de pequeñas embarcaciones. Sé por experiencia que Irán presta mucha atención a los ejercicios de Estados Unidos. (De forma unilateral, la Fuerza Aérea de Estados Unidos también debería demostrar su alcance militar de forma regular, no simbólica, realizando vuelos rutinarios de B-52H a la región).
Más allá de esto, indica Ross, Biden tiene que desengañar a Irán de la idea de que Washington no actuará militarmente e impedirá que "Israel" lo haga. Proporcionar a los israelíes el Massive Ordnance Penetrator, una bomba de 30 mil libras que penetra profundamente bajo tierra antes de que la mecha se encienda, es una opción.
"Israel" necesitaría que le alquilaran bombarderos B-2 para poder utilizarlo, pero el mensaje de que Washington está dispuesto a proporcionárselo a los israelíes sería inequívoco para los iraníes: Estados Unidos está dando a los israelíes los medios para atacar el centro de enriquecimiento de Fordow, construido dentro de una montaña, y está dispuesto a apoyar su uso si es la única manera de desbaratar el programa nuclear iraní.
Si Washington quiere hacer menos probable el uso de la fuerza contra el programa nuclear iraní, es esencial restaurar la disuasión. Para ello, los dirigentes iraníes deben creer que Estados Unidos o "Israel" actuarán militarmente para destruir su enorme inversión en el programa nuclear si siguen por el camino actual y rechazan una salida negociada. No es la primera vez que la amenaza creíble de la fuerza es necesaria para obviar su uso, concluye Ross.