Gobierno talibán arriba a su primer año en el poder en Afganistán
El 15 de agosto de 2021, el gobierno talibán asumió el poder en Afganistán. Doce meses después, ante la inacción de la comunidad internacional, la mitad de la población pasa hambre y las libertades individuales conquistadas se perdieron, siendo las mujeres las más afectadas.
Hace un año, el 15 de agosto de 2021, tras una campaña de varios días por todo el país, Kabul cayó en manos del talibán, que aprovechaba la inestabilidad dejada por la retirada estadounidense para treparse de nuevo en el poder. El presidente Ashraf Ghani salió del territorio, donde viven 38 millones de habitantes, y admitió la victoria del grupo que ya había gobernado entre 1996 y 2001.
De acuerdo con informes, un año después de la caída de Kabul, esta sigue siendo una fecha gris para la población. Como se esperaba, la situación es desoladora: unos veinte millones de personas, la mitad de la población, sufren de hambre aguda, con un incremento del 65 por ciento en comparación con el año pasado, según alertó en días recientes la ONG Mercy Corps.
La sequía y la inflación, agudizada por la guerra en Ucrania, uno de los principales proveedores globales de cereales como el maíz, han empeorado la realidad.
Las libertades individuales que se habían conquistado en las dos primeras décadas del siglo, años posteriores a la salida del talibán, se perdieron. Las jóvenes no han podido regresar a la escuela secundaria, mientras que las mujeres adultas apenas participan del sistema laboral. Son presionadas para quedarse en casa y salir solo cuando sea estrictamente necesario, con el cuerpo cubierto de pies a cabeza.
Ni qué decir de la libertad de expresión y de prensa. Las manifestaciones callejeras son fuertemente reprimidas y dispersadas, en tanto que se calcula que el 60 por ciento de los periodistas han dejado de ejercer, según datos de la organización Reporteros sin Fronteras. Las más afectadas: las mujeres periodistas, que casi en un 80 por ciento han perdido su puesto.
¿Y la comunidad internacional?
Según expertos, Estados Unidos abandonó a la población de Afganistán, especialmente a las mujeres, dejándolas a merced de un grupo violento y opresor como el talibán. Esto se dio gracias a los acuerdos de Doha, firmados en la administración de Donald Trump.
Los acuerdos entre Washington y el talibán se presentaron como un pacto de paz, firmado en la capital de Qatar en febrero de 2020. En él se estableció el cronograma para la retirada de las tropas estadounidenses a cambio de que el talibán no permitiera la presencia en el país de actores terroristas que pudieran amenazar la seguridad del país occidental.
“Aquello no fue un acuerdo de paz, fue una rendición”, le dijo a BBC Mundo Husain Haqqani, director para Asia central y meridional del Instituto Hudson y exembajador de Pakistán en Estados Unidos. A juicio de estudiosos, desde agosto del año pasado, Afganistán no es prioridad para nadie.
Los recursos de cooperación para Afganistán se han condicionado, por ejemplo, a permitir el retorno de las niñas a la educación. Sin embargo, como señala Bill Udell, director ejecutivo de la firma consultora Control Risks, moderar la postura respecto a las mujeres a cambio de esos incentivos sería “una bandera roja” para las facciones más conservadoras del movimiento.
“Tienen una aproximación altamente ideológica (…) ni siquiera el colapso económico ni la amenaza de una hambruna han hecho que cambien de opinión”, agrega Udell.
Por otra parte, Estados Unidos retuvo cerca de siete mil millones de dólares de Afganistán y decidió dar una parte para las víctimas del 9/11. Lo cierto es que una cosa no tiene que ver con la otra y se hace un uso arbitrario de recursos públicos.
Para algunos analistas, el pueblo afgano no fue responsable del 9/11 y con esto se estaría haciendo un castigo colectivo a una comunidad que no tuvo nada que ver. En su lugar, se observa que los verdaderos responsables del 9/11, como es el caso de Arabia Saudita, siguen en la impunidad y, de hecho, se profundiza la relación de amistad con esta nación.
En ese sentido, es preciso recordar que Joe Biden, presidente de Estados Unidos, visitó Arabia Saudita en julio pasado, en donde se reunió con el príncipe heredero, Mohammad bin Salman. Aunque el mandatario estadounidense no saludó al príncipe con un apretón de manos, como sí lo hizo con su padre, el rey, a ambos les tomaron una foto mientras se saludaban de “puñito”.
¿Qué sigue?
Esa es la pregunta para la que nadie tiene respuesta. Internamente el talibán no se ve tan sólido de cara a los retos que tiene con respecto al hambre, el desempleo (sobre todo juvenil) y otros asuntos que debe “atender prontamente; de lo contrario será testigo del descontento popular”.
Udell señala que no hay una oposición organizada y muchos de los líderes que pudieron haberla conformado tuvieron que huir del país. Cree que habrá el sufrimiento de una oposición “en la medida en que el talibán se muestra incapaz de proveer servicios básicos y trabajar por la seguridad alimentaria”.
La resistencia también ha sido dentro de los hogares, pues la prensa ha registrado escuelas clandestinas que se están formando entre las mujeres para seguir educándose. Su lugar de elección han sido las cocinas, adonde se supone que no entran los hombres y pueden guardar de forma segura sus libros y cuadernos.
Finalmente, Udell señala la necesidad de evitar una “mortalidad masiva a causa de una hambruna” como un incentivo para que la comunidad internacional intervenga, aunque con “mucha precaución de que no parezca que es una validación del régimen”.
"Lo más importante es que Afganistán vuelva a ser protagonista en la atención del mundo, claro, junto a otros escenarios olvidados como lo es Yemen. La presión internacional de todos los pueblos del mundo debe ser intensa para que el talibán sienta presión y proceda a garantizar los derechos y libertades civiles de su población, especialmente de las mujeres”, concluyó.