Festival Timket-Ketera en Etiopía celebra la tradición
Cada enero, la celebración de la tierra africana no conmemora el encuentro de Jesús con los Reyes Magos como en Occidente, sino su bautizo.
El paisaje sonoro del festival Timket-Ketera, en Etiopía, es conocido en el mundo entero: en la iglesia excavada en piedra Lalibela muchos rezan, otros cantan y dan palmas, y algunos conversan en voz baja.
Todos forman unos círculos concéntricos en torno a la carpa blanca que alberga lo más preciado, lo venerable: los tabot; es decir, los cofres que atesoran una copia de la sagrada Arca de la Alianza, con los 10 Mandamientos.
Hechos de mármol, de alabastro o de madera de acacia, equivalen al tabernáculo de las iglesias católicas y jamás son vistos por los ojos humanos.
Cada enero, la celebración de la tierra africana no conmemora el encuentro de Jesús con los Reyes Magos como en Occidente, sino su bautizo.
Durante horas, el cortejo serpentea por las calles de Lalibela, decoradas de guirnaldas con los colores de la bandera nacional (verde, amarillo y rojo).
Los jóvenes entonan cánticos repetitivos acompañados por tambores, mientras las muchachas comienzan una exhibición de eskista, danza etíope de movimientos de hombros y busto hacia atrás.
Muy pronto, los grupos de chicos sostienen el envite y su baile deviene una carrera cada vez más vigorosa, cada vez más guerrera.
En Etiopía llaman con orgullo a Lalibela “la octava maravilla del mundo”, pues el grupo de iglesias rupestres constituye la joya turística del país.
Su construcción comenzó en el siglo XI por deseo del rey de la región de admirar una Jerusalén en este sitio de montañas áridas del norte.
Como si utilizaran un gigantesco serrucho, los constructores cizallaron la roca, hasta lograr con mimo el bloque central así liberado.
La obra resultó sorprendente y llevó a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura a incluir el sitio en 1978 en la lista del patrimonio mundial.