La ocupación dejó sin respirar al pintor Fathi Ghaben en Gaza
A pesar de la necesidad urgente de trasladarlo al extranjero por falta de medicamentos y oxígeno, las autoridades de ocupación no lo permitieron.
¿Cuántas veces dejó de respirar el pintor Fathi Ghaben en Gaza? En realidad, muchas. Desde hace años se asfixiaba por el olor de las bombas.
El pasado 25 de febrero el mundo supo de su muerte, lo supo después de una campaña internacional para trasladarlo a un lugar donde pudiera recibir tratamiento.
Sucedieron varias cosas antes de ese domingo. El fósforo blanco lanzado por “Israel”, por ejemplo, y esto era algo que agudizaba su enfermedad pulmonar, como un veneno amargo, como un golpe contra su nariz y sus bronquios.
Pero, hubo algo más: la metralla sionista no dejó en paz su casa en el campo de refugiados en Jabalia y destruyó sus obras, los sueños, las horas de creación…
Desde el Ministerio de Cultura de la Franja de Gaza mencionaron la necesidad de trasladar “al autor al extranjero por la falta de medicamentos y oxígeno por su padecimiento”, pero las autoridades de ocupación no lo permitieron.
Aquellos que respetaban su arte visual y admiraban la humildad de sus ojos lo visitaron en el hospital Shuhada al-Aqsa en Deir al-Balah.
La muerte del autor hizo recordar el año 1948, cuando él y su familia escaparon del pueblo de Harbia en medio de la Nakba, la limpieza étnica y el desplazamiento ante el avance de los militares israelíes.
Siguieron décadas de trabajo. Jornadas de vendedor de periódico. La afición por el dibujo estaba ahí, dentro de él. No pensaba ser un artista famoso. No pensaba nada, pero su trabajo se engrandecía de a poco.
Así pintó durante la década de 1980 Identidad, un cuadro donde un granjero cargaba el cuerpo de una mujer sin vida frente a la mezquita de Al Aqsa.
Cuando sus carteles desafiaron toda Gaza y Cisjordania, con figuras de tradiciones locales, el sionismo le dio una sentencia de seis meses de prisión.
Ese recordatorio llega porque su martirio no es en Palestina un deceso, sino la entrada a un submundo que solo se atraviesa con auténtico arte.