De Líbano a Irak: El viaje espiritual de Hassan Nasrallah
Hassan Nasrallah sintió desde pequeño una conexión enorme con las ciencias del Corán. Por eso ahora viaja hacia la urbe sagrada.
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De Líbano a Irak: El viaje espiritual de Hassan Nasrallah
“Llegó la hora”, anuncian. El joven de 16 años, con un boletín en el bolsillo, se abre paso entre la multitud que avanza apresurada hacia el tren.
No le han explicado sobre paradas o mapas; solo sabe que su destino es el seminario de la región santa de Najaf al-Ashraf, en Irak.
Las ciudades pasan unas tras otras. Muy lejos está la suya: Beirut, en Líbano. Las imágenes de sus padres, comerciantes de frutas, y de sus hermanos le llegan como en un soplo que acalla el ruido de las máquinas.
Hassan Nasrallah sintió desde pequeño una conexión enorme con las ciencias del Corán. Por eso ahora viaja hacia el centro educativo de la urbe sagrada.
Mientras mira pasar las montañas, recuerda: la huida familiar a Al-Bazouriyeh bajo los estruendos de la guerra civil, sus estudios secundarios en aquella ciudad del sur, y el día en que conoció al imán de Tiro, su Eminencia Sayyed Muhammad al-Gharawi.
Al llegar a Najaf, la cúpula de oro y los minaretes desafían el cielo. Sayyed Muhammad Baqir al-Sadr, el de palabra viva capaz de guiar el instituto, le habla a todos los discípulos. Entonces Nasrallah se acerca, y tras una reverencia, entrega la carta de presentación escrita por al-Gharawi.
Para iniciar sus estudios, lo ubican en el grupo tutelado por su Eminencia Sayyed Abbas al-Musawi. Y esta vez, la promoción rompe récord: logran en dos años lo que los alumnos de seminario generalmente necesitan en cinco.
El joven libanés continúa investigando por su cuenta, hasta que las autoridades iraquíes desatan una persecución contra los eruditos, y de nuevo llega la hora cero. Él sube a uno de los trenes y emprende el viaje de regreso a su país.
Aquel muchacho, de 18 agostos, nunca dejó de estudiar. Continuó en el seminario Imam al-Muntazar en Baalbek y cautivó a todos con su oratoria.
No se cansó de leer el libro sagrado, inició en el movimiento Amal, y como los viejos peregrinos, veneraba la ciudad santa de Najaf.