Con hornos de barro y bicicletas: ¿Cómo resistir a la destrucción?
La Franja de Gaza, el enclave marcado por el dolor y las continuas bombas de “Israel”, es también un lugar donde muchos buscan soluciones
Los nacidos en Palestina tienen algo en particular. Ya antes se levantaron de las cosas más extrañas y las más trágicas. Y siempre será así. La riqueza espiritual de un país se mide por la enormidad de su gente.
Por eso, la Franja de Gaza, el enclave marcado por el dolor y las continuas bombas de “Israel”, es también un lugar donde muchos buscan soluciones para sobrevivir.
Que no haya confusiones: todo estaría mejor si el sionismo no existiera, si 70 años de ocupación fueran solo mentira, si hubieran alimentos suficientes y los niños no fueran víctimas de los ataques de “Tel Aviv”…
¿Cómo coser con una bicicleta?
El sastre Aed Salha es un joven de la ciudad de Rafah que desde los 13 años ejerce el oficio heredado de sus padres.
Ahora, los cortes de electricidad y la falta de combustible para generadores alternativos le impiden usar su máquina de coser.
Dada tal realidad, unió su equipo a una a una bicicleta y sus dos hijos se turnan para pedalear y generar la energía necesaria para su funcionamiento.
“Se suponía que mis pequeños jugaran en la calle, pero su juguete es nuestro sustento motorizado para comer y vivir”, aseguró este emprendedor.
Como él, otros muchos artesanos de Gaza dependen de los movimientos de otras estructuras para operar su máquina y continuar su trabajo.
Proyecto de lavandería
En la misma urbe de Salha y bajo la tela de una tienda de campaña, el joven Saeed Al-Attar estableció un pequeño proyecto para lavar.
Al principio, con un panel solar encendía la lavadora. Luego sus vecinos comenzaron a llevarle demasiada ropa.
“Yo no aceptaba dinero de ellos, pero con el tiempo, el motor comenzó a fallar una y otra vez, y la cantidad de personas que llegaban con demandas aumentó, así que decidí que era necesario ampliar el negocio”, aseguró.
Su familia se sumó y entre todos se dividen las tareas de limpieza manual, preparación de la ropa y alimentación de unas 50 personas.
Embellecer en tiempos de destrucción
En el campamento de refugiados de Bureij, el babero de 26 años Abdullah Ramadan, reconstruyó su salón de belleza en un espacio precario, con un semitecho y una pared dañada por las agresiones sionistas.
Todas las mañanas, coloca algunas de las herramientas de afeitado restante sobre su mesa, y recibe a sus clientes con una sonrisa.
No muy lejos de allí, los aviones de ocupación bombardean la zona, testigo de la destrucción de cientos de viviendas.
Ramadan y muchos otros se niegan a abandonar su hogar y su comunidad, a pesar del objetivo de las fuerzas coloniales de aniquilar a la población.
¿Cómo cocinar con amor?
Nacida en Rafah, Najah Al-Najjar arroja leña al horno de barro que hizo con sus hijos para hacer pan a su familia y distribuirle a los desplazados.
"Tuvimos que encontrar una solución", explicó esta mujer, "el gas está cortado y necesitamos hornear y comer".
Este equipo, una herramienta ancestral, se convirtió en una necesidad vital en un lugar, donde la guerra dejó a la población sin acceso a recursos básicos.
Sus hijos buscan a diario leña, cartón, plástico y nailon para que ella logre encender el horno y prepare pan y comida.
Ella se queja de estar parada todo el día frente al fuego, bajo el sol abrasador, e inhalando todo el humo, pero es casi una obligación mantener a su familia.
La escena recuerda a la Nakba de 1948, cuando ante el avance de “Israel”, los palestinos tuvieron que recurrir a métodos antiquísimos de supervivencia.
Como dijo el poeta Mahmoud Darwish: “Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella". Y en este horno de barro, la esperanza sigue viva.