Jaffa, la tierra de las naranjas tristes
La ciudad palestina floreció por cuatro milenios antes de sucumbir al avance de “Tel Aviv”, con sus rascacielos y colonos extranjeros.
Son frutales acariciados por el viento. Su aroma entra por la piel y penetra, ¿será que realmente esta es la tierra de las naranjas tristes, como dijo el novelista?
Los nacidos en Jaffa, Palestina, cuidan los cítricos como a su propio cuerpo, como a sus pertenencias, como a su casa.
Por eso se indignan cada vez que “Israel” intenta apropiarse de sus cultivos, en un afán permanente para robarles el patrimonio.
Hecho en Jaffa
Los huertos extendidos junto a la costa de la nación árabe son una historia tejida hace cientos de años, según los investigadores.
Todos los pueblos se dedicaron a esta plantación, pero las naranjas de Jaffa destacaron por su cáscara gruesa, que permitía conservarlas por más tiempo.
Cada año, la cosecha movilizaba a trabajadores de países vecinos como Siria, Líbano e incluso Yemen.
Los marineros trasportaban las frutas en pequeñas barcas hasta llegar a un navío más grande que los llevaría a los mercados del Mediterráneo.
El territorio devino el centro de exportación a Europa, especialmente al Reino Unido, donde los productos ganaron fama por su alta calidad.
Incluso el cónsul de Estados Unidos en Jerusalén, de acuerdo con documentos publicados en 1886, recomendó a los agricultores de Florida imitar los métodos utilizados en Jaffa.
¿Pueden llorar?
El olor de las naranjas flotaba como perfume en la ciudad durante el inicio de temporada, en cada mes de octubre.
Su sabor estaba asociado a la lucha por preservar la tierra y la identidad, y también encarnaba parte de la cultura del pueblo.
Tanto fue así que el novelista palestino Ghassan Kanafani, en su cuento sobre la Nakba, el desplazamiento forzado de miles de palestinos ante el avance de tropas israelíes, utilizó la imagen de sus cultivos para representar la pérdida:
“En ese momento me di cuenta de que las naranjas eran algo precioso... y muy querido. Las mujeres las compraron y volvieron al auto. Tu padre dejó su lugar -que era al lado del conductor-, estiró el brazo, tomó una naranja, la contempló en silencio y estalló en llanto como un miserable niño pequeño”, relató el autor.
Tiempos de saqueo Jaffa floreció por cuatro milenios antes de sucumbir al avance de “Tel Aviv”, con sus rascacielos y colonos extranjeros.
La historia de su saqueo comenzó en 1939, cuando agencias sionistas comenzaron a apoderarse de las tierras de quienes estaban ausentes.
A pesar de la llegada de inmigrantes, la producción nacional seguía superando en cantidad y calidad, gracias a la destreza de los agricultores locales.
Estadísticas de 1937 indicaron que la superficie cultivada hasta esa fecha ascendía a unos 300 mil dunums (300 millones de metros cuadrados), y más de la mitad de ellos eran de los nacidos Jaffa.
Después la ocupación, con la violencia y el desplazamiento de ciudadanos, se apropió de las naranjas, símbolo de la riqueza y la identidad palestina.
Utilizaron los secretos de esas tierras para promover su producción, incluso empelando una pegatina con la palabra "Jaffa" para usurpar la herencia.
Sin embargo, el deterioro de la situación política y la escasez de agua provocaron la decadencia de la naranja, tanto en el mercado local como internacional.
El novelista Ghassan Kanafani captó el dolor de los desplazados: "Las naranjas se marchitan si cambia la mano que las cuida con agua".