La dura vida de los niños palestinos en el sur de Gaza
Millones de menores de edad viven en condiciones precarias junto a sus familias en tiendas de campaña improvisadas y a la intemperie, sin acceso a agua potable o combustible para cocinar.
Entre una agrupación de tiendas de campaña de desplazados en la ciudad de Rafah, al sur de la Franja de Gaza, camina Hamza Musabih, de seis años, apenas puede cargar tres galones de agua potable que lleva para su familia.
Descalzo, se detiene, contiene el aliento, vuelve a cargarlos y finalmente llega al refugio improvisado donde lo espera su madre. Ella, asegura, depende en gran medida de su hijo, sobre todo desde que su padre murió hace dos meses en un bombardeo israelí contra su casa del barrio de Shujaiya, en la ciudad de Gaza.
Hamza, su mamá y sus tres hermanos se alojan en una tienda de campaña de plástico cerca de la frontera con Egipto. Tras un éxodo desde Gaza hacia la aldea de Al-Mughraqa, llegaron a Rafah hace dos semanas.
Trabajos Duros
El pequeño también realiza “trabajos duros” todos los días como llenar agua, recoger leña y comprar lo necesario para la tienda, admite la afligida mujer.
Junto con su hermana Layan, de diez años, abastecen de agua a la tienda diariamente desde cualquier camión que vende o dona el vital líquido. Pero si no llega, como ocurre frecuentemente, recorren unos cuatro kilómetros para conseguirla.
En uno de esos puntos de abasto, cerca del hospital kuwaití de Rafah, Aisha Ali, también de diez años, espera junto a otra decena de niños en los grifos gratuitos para los ciudadanos.
Aisha ayuda a su madre con las tareas del hogar, lavar la ropa, cocinar, enjuagar y limpiar la tienda.
La pequeña también forma parte de los millones de desplazados desde el campamento de Jabalia, al norte de la Franja de Gaza, hace más de un mes.
Según cuenta, no tiene ninguna oportunidad de divertirse ni jugar, solo dormir varias horas debido al cansancio extremo.
Además de la falta de agua, los refugiados recogen leña para cocinar ante la escasez de combustible y gas.
Cansado de la guerra
La escuela Al Omriya de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, en Rafah, sirve ahora como centro de refugio. Muhammad Salama, de once años, lleva una batería de 18 amperios hasta la tienda de su familia.
A Muhammad y su familia también los obligaron a desplazarse de Jabalia a Rafah. Llega todos los días hasta el refugio con la batería y varios teléfonos móviles para cargarlos.
"Todos los días voy a buscar agua, leña y electricidad. Estoy cansado de la guerra", lamentó el pequeño.
Llenar sacos de arena
En el barrio saudita de la ciudad, varios muchachos llenan sacos de arena y baldosas que quitaron de las carreteras para rodear sus tiendas y protegerse de los torrentes de agua.
Abdul Qader Abu Al-Jidyan, a sus once años, sufrió junto a su familia el desplazamiento obligatorio del campamento de Jabalia hace aproximadamente un mes.
Termina de llenar su saco, pero no puede cargarlo y debe arrastrarlo.
Según describe, Abdul Qader, necesitan protegerse de la lluvia intensa y la noche fría. Él y otras cinco personas, duermen prácticamente a la intemperie desde el comienzo de la agresión.
En la ciudad de Rafah están refugiados aproximadamente 1,7 millones de ciudadanos desplazados desde diferentes zonas de la Franja de Gaza hacia la ciudad.