Tras nueve años de tiranía, región siria de Idlib despierta indignada
El periodista sirio Deeb Sarhan analiza en un artículo para la red Al Mayadeen los orígenes socioecónomicos del dominio de un cabecilla terrorista en el noroeste de Siria, y de las manifestaciones en su contra en las últimas semanas.
Apenas pasa una semana en la ciudad de Idlib, en el noroeste de Siria, sin que los pueblos y localidades de la región sean testigos de manifestaciones para pedir el derrocamiento de Abu Mohammad al-Joulani, cabecilla del grupo terrorista de Hay'at Tahrir al-Sham (HTS).
Estas protestas confirman el rechazo popular al control del grupo y de su cabecilla sobre la ciudad, iniciado hace nueve años, según documenta en un artículo publicado por la red Al Mayadeen el periodista sirio Deeb Sarhan.
De acuerdo con Sarhan, esta situación cobró auge como resultado de sus políticas represivas, además del deterioro de la situación económica y de servicios en la región, la interrupción de los medios de vida en los campamentos de desplazados en la zona rural de Idlib y su proximidad a una catástrofe humanitaria incontenible.
Seis meses atrás HTS alegó encontrar agentes externos en sus filas, e inició una campaña masiva de arrestos contra cientos de sus efectivos y líderes en Idlib y sus zonas rurales.
A juicio de los observadores políticos, el fin de al-Joulani era liquidar a quienes se le oponían dentro de la organización, pues los detenidos fueron sometidos a diversos tipos de torturas dentro de las cárceles de Tahrir al-Sham a manos del Servicio General de Seguridad.
Muchos fueron asesinados y enterrados en secreto en diferentes zonas de Idlib sin el conocimiento de sus familiares, hasta el descubrimiento de un cuerpo con huellas de tortura en la zona de Sheikh Bahr, al cual identificaron como un militante de la facción Ejército de los Libres, Abdul Qader al-Hakim, arrestado por HTS meses atrás.
Tal incidente encendió la ira popular en todo Idlib y fue la chispa de un estallido sin precedentes contra Al-Joulani y su organización, rememoró Sarhan en su artículo, y detalló los antecedentes de su ascenso al poder.
En marzo de 2015, el antes llamado Frente Al-Nusra tomó el control de la ciudad de Idlib e impuso sus propias leyes a los civiles. Abu Muhammad al-Joulani logró recabar enormes beneficios al hacerse del control de los ingresos de los cruces, las compañías petroleras, la agricultura, el comercio y la industria de la región .
Sobre la sangre de civiles fue construido este imperio económico, víctimas de los enfrentamientos de liquidación entre facciones armadas (antes aliadas), iniciadas con la guerra de cruces de Al-Joulani en 2017 para manejar todos los pasos alrededor de la gobernación.
Su nuevo estatus le permitió recaudar derechos de aduana, monopolizar la importación de materiales básicos, suministros para la vida y derivados del petróleo, y dominar el comercio de combustible proveniente del este del Éufrates, donde campean las llamadas Fuerzas Democráticas Sirias, otro grupo paramilitar.
De acuerdo con el artículo citado, Al-Joulani comenzó a chantajear a los civiles, impuso regalías, robó tierras y cultivos y los privó de sus derechos más básicos.
En tales circunstancias, los negocios y la producción agrícula disminuyeron por miedo a ser robados, sobre todo los propietarios de olivares, y la entrega llegó a niveles mínimos en una de las ciudades más productivas en la industria del aceite de oliva dentro de Siria antes de la guerra.
Campamentos de muerte lenta
Cientos de miles de civiles viven en condiciones inhumanas y en tiendas de campaña inhabitables en decenas de campamentos repartidos por la zona rural de Idlib; y la falta de calefacción lleva a la gente a quemar neumáticos, ropa y zapatos para protegerse de las duras olas de frío, describe el periodista sirio.
Al HTS controlar los campamentos, solo llegan migajas de la ayuda humanitaria enviada cada mes, como confirmaron fuentes locales a Al Mayadeen.
Según narraron, los convoyes entran desde de la frontera con Turquía a través de los cruces controlados por el grupo, y llevan la mercancía a sus almacenes centrales, desde donde salen cantidades limitadas para los necesitados, quienes recurren a comprar alimentos y bebidas a los miembros de la HTS encargados de vigilar esos recursos.
El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas suspendió su ayuda en toda Siria este año, lo cual tuvo consecuencias nefastas para la población desplazada (1,5 millones de personas), y en especial en los campamentos bajo el control de HTS, asegura el autor, y augura un desastre para los asuntos humanitarios durante los próximos meses.
Otra arista dolorosa del problema, refiere Sarhan, es el aumento de casos de cáncer, con “estadísticas aterradoras” en Idlib y sus zonas rurales, así como el Alepo, ante la falta de hospitales y centros especializados.
Los tratamientos de contrabando, procedentes de Turquía, tienen un muy alto costo, y los pacientes (unos cuatro mil 200) enfrentan condiciones de salud terribles, sin salida a su sufrimiento diario.
Tampoco hay esperanza de recibir asistencia fuera, pues Turquía se niega a recibirlos en sus hospitales y el grupo terrorista mantiene cerrados los cruces hacia zonas controladas por el Estado sirio, lo cual les impide llegar a los hospitales gubernamentales.
Aunque Damasco reiteró la disposición a recibirlos y tratarlos en sus hospitales de forma gratuita, como ocurre con otras gobernaciones, Al-Joulani rechazó la oferta e Insistió en comerciar con el sufrimiento de los pacientes, y chantajear a la comunidad internacional para obtener más ayuda y donaciones, aseguró el reportero.
En estos nueve años de control de HTS en el noroeste de Siria, los civiles enfrentaron además una grave escasez de servicios básicos y una interrupción continua del suministro de derivados del petróleo, cuyos precios, calculados en dólares, no cesan de aumentar, con un impacto directo en los productos básicos, como hortalizas y frutas.
De acuerdo con los datos presentados, el precio del litro de gasolina alcanzó los 1,3 dólares, y una bombona de gas doméstico alcanzó los 12,87 dólares.
“A la luz de esta realidad, la vida se ha vuelto muy difícil para los pobres y aquellos con ingresos limitados dentro de Idlib, y el poder adquisitivo se ha vuelto muy bajo, lo que ha llevado a duplicar el número de personas pobres en varias zonas de la ciudad, mientras que Al-Joulani y su organización controlan todos los aspectos de la vida dentro de Idlib”, detalló el artículo.
El artículo comentó la creación de varias empresas supuestamente independientes, con las cuales Al-Joulani negó tener relación, pero florecen bajo su protección y el periodista las considera sus “brazos económicos”.
Una de ellas es Watad, especializada en el comercio y la importación de combustible. Según fuentes de Al Mayadeen, importó petróleo ucraniano a través de compañías turcas por el cruce fronterizo de Bab al-Hawa y obtuvo el monopolio total de ese mercado en la región.
Otra firma relevante es Namaa, con múltiples especializaciones en bienes raíces, salud, licitaciones financieras y extracción y exportación de piedra y mármol. Radicada en la ciudad de Sarmada, cerca del paso fronterizo Bab al-Hawa y con un capital superior a los 12 millones de dólares estadounidenses.
Mediante la empresa Al-Yamamah, Al-Joulani dominó el sector agrícola y ganadero en el norte de Siria, tras monopolizar el comercio de aves, vacas y productos animales, además de imponer regalías a los agricultores.
Cada una de estas empresas genera centenares de miles de dólares en ganancias al caudillo, e igual cantidad en pérdidas a los pequeños comerciantes y agricultores, como resultado de su monopolio sobre las materias primas en los mercados y la imposición de impuestos a cada nuevo proyecto.
De ese modo detuvo la rueda económica en la región y duplicó su pobreza, en especial entre los productores agrícolas, analizó el artículo.
El daño más significativo, según describió, es al cultivo del olivo, con una reducción del 80 por ciento, pues sus dueños han perdido terrenos, o no pueden pagar el paquete tecnológico para su cuidado, y en algunos casos debieron talar árboles y quemarlos en el invierno.
La producción de trigo, principal fuente de ingresos para más del 70 por ciento de la población de la zona rural de Idlib y recurso clave en la seguridad alimentaria, se vio muy afectada por la falta de combustible y la disminución de las precipitaciones invernales.
Fuentes locales confirmaron a Al Mayadeen que ese cereal no cubre más del 30 por ciento de las necesidades reales, y por tanto los precios del pan experimentarán sucesivas subidas en los próximos días.
Los combatientes extranjeros están en todas partes
La presencia de combatientes extremistas extranjeros en varias regiones de Idlib es otra fuente de gran preocupación para la población siria. Esos personajes gozan de ventajas políticas, de seguridad, económicas y de servicios, tienen altos rangos de liderazgo y disfrutan la protección directa del cabecilla, según los presenta Sarhan.
Estos “yihadistas extranjeros” provienen de al menos 15 países: Arabia Saudita, Turkestán Oriental, Kosovo, Albania, Chechenia, Serbia, Macedonia del Norte y Francia.
Entre los más famosos cita al batallón albanés, el batallón uzbeko Imam al-Bukhari, el ejército checheno Jund Al Sham y el batallón táctico Al-Malhama, compuesto por combatientes chechenos, uzbekos y azerbaiyanos.
Su meta es desplazar a la población originaria y establecerse en sus aldeas, robar sus fuentes de sustento y expropiar sus tierras. Un caso evidente es en la zona de Jisr al-Shughur, controlada por el Partido Islámico de Turkistán y los Uigures desde 2015.
A la luz de la tensión popular, el deterioro de las condiciones de vida y el estado de caos en materia de seguridad en el norte de Siria, las protestas populares no deben calmarse pronto, estima el periodista.
Más bien deben ampliarse para incluir nuevas aldeas y localidades, y no esperarán los resultados de las negociaciones políticas o las maniobras militares para poner fin al expediente de Idlib y alzar su voz contra quienes les robaron sus tierras y sus medios de vida, vaticina Sarhan.