El pueblo de Níger quiere acabar con la resignación
Cada vez que los pueblos del Sahel se han levantado, han sido abatidos. Este fue el destino del presidente de Mali, Modibo Keïta, derrocado y encarcelado hasta su muerte en 1977, y del gran presidente de Burkina Faso, Thomas Sankara, asesinado en 1987. Es la condena que se ha impuesto a los pueblos de toda la región.
En 1958, el poeta y líder sindical Abdoulaye Mamani, de Zinder (Níger), ganó unas elecciones en su región natal contra Hamani Diori, uno de los fundadores del Partido Progresista Nigerino. Este resultado electoral planteó un problema a las autoridades coloniales francesas, que querían que Diori dirigiera el nuevo Níger. Mamani se presentó como candidato del partido de izquierda de Níger, Sawaba, una de las principales fuerzas del movimiento independentista contra Francia. Sawaba era el partido de los talakawa, los «plebeyos», o el petit peuple (‘pequeño pueblo’), el partido del campesinado y la clase trabajadora que quería que Níger hiciera realidad sus esperanzas. La palabra sawaba está relacionada con la palabra hausa sawki, que significa ‘librarse de la miseria’.
El resultado de las elecciones fue finalmente anulado, y Mamani decidió no volver a presentarse porque sabía que la suerte estaba echada en su contra. Diori ganó la reelección y se convirtió en el primer presidente de Níger en 1960.
Sawaba fue prohibida por las autoridades en 1959, y Mamani se exilió en Ghana, Mali y luego Argelia. «Acabemos con la resignación», escribió en su poema Espoir (‘Esperanza’). Mamani regresó a su país tras el retorno de Níger a la democracia en 1991. En 1993, el país celebró sus primeras elecciones multipartidistas desde 1960. El recién refundado Sawaba solo obtuvo dos escaños. Ese mismo año, Mamani murió en un accidente de coche. La esperanza de una generación que quería liberarse del dominio neocolonial de Francia sobre el país está expresada en la impresionante frase de Mamani “Acabemos con la resignación”.
Níger está en el centro del Sahel africano, la región situada al sur del desierto del Sahara. La mayoría de los países del Sahel estuvieron bajo dominio francés durante casi un siglo antes de salir del colonialismo directo en 1960, para caer en una estructura neocolonial que sigue vigente en gran medida hoy en día. En la misma época en que Mamani regresó de Argelia, Alpha Oumar Konaré, marxista y antiguo líder estudiantil, ganó la presidencia de Mali. Al igual que Níger, Mali arrastraba una deuda criminal (tres mil millones de dólares), en gran parte generada durante el régimen militar. El 60 por ciento de los ingresos fiscales de Mali se destinaban al servicio de la deuda, lo que significaba que Konaré no tenía ninguna posibilidad de elaborar un programa alternativo. Cuando Konaré pidió a Estados Unidos que ayudara a Mali con esta crisis de deuda permanente, George Moose, subsecretario de Estado para Asuntos Africanos durante la administración del presidente Bill Clinton, respondió diciendo que “la virtud es su propia recompensa”. En otras palabras, Mali tenía que pagar la deuda. Konaré dejó el cargo en 2002 desconcertado. Todo el Sahel estaba sumergido en una deuda impagable mientras las multinacionales cosechaban ganancias de sus preciosas materias primas.
Cada vez que los pueblos del Sahel se han levantado, han sido abatidos. Este fue el destino del presidente de Mali, Modibo Keïta, derrocado y encarcelado hasta su muerte en 1977, y del gran presidente de Burkina Faso, Thomas Sankara, asesinado en 1987. Es la condena que se ha impuesto a los pueblos de toda la región. Ahora, Níger vuelve a avanzar en una dirección que no gusta a Francia ni a otros países occidentales. Quieren que los países africanos vecinos envíen sus ejércitos para poner “orden” en Níger. Para explicar lo que está ocurriendo en Níger y en toda la región del Sahel, el Instituto Tricontinental de Investigación Social y la Asamblea Internacional de los Pueblos presentan la Alerta roja nº 17, No a la intervención militar contra Níger, que constituye el resto de este boletín.
¿A qué se debe el aumento del sentimiento antifrancés y antioccidental en el Sahel?
Desde mediados del siglo XIX, el colonialismo francés ha galopado por el norte, oeste y centro de África. En 1960, Francia controlaba casi cinco millones de kilómetros cuadrados (ocho veces el tamaño de la propia Francia) solo en África Occidental. Aunque los movimientos de liberación nacional desde Senegal hasta Chad consiguieron la independencia de Francia ese año, el gobierno francés mantuvo el control financiero y monetario a través de la Comunidad Financiera Africana o CFA (antes Comunidad Francesa de África), manteniendo la moneda francesa del franco CFA en las antiguas colonias de África Occidental y obligando a los nuevos países independientes a mantener al menos la mitad de sus reservas de divisas en la Banque de France.
La soberanía no solo estaba restringida por estas cadenas monetarias: cuando surgían nuevos proyectos en la zona, se topaban con la intervención francesa (como en el notable caso del asesinato del presidente burkinés Thomas Sankara en 1987). Francia mantuvo las estructuras neocoloniales que han permitido a las empresas francesas apoderarse de los recursos naturales de la región (como el uranio de Níger, que alimenta un tercio de las bombillas francesas) y han obligado a estos países a aplastar sus esperanzas mediante un programa de deuda y austeridad impulsado por el Fondo Monetario Internacional.
El resentimiento latente contra Francia se intensificó después de que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) destruyera Libia en 2011 y exportara la inestabilidad a toda la región africana del Sahel. Una combinación de grupos secesionistas, contrabandistas transaharianos y ramificaciones de Al Qaeda se unieron y marcharon al sur del Sahara para capturar casi dos tercios de Mali, amplias zonas de Burkina Faso y regiones de Níger. La intervención militar francesa en el Sahel a través de la Operación Barkhane (2013) y mediante la creación del proyecto neocolonial G-5 Sahel provocó un aumento de la violencia por parte de las tropas francesas, incluso contra civiles. El proyecto de deuda-austeridad del FMI, las guerras occidentales en Asia Occidental y la destrucción de Libia provocaron un aumento de la migración en toda la región. En lugar de enfrentar las raíces de la migración, Europa intentó construir su frontera sur en el Sahel con medidas militares y de política exterior, incluida la exportación de tecnologías ilegales de vigilancia a los gobiernos neocoloniales de este cinturón de África. El grito «¡La France, dégage!» (‘¡Francia, fuera!’) define la actitud de descontento masivo en la región contra las estructuras neocoloniales que intentan estrangular el Sahel.
¿Por qué hay tantos golpes de Estado en el Sahel?
A lo largo de los últimos 30 años, la política de los países del Sahel se ha erosionado gravemente. Muchos partidos con una historia que se remonta a los movimientos de liberación nacional e incluso a los movimientos socialistas (como el Parti Nigérien pour la Démocratie et le Socialisme-Tarayya de Níger) se han degenerado hasta convertirse en representantes de sus élites, que, a su vez, son conductos de una agenda occidental. La entrada de las fuerzas de contrabando de Al Qaeda dio a las élites locales y a Occidente la justificación para asfixiar aún más el escenario político, reduciendo las ya limitadas libertades sindicales y extirpando a la izquierda de las filas de los partidos políticos establecidos. La cuestión no es tanto que los líderes de los principales partidos políticos sean fervientemente de derecha o de centro-derecha, sino que, sea cual sea su orientación, no tienen independencia real de la voluntad de París y Washington. Se han convertido en “títeres” de Occidente.
A falta de instrumentos políticos o democráticos fiables, los sectores rurales y pequeño burgueses desechados de los países del Sahel recurren a sus hijos urbanizados en las fuerzas armadas para que los dirijan. Personas como el capitán de Burkina Faso Ibrahim Traoré (nacido en 1988), criado en la provincia rural de Mouhoun y que estudió geología en Uagadugú, y el coronel de Mali, Assimi Goïta (nacido en 1983), procedente de la localidad ganadera y reducto militar de Kati, representan estas amplias fracciones de clase. Sus comunidades se han visto totalmente marginadas por los duros programas de austeridad del FMI, el robo de sus recursos por las multinacionales occidentales y los pagos a las guarniciones militares occidentales en el país. Marginados, sin una verdadera plataforma política que hable por ellos, amplios sectores del país se han unido a las intenciones patrióticas de estos jóvenes militares, que a su vez han sido empujados por movimientos de masas —como sindicatos y organizaciones campesinas— en sus países. Por eso el golpe de Estado en Níger está siendo defendido en concentraciones multitudinarias desde la capital, Niamey, hasta las pequeñas y remotas poblaciones fronterizas con Libia. Estos jóvenes líderes no llegan al poder con un programa bien elaborado. Sin embargo, sienten cierta admiración por personas como Thomas Sankara: el capitán Ibrahim Traoré, de Burkina Faso, por ejemplo, lleva una boina roja como Sankara, habla con la sinceridad izquierdista de Sankara e incluso imita su forma de hablar.
¿Habrá una intervención militar prooccidental para derrocar al gobierno de Níger?
Las condenas del golpe de Estado en Níger no se hicieron esperar en Occidente (sobre todo en Francia). El nuevo gobierno de Níger, dirigido por un civil (el exministro de Finanzas Ali Mahaman Lamine Zeine), ordenó a las tropas francesas que abandonaran el país y decidió cortar las exportaciones de uranio a Francia. Ni Francia ni Estados Unidos —que ha construido la mayor base de drones del mundo en Agadez (Níger)— están dispuestos a intervenir directamente con sus propias fuerzas militares. En 2021, Francia y EE. UU. protegieron a sus empresas privadas, TotalEnergies y ExxonMobil, en Mozambique pidiendo al ejército ruandés que interviniera militarmente. En Níger, Occidente quiso primero que la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) invadiera el país en su nombre, pero el descontento masivo en los Estados miembros de la CEDEAO, incluyendo las condenas de los sindicatos y las organizaciones populares, impidió el avance de las “fuerzas de mantenimiento de la paz” de la organización regional. El 19 de agosto de este año, la CEDEAO envió una delegación para reunirse con el presidente depuesto de Níger y con el nuevo gobierno. Ha mantenido sus tropas en estado de alerta, advirtiendo de que ha elegido un “día D” no revelado para una intervención militar.
La Unión Africana, que inicialmente había condenado el golpe y suspendido a Níger de toda actividad sindical, declaró recientemente que no debía producirse una intervención militar. Esta declaración no ha impedido que corran rumores, como que Ghana podría enviar sus tropas a Níger (a pesar de la advertencia de la Iglesia Presbiteriana de Ghana de no intervenir y de la condena sindical de una posible invasión). Los países vecinos han cerrado sus fronteras con Níger.
Mientras tanto, los gobiernos de Burkina Faso y Mali, que enviaron tropas a Níger, han declarado que cualquier intervención militar contra el gobierno de Níger se tomará como una invasión de sus propios países. Se está debatiendo seriamente la creación de una nueva federación en el Sahel que incluya a Burkina Faso, Guinea, Mali y Níger, que suman una población de más de 85 millones de habitantes. Los rumores entre las poblaciones de Senegal a Chad sugieren que estos podrían no ser los últimos golpes de Estado en este importante cinturón del continente africano. El crecimiento de plataformas como la Organización de los Pueblos de África Occidental es clave para el avance político en la región.
El 11 de agosto, Philippe Toyo Noudjènoumè, secretario general del Partido Comunista de Benín, escribió una carta al presidente de su país y formuló una pregunta precisa y sencilla: ¿de quién son los intereses que han llevado a Benín a entrar en guerra con Níger para matar de hambre a su población “hermana”?. “Quieren comprometer al pueblo de Benín para que vaya a estrangular al pueblo de Níger por los intereses estratégicos de Francia”, continuó; “les exijo que (…) se nieguen a implicar a nuestro país en cualquier operación agresiva contra la población hermana de Níger (…) [y] escuchen la voz de nuestro pueblo (…) por la paz, la concordia y el desarrollo de los pueblos africanos”. Este es el estado de ánimo en la región: audacia para enfrentarse a las estructuras neocoloniales que han impedido la esperanza. El pueblo quiere acabar con la resignación.