Los Rohingyas, la víctima y el empleo político
Se reconoce que cualquier forma de opresión étnica y religiosa, represión, persecución sangrienta, bloqueos y deportaciones masivas es condenada. Y es obvio enfatizar la diversidad confesional dentro de este estado u otro, y traducir lo mismo en constituciones que garanticen la igualdad, la justicia y el derecho a expresar su identidad, se debe igualmente cesar las políticas de limpieza étnica y regional y las personas deben ser responsabilizadas y enfocar sus intereses desde ese punto de partida, puesto que ningún Estado o nación ha nacido dentro de sus fronteras, estructura y cultura actuales.

Después de eso, hay que admitir que ningún conflicto que se haya producido o se esté produciendo se basa en fundamentos puramente doctrinales o regionales, y no es ningún secreto que todos estos conflictos, no son más que máscaras de las luchas corporativas, los magnates financieros y empresariales y de las fuerzas poderosas de las economías internacionales y regionales.
La situación de los rohingyas en Myanmar o Birmania nos hace recordar muchos casos en los que el conflicto de recursos y empresas está tomando esta forma ideológica y regional, así como los derechos territoriales de los conflictos internacionales, entre ellos:
En 1967, con el descubrimiento de nuevos yacimientos petrolíferos en la provincia oriental de Nigeria, conocida como la región de Biafra, las compañías petroleras inventaron una crisis sectaria y organizaron masacres mutuas entre musulmanes y cristianos en la región y promovieron una amplia campaña que pedía la secesión del territorio (Cristiano). En muchos otros casos en África, las empresas europeas y norteamericanas han organizado masacres similares y recíprocas al estilo de los masacres de hutus y tutsis en Ruanda y Burundi, donde hubo un millón de víctimas.
También recordamos el papel de Inglaterra en avivar y emplear el odio sectario en un país asiático, Ceilán, y el resultado de la cuestión Tamil después que la India levantó su mano a cambio de acuerdos conocidos con la mayoría del singalés gobernante.
Por lo tanto, no hay una guerra civil aquí y allá que no haya sido inventada por las empresas o alimentada con máscaras ideológicas y regionales.
Y no parece la situación de los rohingyas está lejos de eso, a la luz de los siguientes datos:
Myanmar (Birmania) se encuentra en la bahía de Bengala y está poblada por las dinastías mongoles, que creen en el budismo (90 por ciento) junto con una minoría musulmana (sunnitas) de Bengala y los indios hindúes, antes de la independencia era parte del imperio de la compañía de la India del este, antes de que fuera ocupada por Japón en la primera guerra mundial, continuó como los otros países de los que Inglaterra se ha retirado, vagando en identificar su nueva frontera, incluyó la región Arakan con mayoría rohingya, que era un territorio disputado entre Birmania y Paquistán del este (luego Bangladesh).
Durante décadas, Arakan ha sido el foco de las empresas asiáticas, europeas y estadounidenses debido a los crecientes descubrimientos de petróleo y gas, así como de árboles de caucho.
Según se informa, el caso Rohingya se utiliza en el programa estadounidense contra China, tanto en el Mar de Bengala como en el Mar de China Meridional.
Las crisis de los Rohingyas y de Corea no carecen de sentido: donde consideran que Birmania, Myanmar y Corea del Norte están dentro del arco de los intereses y la influencia de China.
Es bien sabido que la inversión estadounidense en tensiones sectarias no es nueva en Asia, especialmente frente a China, desde la historia del Dalai Lama en el Tíbet hasta la ideología del choque de civilizaciones lanzada por Huntington y la incitación a las culturas orientales como un título engañoso a los principales conflictos sobre los recursos, mercados y futuro del mundo.
En suma, en la medida en que alzamos la voz contra la discriminación racial e ideológica y las campañas sangrientas que acompañan contra los rohingyas y otros, tanto como advertimos contra la explotación de las víctimas en la agenda, los intereses y las herramientas de las empresas, que exponen rápidamente el presunto rostro humano de las milicias armadas prediseñadas y programadas.
* Escritor y analista político jordano.