La salida de Colombia es la paz
Entrevista exclusiva de Resumen Latinoamericano con el Comandante Aureliano Carbonell, del equipo negociador por el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Al menos 64 masacres registra Colombia en lo que va de año. Los asesinatos de líderes sociales, de jóvenes, la violación de una niña indígena por siete soldados del ejército o el homicidio de un abogado, son apenas algunos de los hechos más recientes que conmocionan a un país que, en opinión de no pocos, se desangra y ve alejarse, cada vez más, el camino del histórico Acuerdo de Paz firmado en 2016 en La Habana.
Protestas populares, una compleja situación económica, cerca de 862 mil contagiados por la el coronavirus SARS-Cov-2 y alrededor de 26 mil muertos a causa de la Covid-19, la enfermedad que provoca el peligroso patógeno, dan forma a un contexto sobre el cual conversa Resumen Latinoamericano en exclusiva con el comandante Aureliano Carbonell, del equipo negociador por el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
– ¿Cómo analiza el ELN este panorama?
Ante todo quiero subrayar que el número de líderes asesinados tras la firma de la Paz ya alcanza los 1.021, los excombatientes asesinados después de la firma de la Paz suman 230 y cuando la gente sale a protestar indignada el 9 de septiembre, después del crimen cometido con el abogado Javier Ordóñez se reportaron 12 fallecidos por impactos de bala de la policía, o sea, en una sola noche ocurre otra masacre durante las manifestaciones y reacciones ante la brutalidad de los agentes del orden.
Por eso, mirando lo que vive Colombia, lo primero es que este gobierno ha revertido todos los intentos que se estaban haciendo para buscar unos caminos de diálogo y de paz, y ha avanzado en ese sentido. Eso explica las masacres, los asesinatos y las muchas situaciones de mi país.
Lo segundo es esto, a pesar de las formas dictatoriales que viene asumiendo este gobierno, hoy hay una gran resistencia y una dinámica de lucha en el pueblo colombiano, mucho mayor que en otros momentos.
En noviembre del año pasado se dio un paro nacional en el que participaron masivamente muchas personas en Bogotá y en otras ciudades. La huelga se prolongó por varias jornadas. El hecho tuvo como antecedente las grandes movilizaciones jalonadas por el movimiento estudiantil que venía en ascenso, pero fue interrumpido, al igual que en Chile, por la pandemia. Hubo un paréntesis que se está cerrando y otra vez empieza a darse una gran dinámica de movilización. Para el 21 de octubre está planteada la convocatoria a un paro nacional y para el 21 de noviembre una gran jornada nacional que esperamos sea fuerte, masiva, muy importante.
Este gobierno está mostrando una debilidad creciente que contrasta con el ascenso de las luchas de la población y también de la lucha en otras esferas que puede ir generando una situación un poco más crítica en el país y unas perspectivas más favorables para el desarrollo de la batalla popular.
Dentro de ese contexto es factible que las posiciones en el país a favor de la paz cobren aún mucha más fuerza y ahí estamos nosotros dispuestos a avanzar por ese camino, como lo hemos hecho todos estos años. Estamos planteando que haya una continuidad del proceso que se interrumpió por parte de este gobierno prácticamente desde que asumió el Presidente Iván Duque.
– ¿Qué piensan los trabajadores de Colombia, el pueblo, el trabajador, el campesino, el desocupado?
Yo creo que hay más conciencia que en otro momento, más malestar de sectores de trabajadores, de los campesinos, de los estudiantes, de los jóvenes y eso se nota en las movilizaciones que han ocurrido. Lo del 9 de septiembre fue algo muy fuerte, muy grande, que no se veía en Colombia quizás desde lo que se llamó el paro cívico de 1977.
Qué pasará en ese contexto con la situación tan grave que está generando la crisis económica, porque la gente no tiene para pagar el arriendo ni los servicios, no tiene empleo, no hay cómo pagar las deudas, y la recuperación económica van a intentar hacerla sacrificando aún más a la población. Eso tiende a crear un clima social muy complejo y quizás una conflictividad mucho más amplia. Vamos a ver qué pasa, pero la tendencia es a que la protesta social vaya a ser mucho más fuerte, igual a lo que puede pasar en otros países de América Latina y que ya se ve nuevamente en casos como Ecuador y Chile.
-¿Cómo valoran la presencia de las tropas de Estados Unidos en territorio colombiano y la agresividad del gobierno de Donald Trump, así como la reciente gira de Mike Pompeo por la región?
Hace unos años se planteó (Proclama de la CELAC) América Latina y El Caribe como territorio de paz, pero en este momento ante la política norteamericana de agresión hacia Cuba y en especial hacia Venezuela han colocado al gobierno colombiano como la punta de lanza para esa agresión, lo cual es muy grave.
Una guerra entre Colombia y Venezuela sería fatal, fatal para el continente, fatal para Venezuela, para el pueblo de ambos países, y cuál es el pretexto: la presunta salida de las drogas hacia Estados Unidos vía Venezuela, que es el Atlántico y resulta que el mayor productor de coca en el continente es Colombia y el 80 por ciento de la coca sale por el Pacífico. Es algo amañado.
Ahora plantean el ingreso de tropas norteamericanas con qué propósito: el de combatir el narcotráfico, con el objetivo de afianzar la agresión hacia Venezuela. Pretenden lo mismo que cuando hablaron en el caso de Iraq de las armas de destrucción masiva. Frente a eso hay que luchar para evitar que haya un ambiente de guerra, no podemos ahora entrar a agredirnos entre los pueblos cuando no es el interés de Venezuela ni de Colombia, es del interés de Estados Unidos.
Fíjese usted que no le están quedando las cosas fáciles a Trump, incluso lo que acaba de pasar cuando en Reino Unido no ratificaron en segunda instancia que el oro de Venezuela se lo entregaran al opositor Juan Guaidó. Eso es una expresión que va debilitando cada vez más esa línea que trazaron de presentar al autoproclamado Guaidó como el «presidente legítimo de Venezuela» cuando él no manda absolutamente sobre nada.
Se les ha caído el intento de invasión, de provocar un levantamiento interno. Están enredados y lo de ahora es que pretenden seguir apuntalando las posibilidades de la invasión.
– Hay quien dice que al Ejército de Colombia le costaría mucho invadir a países hermanos, a países latinoamericanos. ¿Qué pasará por el pensamiento y sentimientos, de un soldado colombiano al que se le insinúe o se lo quiera llevar a una guerra de ese tipo?
El sentimiento del pueblo colombiano no sería favorable a una agresión, a una guerra con Venezuela, de eso no hay duda, pese a la propaganda y la prensa.
Respecto al comportamiento que pueda tener el ejército colombiano, nosotros esperamos que se recuerde que fue fundado por el Libertador Simón Bolívar. Sin embargo, el ejército colombiano, las élites del país han estado históricamente muy subordinadas a los intereses y a la política estadounidense.
En Colombia las clases dominantes no tienen ningún halo de soberanía, de independencia y ahora es peor. Está mandando Álvaro Uribe, está mandando Iván Duque y su posición es de un arrodillamiento excesivo.
Por ejemplo, Trump dijo hay que fumigar y ellos a pesar de toda la oposición que hay sobre la fumigación, tratan de hacerlo como se pueda. Se hizo un acuerdo para una erradicación voluntaria y sustitución de cultivos y a Estados Unidos no le gustó eso, dice, erradicación forzada y ahí está. Lo que acaba de pasar con la elección para el BID, Colombia fue la que apoyó que se nombrara a un estadunidense, algo que nunca se había dado en el Banco Interamericano de Desarrollo.
La posición de este gobierno de facilitar, de ayudar la política norteamericana frente a Venezuela podría seguir dando ejemplos pero serían interminables que indican la conducta tan servil de las clases dominantes colombianas y de este gobierno en particular, frente a los intereses y la política de la Casa Blanca.
– ¿Podría plantearse que hay como un adormecimiento, un retardar en la necesidad de diálogo y de alcanzar la paz tan importante con la otra guerrilla, el ELN, y que por la inserción social que tienen en Colombia era fundamental sentarse en una mesa de diálogo?
Duque no tiene la misma predisposición que el gobierno de Juan Manuel Santos para alcanzar la paz. Hay un hecho en enero del 2019, que es tomado como excusa: el ataque a la escuela de oficiales. Creemos nosotros que ese fue el pretexto del gobierno de Duque para congelar la mesa de diálogo y también más adelante le sirve a Estados Unidos para incluir a Cuba en una lista unilateral y absurda, donde supuestamente Cuba no hace todo lo que debería en la lucha contra el terrorismo.
Tenemos una situación de congelamiento de los diálogos, tenemos una mesa de diálogo instalada en La Habana y una presión muy grande por una parte del gobierno de Duque y por otra parte tenemos necesidad de que esos diálogos se retomen.
– Ustedes son 10 comandantes y altos mandos del ELN que están en La Habana como país garante de estas negociaciones desde el año 2018. Nos gustaría conocer ¿cómo analizan ustedes toda esta situación?
Nosotros seguimos firmemente empeñados en forzar caminos de paz en Colombia y en ese sentido a pesar de todos los problemas seguimos planteando que hay que darle continuidad al proceso que se inició ya de comunicación.
En eso nos mantenemos firmes y seguimos respaldando que la salida de Colombia es la paz y tenemos plena disposición para avanzar en esa línea. Eso es lo primero.
Lo segundo es esto, el Gobierno colombiano se ha quedado muy solo en esa agresión que hizo sobre Cuba, acusándola, exigiéndole el que regresara la delegación para detenerla. Por qué se ha quedado solo, porque esos son acuerdos firmados ante garantes internacionales y esa es una base sin la cual no se desarrolla ningún proceso de conversación.
Ese es un principio universal de respetar los acuerdos que se hacen para garantizar la seguridad de los negociadores; por eso es que Noruega, que es un país garante, y que anda muy comprometido con la paz en distintas regiones del mundo, asumió una posición muy clara. Igual Cuba que se paró muy firme.
Pero qué respaldo internacional fuera de Estados Unidos está teniendo Colombia para semejante barbaridad, ahí está violentando todas las reglas. El negociador con las FARC, De la Calle, advirtió que esos protocolos hay que respetarlos; el jefe de la delegación cuando se inició el proceso con el ELN Juan Camilo Restrepo se pronunció de forma similar.
Por otra parte, el gobierno de Duque nunca se sentó con el ELN. Este gobierno no tiene una disposición de avanzar en la paz y no es solo con nosotros. Es el comportamiento de este gobierno en el proceso y en los acuerdos con las FARC. No se avanza en el cumplimiento de esos acuerdos. ¿Qué respeto hay a los acuerdos cuando tenemos 230 excombatientes asesinados o cuando siguen los asesinatos de los líderes sociales o cuando se da el incremento de las masacres en Colombia, o hechos tan bochornosos como los 12 muertos del 9 de septiembre?
Para eso se necesita un pueblo movilizado, se necesita un gran bloque de posiciones populares, democráticas y se necesita un gran ambiente favorable en el pueblo y en sectores medios y en distintas corrientes políticas hacia la paz porque ellos no lo van a hacer por las buenas, es obligado, si lo hacen es obligado, tendrán que sentarse.
Y en ese sentido está avanzando el país, están avanzando las fuerzas de la oposición. En las elecciones del 2018, por primera vez llegó un sector que no era del establishment que obtiene un 43 por ciento de la votación. Y hay un ambiente en ese sentido que va creciendo favorable y esa es la esperanza.
– ¿Qué piensa el ELN del rol de los garantes humanitarios, en este caso de Cuba y Noruega?
La experiencia que nos ha dejado este proceso es que la presencia de los garantes internacionales en un proceso de paz es muy importante y en ese sentido valoramos mucho la posición, la participación, el respeto que han tenido Cuba, Noruega, en especial porque son los que han dado más continuidad en su permanencia como garantes. Venezuela también lo ha hecho pero con las dificultades que tiene con Colombia le ha sido más difícil lograr la misma fuerza, la misma participación que los otros dos países.
En tanto ellos son respetuosos de las leyes internacionales. Han sido respetuosos de los acuerdos.
– Comandante, cuando el Secretario General de la ONU António Guterres y el Papa Francisco llamaron, en marzo, a un alto al fuego en todo el mundo tras declararse la pandemia de la Covid-19, especialmente en las zonas de grandes conflictos. El ELN se sumó a esa iniciativa de forma unilateral de manera inmediata. ¿Qué sería necesario para que se reactiven los diálogos de paz?
Ante el llamado hicimos el alto al fuego, pero el gobierno colombiano nunca dio una respuesta. En ese momento el ELN dice, estamos de acuerdo y le planteamos al gobierno que hagamos un cese bilateral de 90 días tal como lo pedía la Resolución del Consejo de Seguridad a fin de facilitar toda la situación de afrontar la pandemia.
El Papa volvió a pronunciarse pero el gobierno colombiano no dijo nada, no respondió nada y eso muestra el carácter de esta administración y su actitud hacia la paz ¿Qué habría que darse para que pueda hacerse un cese al fuego?, que el gobierno lo facilite. Nosotros estamos totalmente abiertos y creemos que es válido.
Ya para reiniciar el proceso no estamos poniendo ninguna condición. Estamos diciéndole al gobierno sentémonos ya. Somos dos partes y el proceso tiene que tener una bilateralidad, de lo contrario no será exitoso. Lo que necesitamos es que ellos cambien y para lograrlo hay que obligarlos.
– Comandante, ¿hay, en este panorama tan complicado esperanza para construir la paz con justicia y con dignidad para el pueblo colombiano?¿Qué haría falta, alguna vez la tendremos o seguiremos contando masacres?
Creo que hay que mantener la esperanza, el futuro de Colombia tiene que ser la paz, nosotros le apuntamos a eso. El objetivo, cuando nos sentamos a la mesa, la agenda que se pactó con el gobierno decía, vamos a sacar la violencia de la oligarquía y en ese sentido ese es el propósito, pero eso lo tenemos que hacer las dos partes. La oligarquía no puede seguir masacrando, con el terrorismo de Estado o con el paramilitarismo, asesinando a los manifestantes. Ella es la que ejerce su poder de una manera violenta y yo creo que en Colombia eso se demuestra más que en otros países.
Un fallo reciente de la Corte Suprema de Justicia, que no es nada de izquierda, le dijo al gobierno que debe respetar la protesta social. Ellos son los que ejercen la violencia. Entonces saquemos la violencia de lado y lado.
Y en ese sentido no hay que perder la esperanza. Cada vez la fuerza de los sectores que quieren en Colombia un cambio va siendo mayor y eso es lo que va a garantizar que transitemos hacia otra realidad y por otros caminos. Nosotros mantenemos la esperanza y estamos en esa disposición, hay que avanzar por ese sendero.
– Un mensaje para la izquierda latinoamericana, para los partidos, para las organizaciones…
Para los revolucionarios y los pueblos latinoamericanos un abrazo de hermanos y un saludo de esperanza, en qué sentido de esperanza, volvemos a transitar por momentos de una mayor presencia de los pueblos nuevamente, eso se expresa en lo que ha pasado en Chile, el epicentro del neoliberalismo. Eso indica que hay otros momentos en nuestra área geográfica. Las protestas que se dieron en Ecuador son campanazos. Lo de Argentina, hubo un gran ascenso de la lucha y eso se canaliza a través del triunfo de Alberto Fernández y de Cristina y la derrota de Mauricio Macri.
En Bolivia, hay en estos momentos el forcejeo, vamos a ver, quizás muy difícil. Sacaron a Evo con un golpe y ahora vamos a ver pues se habla de que van a dar otro golpe si llega el MAS.
Decirles también que el ELN está comprometido con la paz de Colombia, del continente pero también está comprometido con la causa de los pobres, está comprometido con el continente y su soberanía. Está comprometido con el futuro de América Latina y de Colombia.
En ese sentido damos la solidaridad a los otros pueblos, a los hermanos de lucha y también hemos recibido solidaridad de los revolucionarios latinoamericanos y de las fuerzas progresistas de la región.