Kamil Abu Hanish: “Salimos fuertes, el carcelero fue quien perdió la cordura”
El exprisionero Kamil Abu Hanish, miembro del Buró Político del FPLP y uno de los fundadores de las Brigadas Mártir Abu Ali Mustafa, ofrece a Al Mayadeen su testimonio personal.
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Kamil Abu Hanish: “Salimos fuertes, el carcelero fue quien perdió la cordura”
No cabe duda de que la experiencia del cautiverio en las prisiones de la ocupación israelí es única en su dureza y significado, sobre todo cuando se prolonga durante años.
El preso pasa ese tiempo en un estado constante de aprendizaje y resistencia, ya sea con la palabra o con la acción.
Esa es la historia de muchos prisioneros palestinos, especialmente de quienes fueron liberados en los recientes intercambios impulsados por la resistencia desde el inicio de la operación Diluvio de Al-Aqsa.
La trayectoria del exprisionero Kamil Abu Hanish, miembro del Buró Político del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y uno de los fundadores de las Brigadas Mártir Abu Ali Mustafa, trasciende el testimonio personal: es en sí misma una forma de lucha.
Su experiencia refleja la conciencia colectiva que maduró en las celdas de la ocupación, donde se forjó una generación que ve en la prisión no un final, sino otro frente de desafío y resistencia.
Desde detrás de los barrotes escribió libros y estudios, haciendo del lápiz una prolongación del fusil y de la palabra un campo de batalla con el enemigo.
En esta conversación con Al Mayadeen, Abu Hanish repasa su recorrido: del activismo estudiantil a la resistencia armada, del arresto a la lucha cultural y política con la pluma.
¿Quién es Kamil Abu Hanish? ¿Cuándo comenzó tu historia con el encarcelamiento?
Soy Kamil Saeed Hassan Abu Hanish, nacido en la aldea de Beit Dajan, en el distrito de Nablus. Estudié en su escuela y participé desde joven en las actividades de la Primera Intifada en 1987, dentro de la Unión de Comités Estudiantiles de Secundaria.
Durante mis años universitarios, entre 1994 y 1999, estuve profundamente involucrado en el trabajo estudiantil.
Llegué a encabezar el Frente de Acción Estudiantil Progresista, y posteriormente asumí la dirección del Oficina Central de Estudiantes del FPLP en Cisjordania, responsable de las universidades y los estudiantes de secundaria.
Cuando estalló la Segunda Intifada, me incorporé plenamente a la resistencia armada, hasta que fui arrestado el 15 de abril de 2003.
¿Te interesaba el periodismo antes de ser encarcelado o ese camino comenzó en prisión?
Antes de ser detenido no estaba dedicado de lleno al periodismo ni a los medios. En aquella época la prensa no era tan desarrollada como hoy, aunque, aun así, publicábamos un boletín llamado Hanthala, que dirigí durante cuatro años y donde abordábamos los temas estudiantiles y universitarios.
También fui editor de un periódico estudiantil llamado Al-Hadaf al-Tullabi (El Objetivo Estudiantil), que publiqué durante un año.
En prisión, sin embargo, llevamos la labor periodística a otro nivel. Fundamos el sitio Hanthala para presos y liberados, gestionado por nuestros amigos y camaradas en Gaza. Les enviábamos artículos, libros y estudios en grabaciones de audio.
A través de esa experiencia, logré desarrollar un nuevo estilo tanto en el artículo político como en el ensayo literario y cultural.
"La prisión transformó nuestra conciencia: aprendimos a comprender a la sociedad israelí con mayor profundidad”
¿Cómo influyó la experiencia del encarcelamiento en tu visión de la causa palestina? ¿Y qué papel jugó en tus decisiones futuras dentro del ámbito mediático?
La etapa en prisión fue compleja y dejó una huella profunda en nuestra conciencia. Antes del cautiverio no teníamos el nivel de madurez, cultura ni capacidad organizativa que alcanzamos después.
En la cárcel, sin embargo, creamos espacios de formación: actividades culturales, educativas y de concienciación; programas académicos y de estudio; y un trabajo organizativo que nos mantenía siempre activos.
Nosotros, los prisioneros con formación universitaria, asumíamos la tarea de enseñar a los más jóvenes. Así, la prisión se convirtió en un auténtico taller de educación y crecimiento personal.
Esa experiencia enriqueció enormemente mi vida cultural, pero lo más importante fue el descubrimiento de mi vocación como escritor de narrativa.
Descubrí que podía escribir novelas, poesía, crítica literaria y ensayos políticos. Me dediqué a hacerlo con perseverancia, publicando artículos en series que a veces llegaban a cuarenta entregas.
Pocos presos escribían dentro de las cárceles, pero yo mantuve esa disciplina durante más de veinte años. Ni la enfermedad ni el cansancio lograron apartarme de la escritura.
Así logré reunir una producción literaria y política tan extensa que incluso yo mismo me sorprendí al salir y ver todo lo que había acumulado. Sentía que podía escribir sobre cualquier tema, sin límites.
La prisión puede ser un lugar de destrucción moral, psicológica y social; o, por el contrario, una oportunidad para fortalecer la cultura, la conciencia y la firmeza del militante.
Cuando el luchador se quiebra espiritualmente dentro del presidio, queda anulado, aunque siga con vida.
Por eso consideramos siempre el espacio carcelario como un nuevo frente de lucha: había que cuidar a los jóvenes recién llegados, acompañar a los demás, mantener la moral alta y convertir cada día en un acto de resistencia.
De no haber existido ese espíritu de desafío, jamás habríamos resistido tantos años de cautiverio.
¿Qué te llevó a elegir la escritura y el periodismo dentro de la prisión?
Francamente, nunca imaginé que me convertiría en un escritor tan prolífico ni que me dedicaría al periodismo con semejante intensidad.
Pero la experiencia del encarcelamiento y la determinación de desarrollar nuestras capacidades nos empujaron a ello.
Como presos, teníamos la responsabilidad de alimentar con textos el portal que habíamos creado fuera de los muros: artículos, informes, comunicados… todo lo que mantuviera viva la voz de los cautivos.
Así nació mi inmersión en la escritura. De hecho, publiqué un libro titulado La escritura y la prisión, premiado por el Ministerio de Cultura palestino durante la guerra.
En él relato con detalle cómo comenzó mi proceso creativo: mis inquietudes, la manera en que desafiábamos al carcelero para conservar la palabra y el papel, cómo lográbamos hacer salir los textos al exterior y cómo cada página era una batalla contra el silencio.
¿Todas tus habilidades periodísticas las adquiriste en prisión? ¿Cómo ocurrió ese proceso?
Sí, todas. Fue dentro del cautiverio donde desarrollé, de forma autodidacta, un estilo propio en la escritura literaria, política y crítica.
Sin proponérmelo, me convertí en crítico y llegué a publicar los libros La dialéctica del tiempo y el espacio en la poesía árabe y Reflexiones sobre la poesía palestina moderna, editados también por el Ministerio de Cultura.
A ello se suman decenas de estudios, ensayos y artículos que abarcan diferentes campos del pensamiento y la literatura.
¿Te ayudó la prisión a comprender mejor a tu adversario y a desarrollar estrategias para enfrentarlo? ¿Escribiste específicamente sobre esto?
Por supuesto. Quien vive la experiencia del cautiverio debe leer la prensa hebrea a diario y seguir los medios israelíes. Además, nos formamos en estudios israelíes; incluso obtuve una maestría en la materia, lo que profundizó mi comprensión de la sociedad sionista.
Mi interés por el judaísmo me llevó a estudiar durante más de diez años los textos de la Torá y el Talmud, así como la enciclopedia de Abdelwahab El-Messiri sobre judaísmo y sionismo.
Ese estudio exhaustivo de libros israelíes nos proporcionó un conocimiento profundo sobre lo que ocurría dentro de “Israel”. Por ello, cuando escribíamos para el exterior, muchos se sorprendían del nivel de madurez y análisis de nuestros textos.
La mayor parte de mis artículos políticos estaban centrados en "Israel". Junto al académico Aql Salah, publiqué varios libros, entre ellos Un Estado sin identidad, que analiza las contradicciones internas de la sociedad israelí.
Ese texto incluso anticipó la explosión social de 2022, cuando estallaron protestas masivas reflejando la división y las tensiones acumuladas dentro del país.
“Quien comprende bien el judaísmo y la colonización sionista entiende que ante un golpe fuerte —como el del 7 de octubre— la reacción será brutal”. Quien estudia y entiende la mentalidad colonial judía sabe que ante un impacto considerable, su respuesta será violenta y desmedida. Por eso, los hechos posteriores no nos sorprendieron.
¿Te refieres a que esta violencia tiene raíces en la Torá y en textos religiosos judíos?
Sí. Quien lea la Torá, en particular el Libro de Josué —conocido como el texto de la exterminación y las masacres—, encontrará ejemplos claros.
Por ejemplo, se describe la masacre de Jericó, hace tres mil años: soldados judíos sitiaron la ciudad y exterminaron a todos, desde niños hasta ancianos, incluyendo animales.
Los propios israelíes se jactan de estas matanzas, y más tarde, el Libro de Josué inspiró a los colonos que se asentaron en Norteamérica, quienes durante tres o cuatro siglos exterminaron a los pueblos indígenas.
Hoy en día, "Israel" enseña fragmentos de este libro en escuelas y cuarteles, inculcando desde la infancia un modelo de violencia.
Incluso existen rabinos militares que distribuyen folletos durante las guerras, alentando a los soldados a cometer masacres sin culpa ni remordimiento.
¿Cómo puede el periodismo convertirse en una herramienta para la continuidad de la resistencia y la liberación?
No cabe duda de que los medios juegan un papel crucial en la resistencia. Estamos en un proceso de liberación nacional prolongado, y debemos desarrollar todas las formas de lucha: política, diplomática, cultural, económica y también mediática.
El periodismo debe dirigirse al mundo, porque la opinión pública internacional es parte de la batalla.
Si miramos los ejemplos de movimientos de liberación nacional alrededor del mundo, observamos que la conciencia global influyó de manera decisiva en sus victorias.
Por ello, la comunicación es esencial para transmitir la realidad de la ocupación y las agresiones, como sucedió con la cobertura de la guerra de exterminio contra Gaza. Sin la intervención mediática, la reacción global habría sido mucho más limitada.
¿Cuál es el mensaje que deseas transmitir a través de los libros que escribiste en prisión?
Escribiendo, uno envía un mensaje sobre aquello en lo que cree firmemente. Mi intención fue mostrar que el ser humano puede desafiar las circunstancias, desarrollar sus capacidades y no rendirse ante el destino.
Nosotros, como luchadores que hemos dedicado nuestras vidas a la causa nacional, consideramos que la pluma puede ser un arma tan valiosa como el fusil.
Tuve el honor de participar en la lucha con piedras en la Primera Intifada, con armas en la Segunda, y con la pluma durante la prisión.
Por eso siempre vi la escritura como un acto sagrado de resistencia. No es menos importante que la lucha armada o la política.
Durante mi encarcelamiento, me ocupé especialmente de redactar artículos políticos y análisis sobre la sociedad y las políticas israelíes.
¿Consideras que el activismo mediático y cultural es una extensión de tu resistencia por la libertad? ¿Por qué?
Definitivamente. La lucha mediática y cultural es otra forma de resistencia nacional dentro del combate por la liberación.
No podemos descuidar la batalla cultural: el colonizador sionista intenta borrar nuestra civilización y cultura, apropiándose de nuestro pasado cananeo, nuestros nombres, nuestras ciudades y parte de nuestra historia, a la que él denomina “cultura judía”. Todo ello fue robado de nuestro patrimonio histórico.
Por ello debemos luchar para recuperar y proteger nuestra herencia cultural.
La resistencia cultural y mediática refuerza nuestra estructura social y nuestro fundamento histórico: la guerra no se libra solo en el campo de batalla, sino también en los terrenos de la conciencia y del pensamiento.
La frase de Moshe Dayan: “Sacaremos de las cárceles a prisioneros mentalmente enfermos y dependientes de la sociedad”, ¿cómo respondes a esto? ¿Coincide con la realidad de los liberados?
Esa afirmación provoca, primero, una sonrisa irónica. Todos los colonizadores dicen cosas semejantes para justificar su ocupación.
La verdad es que las cárceles se convirtieron en auténticas universidades que formaron a cientos de líderes y militantes.
¿Cómo explicar, si no, que figuras como Yahya Sinwar emergieran como héroes tras su liberación, o que Samir Quntar se convirtiera en un símbolo tras 30 años de prisión?
Muchos prisioneros continuaron con su militancia política y social; la mayoría de los liberados son jóvenes luchadores, intelectuales, creadores, escritores, poetas y académicos.
Al contrario de lo que Dayan predijo, el prisionero palestino mantiene su conciencia y compromiso con la causa nacional, reflejando en su comportamiento la disciplina y los valores de quien ha dedicado años a la lucha.
Por otro lado, si visitamos las cárceles, veremos que quien realmente padece trastornos psicológicos es el carcelero israelí, víctima de su propia violencia y crueldad.
La forma en que nos trataron —de manera inhumana y degradante— demuestra que la brutalidad los corroe tanto física como mentalmente.
En un poema que escribiste en prisión, y que fue entonado para apoyar la resistencia del pueblo en Gaza, empiezas diciendo “Resistimos este asedio con un sueño”, ¿puedes contarnos más sobre su historia?
Es un poema que escribí en la prisión de Ramon hace cuatro años. Lo compartí entonces mediante una grabación de audio, pero tras mi liberación me llevé una grata sorpresa: el profesor Mahmud Awad, músico de la Universidad de Birzeit, tomó el poema y junto a su grupo lo puso en música y lo cantó.
Sentí una enorme alegría al escucharlo, porque esos versos, nacidos entre muros, finalmente alcanzaron libertad a través de la canción.
Si no hubiera habido ocupación ni pasado por la experiencia del cautiverio, ¿cómo habrías imaginado tu futuro?
Honestamente, nunca me imaginé una vida normal. Nací bajo una ocupación injusta, y desde 1987 mi vida estuvo ligada al activismo nacional.
Siempre he visto mi existencia como un compromiso con la causa: no me concebí como médico, profesor o comerciante; siempre me he visto como un luchador activo en todos los frentes y espacios posibles.
Tras mi liberación, continuaré mi lucha hasta el último aliento, utilizando diferentes herramientas: la pluma, la cultura, la educación y otras formas diversas de resistencia.