Los jeques del Golfo... “lo tragicómico” en la escena política
Con la independencia de los estados del Golfo a mediados de los años sesenta y principios de los setenta, las herramientas de Washington se multiplicaron en la región, hecho que la ayudó a implementar sus planes y proyectos.
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Los jeques del Golfo... “lo tragicómico” en la escena política
Después del primer encuentro entre el presidente estadounidense Roosevelt y el rey saudí Abdulaziz el 14 de febrero de 1945 - los otros países de la región aún no eran independientes para ese momento - la región del Golfo era la segunda trinchera de defensa de la entidad sionista después de Jordania; esto lo había estado planeando Washington junto con Londres durante mucho tiempo; lográndose esto con la “Declaración Balfour” y un año antes con los planes de partición de “Sykes-Picot”, y luego con la resolución de partición de las Naciones Unidas.
Después de 1945, Arabia Saudita, junto con Irán bajo el Sha (hasta 1979), y Turquía bajo la gestión de Adnan Menderes (1950-1960), jugaron un papel importante en la protección de los intereses estadounidenses, el principal de los cuales era el de garantizar la seguridad estratégica de “Israel”.
Con la independencia de los estados del Golfo a mediados de los sesenta y principios de los setenta, las herramientas de Washington se multiplicaron en la región, hecho que la ayudó a implementar todos sus planes y proyectos, y movilizar todo el potencial material y moral de los estados antes mencionados, es decir, incluido el uso de la religión y del conflicto sectario.
Washington quería que los regímenes de estos países ofrecieran “todo lo que estuviera a su alcance” a todo lo que sea islámico, siempre y cuando este Islam les sirva de una forma u otra; Arabia Saudita asumió públicamente la responsabilidad de apoyar y financiar a todos los islamistas de la región, siempre que estos estén en contra de cualquiera que se oponga a los intereses estadounidenses, sea cual sea su nomenclatura: comunismo, izquierda, nacionalismo secular o incluso liberalismo independentista, en momentos en el que los otros regímenes hacían lo que estaba a su alcance, interna y externamente, en secreto y en público, cada uno según el papel que se le encomendaba a nivel regional e internacional.
El golpe de Hamad al Thani contra de su padre en junio de 1995 puso a los regímenes antes mencionados frente a rivalidades ocultas y públicas, compitiendo entre sí para demostrar su lealtad a la “sublime voluntad” en Washington, la cual decidía y sigue decidiendo el destino de todos estos estados; la “Primavera Árabe” fue la prueba más importante para estos regímenes que se apresuraron a adoptar los postulados estadounidenses y occidentales sobre democracia, libertad y derechos humanos en los países de esta “Primavera”, sin mencionar que quienes lo planteaban eran “sordos mudos y no entienden estos postulados”; estos regímenes se juntaron en Túnez, Egipto y Yemen, luego se precipitaron hacia Siria y Libia, olvidándose que Ibn Ali, Mubarak y Ali Abdullah Saleh eran todos sus aliados, cuando se encontraban juntos dentro de los límites de la arena estadounidense.
Esta carrera no se mantuvo dentro de sus límites “razonables”, más bien, estos regímenes y sus cuerpos de inteligencia compitieron entre sí para formar el mayor número posible de grupos armados, apoyarlos y financiarlos, con el fin de beneficiarse de ellos en sus cálculos futuros, como fue el caso de Siria; y después de años de apoyo y adopción de los “talibanes” y “al Qaeda”, la familia al Saud (Arabia Saudita) perdió esta carta, que ahora está en manos de la familia al Thani, y estos compiten con sus hermanos de religión y confesión, pero con el apoyo de un país importante como lo es Turquía; el enemigo histórico y tradicional de la familia al Saud, y eso fue suficiente para que Washington lograra alcanzar a más de un pájaro con una sola piedra, por medio de la alianza qatarí-turca, especialmente después del golpe de al Sisi en Egipto, y la división de la región en dos polos:
El primero es liderado por Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (con sus encuentros y desencuentros según el estado de ánimo), el segundo es adoptado por Qatar y lo dirige Turquía como un país no árabe que quieren que compita con Irán; mientras que los otros países oscilan entre los dos polos, y un pequeño número no quiere involucrarse en problemas que no puede sortear a pesar de los eventos por los que atraviesa, como es el caso del golpe de estado en Sudán, el intento de derrocar al rey Abdullah de Jordania y los recientes acontecimientos en Túnez; por otro lado, continúan las tensiones y las rivalidades entre los integrantes de los dos polos, como lo es en el caso de Libia, Yemen, Líbano y Túnez, siempre que Siria siga siendo la brasa a la que nadie quiere acercarse siempre que Turquía se encuentre en su territorio.
Todas estas contradicciones no impidieron que las partes mencionadas actuaran en múltiples obras de teatro siempre y cuando el guionista estuviera satisfecho con todos, esto explica la reconciliación qatarí-saudí después de un distanciamiento de cuatro años (desde junio de 2017), la mediación de Doha nuevamente entre Ankara y El Cairo, la nostalgia de Jordania y Iraq (la visita del rey Abdullah y del primer ministro iraquí al Kazhemi a la Casa Blanca) y la nostalgia de Egipto por la época de las alianzas en los años cincuenta, y la entrega casi total de los Emiratos a "Israel", el único vencedor quizás de todas estas contradicciones.
El último ejemplo de esto es la aceptación de esta última como miembro observador de la Unión Africana, en un momento en que el las relaciones de Egipto y Sudán – que ha normalizado sus relaciones con “Tel Aviv” – atraviesan una de sus crisis más graves con Etiopía, un fuerte aliado de “Israel”.
Esto no impidió que el presidente turco Erdoğan se comunicara con el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, para expresarle su apoyo, sin precisar el objetivo de este apoyo, según el comunicado de la presidencia turca, también llamó, al día siguiente, al designado primer ministro libanés Najib Mikati, para expresarle su respaldo y apoyo a los esfuerzos para formar un gobierno, que Washington y sus aliados quieren que adopte una postura en contra de Hezbollah, Siria e Irán; esto es lo que viene haciendo Ankara desde el comienzo de la “Primavera Árabe”, a pesar de su infructuoso diálogo con Teherán en Astana, hecho que puede repercutir negativamente en sus futuras relaciones, debido al potencial papel de Turquía en Afganistán.
Washington quiere que este papel coloque tanto a Rusia como a China ante una situación embarazosa, ya que Afganistán limita con China y los países islámicos de Asia Central, el patio trasero de Rusia; por otro lado, continúa en Siria la disputa, seria pero aplazada, entre Ankara y Moscú, en la que Erdoğan vigila los posibles movimientos chinos, luego de que Beijing firmara el 27 de marzo un acuerdo de cooperación estratégica con Irán por veinte años, en ese sentido es importante destacar la presencia de miles de combatientes uigures y chechenos en Idlib (Siria); tales hechos pueden poner al presidente Erdoğan frente a nuevos cálculos, no solo en Siria y la geografía árabe, sino frente a China y Rusia, los dos archienemigos de Washington, hecho que requiere de más coordinación y cooperación, y de una alianza posterior con el presidente Biden (quien necesita de Erdoğan) y los indicadores de esto son varios, después de su reunión el pasado 14 de junio.
Si los pronósticos son certeros, Turquía volverá a ser la trinchera avanzada de Estados Unidos frente a Rusia y China, y sus extensiones en todas las áreas de interés internacional, la principal de las cuales es Siria, porque quien resulte vencedor en Siria superará a los demás.
Esa posibilidad impulsará a todos a revisar sus cálculos y planes sobre el terreno en Siria, y al parecer el sufrimiento de la misma no terminará excepto en casos casi imposibles:
1. El acuerdo ruso-estadounidense, lo cual es imposible.
2. El acuerdo árabe, que es una imposibilidad mayor a causa de la “tragicómica” obra de teatro de los jeques del Golfo.
3. El milagro, o milagros, algunos de los cuales se han cumplido hasta ahora, pero la esperanza en lo que queda de estos es poca, pero no imposible, si Damasco está consciente de ello y se esfuerza por lograrlo con voluntad real y nuevos métodos; esto es lo que Siria debería decidir hoy y no mañana; es decir, antes de que sea demasiado tarde; la realidad es mucho más grave de lo que algunos se imaginan y describen, y el motivo siempre es el mismo: la traición y la conspiración de los jeques del Golfo y de quienes giran en su órbita.