¿Habrá Armagedón climático o soluciones?
Esta y otras preguntas no encuentran respuestas pero si llamados y sugerencias de un grupo de prestigiosos analistas que desgranaron información sobre lo que pudiera ocurrir o no en Glasgow, Escocia, donde terminara el 12 de noviembre la Cumbre del Clima, más conocida por COP26.
Tengo un gran temor. ¿Tendré nietos que puedan vivir en el globo terráqueo, habrá nuevas generaciones humanas, será habitable el mundo dentro de unas décadas?.
¿Podrá el hombre evitar asarse con su propio fuego? , son algunas de las interrogantes que me hago y sé que la mayoría de ustedes se hacen cuando hay predicciones catastróficas de un mundo de sombra.
Esta y otras preguntas no encuentran respuestas pero si llamados y sugerencias de un grupo de prestigiosos analistas que desgranaron información sobre lo que pudiera ocurrir o no en Glasgow, Escocia, donde terminara el 12 de noviembre la Cumbre del Clima, más conocida por COP26.
Recopiladas en el sitio [email protected], las informaciones alarman al abordar el reto colectivo que debe enfrentar el mundo, todos, sin distinción de países ricos y pobres, ni hombres ricos y pobres. Es el reclamo, en última instancia, del hombre en un universo polarizado donde priman intereses egoístas. Es el ahora o nunca, según advierten científicos y especialistas.
En víspera que concluya el conclave climático este 12 de noviembre, donde asistieron representantes de cerca de 190 países, organizaciones y activistas ambientalistas, no hay claridad sobre el futuro.
Si la amenaza de un calentamiento global devastador no logra impulsar al mundo a una acción colectiva significativa, es difícil ver qué lo hará. Pero a medida que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) va entrando en materia, muchos temen que los gobiernos vuelvan a fingir que apoyan la causa climática mientras esperan que otros resuelvan la crisis y paguen la cuenta, señala el informe de [email protected].
Kenneth Rogoff, de la Universidad de Harvard, se pregunta si los esfuerzos políticos para limitar el calentamiento global a 1,5º Celsius se calentarán tan rápido como dicen los científicos que está el planeta. Y Jean Pisani-Ferry advierte que si los gobiernos no parecen tomarse en serio la consecución de los objetivos climáticos globales, los inversores gastarán menos en iniciativas verdes, y el mecanismo central del acuerdo de París de 2015 se derrumbará.
Según el sitio digital otros piensan que la COP26 está condenada de todos modos. Mark Leonard, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, señala que las anteriores cumbres de la ONU sobre el clima no han conseguido crear un modelo de gobernanza mundial capaz de dominar la política del poder, y ve pocas razones para creer que esta vez será diferente.
Por su parte, Maureen Santos, de la Federación de Organizaciones para la Asistencia Social y Educativa, y Linda Schneider, de la Fundación Heinrich Böll, sostienen que las promesas aparentemente ambiciosas de los países de llegar a cero no son más que una nueva estrategia de lavado verde.
En cualquier caso, legar un planeta habitable a las generaciones futuras requerirá algo más que buenas intenciones. Kaushik Basu, de la Universidad de Cornell, subrayó lo que denomina "el dilema de Greta", según el cual los esfuerzos individuales sinceros para combatir el cambio climático pueden causar colectivamente un daño mayor al medio ambiente.
Rogoff se pregunta ¿Será diferente esta COP? La cita indicará si los esfuerzos políticos para lograr este objetivo se calientan tan rápido como los científicos nos dicen que lo hace el planeta.
Hay un enorme entusiasmo por el potencial de las fuentes de energía verde. Pero la dura realidad es que los combustibles fósiles siguen representando el 80 por ciento de la energía mundial, como cuando los gobiernos firmaron el acuerdo climático de París a bombo y platillo en la COP21 hace seis años. Y aunque muchas economías aún no han recuperado su nivel de PIB anterior a la pandemia, el mundo va camino de registrar en 2021 su segundo mayor aumento anual de emisiones de dióxido de carbono jamás registrado, aseguró.
Es cierto, señaló, que el reciente y emblemático informe de la Agencia Internacional de la Energía, World Energy Outlook, que sigue siendo el estándar de oro del análisis energético, pone una nota de optimismo al hacer mayor hincapié en lo que se puede hacer para limitar el calentamiento global.
La idea de un impuesto sobre el carbono sigue siendo un anatema político en Estados Unidos, por ejemplo, y salió brevemente a la palestra en las recientes negociaciones presupuestarias, pero se abandonó como una patata caliente. En su lugar, el presidente Joe Biden promoverá una mezcla de medidas
-como el cambio a los coches eléctricos y el fin del desarrollo de los combustibles fósiles- que en su mayoría son buenas ideas, pero que en conjunto son mucho más caras y menos eficientes que un impuesto sobre el carbono.
Soslayando los esfuerzos de países ricos, muchos plantean que no es de extrañar, pues, que los responsables políticos de las economías emergentes y de bajos ingresos reaccionen con tanto cinismo cuando se les pide que se arriesguen a frenar el desarrollo económico de sus países para ayudar a combatir el cambio climático.
Incluso, señaló Rogoff, si un impuesto mundial sobre el carbono llegara a aprobarse por arte de magia, el mundo seguiría necesitando un mecanismo para transferir recursos y conocimientos técnicos a las economías en desarrollo para evitar que se conviertan en los principales emisores del futuro.
Puede que los partidos políticos ecologistas se acobarden ante esta idea, pero la alfabetización climática debe ir unida a la alfabetización energética. Conseguir que las emisiones de CO2 sean "nulas" en 2050, fecha en la que el mundo podría tener dos mil millones de personas más que ahora, requiere algunas decisiones difíciles.
Los gobiernos, sin embargo, no están en camino de cumplir su promesa en el acuerdo climático de París de 2015 de limitar el calentamiento global a "muy por debajo" de los 2º Celsius en relación con los niveles preindustriales.
Según la Agencia Internacional de la Energía, el cumplimiento de las promesas nacionales realizadas hasta ahora en el marco del acuerdo de París conduciría a un aumento de la temperatura global de 2,1 °C. Además, las políticas reales no alcanzan ni siquiera estas promesas insuficientes: según el "escenario de políticas declaradas" de la AIE, el calentamiento global alcanzaría los 2,6°C.
Si a esto le añadimos el hecho de que -como ha documentado la Comisión de Transición Energética- la mayoría de los gobiernos se han comprometido a alcanzar las emisiones netas cero sólo para 2050 o 2060, y planean posponer los principales esfuerzos de mitigación hasta después de 2030, el panorama que se perfila es el de un enorme fracaso de credibilidad.
La raíz del problema es bien conocida. El acuerdo de París se basó en el juicio realista de que los gobiernos no podían ponerse de acuerdo sobre una asignación precisa de los esfuerzos de mitigación del cambio climático. Esta conclusión había surgido del colapso del Protocolo de Kioto de 1997 (que implicaba una asignación de este tipo pero dejaba fuera a las economías emergentes, incluida China) y del fracaso de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2009 en Copenhague (donde un intento de reunir un acuerdo global del tipo de Kioto terminó en disputa).
Equilibrar una transición acelerada para abandonar los combustibles fósiles es un reto en cualquier escenario, pero aún más si las políticas futuras son inciertas. La actual subida de los precios de la energía podría presagiar tiempos más difíciles.
Una solución sería que los gobiernos se ataran las manos dando el mandato de fijar el precio del carbono a una institución independiente, del mismo modo que antes delegaron la responsabilidad de controlar la inflación en los bancos centrales.
La formación de un club climático que castigue a los contaminadores pudiera ser una solución esboza por el analista, pero, tal y como están las cosas, tanto Estados Unidos como China no alcanzan la ambición necesaria para una alianza de este tipo. Eso hace que sea un camino estrecho hacia la credibilidad climática. Pero es el único, subrayó.
Aunque un número creciente de naciones se fijo objetivos de cero emisiones netas, por ejemplo, muy pocos tienen planes creíbles para cumplirlos, e incluso si cumpliéramos los objetivos existentes, eso no sería suficiente para alcanzar el principal objetivo del acuerdo climático de París de 2015: limitar el calentamiento global a 1,5℃ por encima de los niveles preindustriales.
El mundo avanza sin freno hacia el calentamiento a más de 1,5 grados centígrados, y según dijo, mientras el compromiso multilateral se defina por el nacionalismo, la política de poder y la emoción, en lugar de la solidaridad, el derecho y la ciencia, nuestro futuro seguirá siendo más sombrío.
Afirmó que desde Brasil y Australia hasta China y Estados Unidos, los países intentan jugar con las negociaciones sobre el clima para trasladar los costes de la adaptación a otros. Por ejemplo, el gobierno brasileño intenta que el mundo le pague para que deje de destruir la selva amazónica.
Mientras tanto, las economías avanzadas -incluidas las que afirman con orgullo estar comprometidas con la acción climática- han incumplido su promesa de aportar 100 000 millones de dólares anuales para apoyar la transición climática en el Sur Global. Y aunque cumplieran, no sería suficiente.
El debate debe centrarse en una transformación integral y largamente esperada de nuestros sistemas económicos explotadores y destructivos. Reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) a un nivel cero real requiere abordar las múltiples injusticias globales e históricas que causaron la crisis climática y siguen dándole forma.
Más adelante afirmó que la agroecología ofrece nuevas posibilidades de transformación socioecológica y puede contribuir a afrontar el cambio climático de forma segura. Este enfoque también puede ayudar a garantizar la seguridad y la soberanía alimentaria y nutricional, y a conservar la biodiversidad.
Hay que poner fin al consumo excesivo del Norte Global y a la explotación de los recursos del mundo con fines de lucro. En su lugar, debemos alinear las actividades económicas con los objetivos de justicia social y climática global, poniendo así el bienestar y el cuidado en el centro de nuestros esfuerzos para proteger nuestro entorno compartido.
Las recientes promesas de cero emisiones, pueden parecer ambiciosas, pero sólo promueven un nuevo conjunto de falsas soluciones bajo la apariencia de 50 tonos de verde. Los gobiernos y las empresas deben abandonar de una vez por todas sus estrategias de lavado verde. En este momento crucial, necesitamos una verdadera voluntad política para crear un cambio real, dijo.
Por su parte, Kaushik Basu en su aproximación al problema climático opinó que con la acción climática tan rezagada respecto a la retórica, es natural preguntarse si toda la palabrería es sólo hipocresía. Pero no tiene por qué serlo: Si queremos legar un planeta habitable a las generaciones futuras, es crucial entender por qué puede haber una disyuntiva entre lo que cada persona pretende hacer y lo que el grupo realmente cumple.
Hay ansiedad porque, salvo un puñado de ciegos intencionados, todos podemos ver el daño que estamos causando al planeta. Los incendios, las inundaciones y la subida del nivel del mar están causando estragos en todo el mundo, mientras que la destrucción del medio ambiente y los conflictos resultantes están provocando movimientos de refugiados a gran escala que evocan imágenes bíblicas.
Sin embargo, hay esperanza mientras activistas como la joven Greta Thunberg, con su prolongado y alentador llamamiento a una acción más ambiciosa- reconocen la magnitud del reto al que se enfrenta la humanidad.
Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, el hecho es que empezamos tarde a combatir el cambio climático y ahora necesitamos acelerar las medidas correctivas si no queremos que los humanos sigan el camino de los dinosaurios, remarcó.
La crisis climática es un problema mundial y requiere la actuación de todos los países, pero muchas economías en desarrollo, incluidas algunas de las más vulnerables al clima, carecen de los medios financieros para hacer lo suficiente por sí mismas.
Algunas economías emergentes, como Sudáfrica y gran parte del sur y el sureste de Asia, dependen en gran medida del carbón y tendrán que someterse a una perturbadora transición ecológica.
Por tanto, necesitamos un compromiso colectivo para diseñar sistemas de apoyo
-financieros y científicos- que ayuden a todos los países a cumplir su parte.
¿Conseguirá la reunión de Glasgow catalizar una verdadera acción? Thunberg advirtió recientemente que "los líderes dirán que haremos esto y esto otro, ... y luego no harán nada". Y la frustración generalizada por la insuficiente ambición climática de los líderes no se limita a los jóvenes.La Reina Isabel II de Gran Bretaña expresó un sentimiento similar, diciendo que "es realmente irritante cuando hablan, pero no hacen".
Nos preguntamos si toda la palabrería es sólo hipocresía, dijo Basu y agregó, movilizar la determinación y el compromiso necesarios para hacer frente a la crisis climática es un problema tanto para las ciencias sociales y la filosofía moral como para los políticos.
Después de leer estas ideas, aumentaron mis temores de que seamos los dinosaurios de este siglo, y ustedes?