La Sostenibilidad: entre el elitismo del concepto y la crisis de implementación
El término ambiguo de sostenibilidad se debe a la confusión y la mezcla entre nuestro concepto nacional del mismo y el concepto de los “países del norte” que lideran la escena “elitista” y le inculcan su propio carácter.
Recuerdo muy bien la invitación que recibí en 2002, para asistir a la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible en Johannesburgo - Sudáfrica, donde acudieron miles de personas procedentes de ciento noventa y dos países y en la que se desarrollaron discusiones profundas sobre el concepto de la sostenibilidad, hecho que generó muchas interrogantes en mi mente, las cuales llevé conmigo a Amman y traté de explorarlas a profundidad a lo largo de dos décadas de trabajo en el campo agrícola y de desarrollo, cerca de los pequeños productores agrícolas y propietarios de terrenos confiscados o amenazadas con ser confiscados, y en asociación con organizaciones locales, regionales e internacionales que defienden el derecho de los pueblos a la soberanía alimentaria y a beneficiarse de sus recursos nacionales.
Después de esta experiencia, no me sentiría incomoda afirmando que el termino sustentabilidad ha quedado como un concepto vago, fácil de pronunciar, pero que muy pocos en la vida real podrían colocar mecanismos concretos que permitan su aplicación, y desde mi experiencia personal, y asistiendo a decenas de conferencias, talleres de trabajo y mesas de diálogo, afirmo que el término ambiguo de sustentabilidad se debe a la confusión y la mezcla entre nuestro concepto nacional del mismo y el concepto de los “países del norte” que lideran la escena “elitista” y le inculcan su propio carácter, formulando términos a su medida, y no a la nuestra, y con sus prioridades y no las nuestras, y este sería el primer obstáculo, en cuanto al segundo obstáculo, este sería el desconocimiento de la importancia que tiene la seguridad alimentaria y la soberanía sobre los recursos como condición indispensable para el desarrollo, un desarrollo que también se demora a causa del desconocimiento del impacto que tienen las guerras y los conflictos internos sobre nuestros países; por lo tanto, y a pesar de nuestro éxito en el “Grupo Árabe para la Protección de la Naturaleza” en liderar a la sociedad civil internacional, buscando implementar el “Marco de Trabajo para Enfrentar la Inseguridad Alimentaria ante las Crisis Prolongadas”, por ejemplo, después de tres años de negociaciones, se hacía justicia a la sociedades que viven en medio de guerras y conflictos, logrando su aprobación en el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial – “CSA”, pero sin embargo el camino es largo y tomaría tiempo alcanzar lo que aspiramos mientras no se logre la paz civil en nuestra región.
Ha surgido un caso de enajenación que ha provocado una ruptura entre las elites que teóricamente han adoptado el concepto de desarrollo sostenible y las sociedades populares que lo requieren desesperadamente, pero que no saben en efecto cómo comenzar a implementarlo; las razones son muchas, la más importante de las cuales es el idioma, no se puede ignorar que el uso intensivo de lenguas extranjeras en lugar del árabe en la literatura, conferencias y diálogos sobre el tema, profundiza la brecha y convierte los esfuerzos realizados - a pesar de sus limitaciones - en esfuerzos inútiles e inefectivos, impidiendo que se acumule sobre los mismos o utilizarlos como una base sólida para la levantar una estructura.
Por otro lado, la falta de asociación institucionalizada entre las partes interesadas afectó negativamente la implementación de la sostenibilidad, ya que se encontraba ausente una visión unificada y una acción colectiva, especialmente entre las asociaciones ambientales, que suman ciento sesenta y siete asociaciones solo en Jordania, además de un gran número de empresas sin fines de lucro relacionadas con el medio ambiente; esto sin mencionar la falta de comunicación sostenible entre los sectores público y privado y las organizaciones de la sociedad civil para encontrar soluciones viables que se adecuen a nuestras necesidades nacionales, y que permitan utilizar nuestros recursos naturales y humanos para proteger el futuro a largo plazo de las generaciones venideras, sin mencionar nuestro futuro próximo, esto nos conduce a afirmar la importancia de establecer reglas claras de rendición de cuentas y de fiscalización, que son relegadas a un segundo plano por los cuerpos legislativos y por las organizaciones civiles genuinas.
En apariencia mis palabras pueden parecer pesimistas, pero en esencia es un intento para diagnosticar el problema con el fin de encontrar soluciones, sobre todo porque existe un consenso sobre los aspectos relacionados con la sostenibilidad, que son los aspectos ambientales, económicos, sociales y culturales, sin embargo, sería injusto no mencionar el aspecto político del desarrollo sostenible, que necesita de una decisión para implementarlo y para establecer instituciones nacionales fuertes que no estén alienadas y que tengan soberanía sobre los recursos; por ejemplo, en el tema del agua, tenemos que acabar con el despilfarro y el robo, centrándonos en la captación de agua, y gestionando con más seriedad el expediente de las depuradoras para desarrollarlas y aprovechar cada gota de agua, especialmente en el cultivo de cereales y forrajes, y también recuperar nuestros derechos sobre nuestros recursos acuíferos usurpados por el ente ocupante, que ha saqueado nuestros recursos e hizo que hablar de sustentabilidad frente a este robo en el norte y en el sur fuera una especie de fantasía e irracionalidad; la importancia del aspecto político de la sostenibilidad radica en abordar también cuestiones internas, como lo son la protección de la biodiversidad, la reversión de los efectos de la expansión urbana, la degradación del suelo, la desertificación, los incendios y muchas otras.
En lo personal, cuando miro a mi nieta de cinco meses, aumenta mi convicción de que la sustentabilidad es vida y el derecho a salvaguardar todo lo que preserva esta vida, y parece evidente que la aplicación práctica de la sustentabilidad necesita, como mencioné antes, de un sector público que sea soberano en su decisión política, y de instituciones estatales que asuman la promulgación e implementación de las leyes, junto con el papel del sector privado que debe asumir su responsabilidad social e inversión responsable; esto no se produce sin una representación integral de las comunidades locales, con su diversidad, especificidad y las necesidades de cada una, junto con la presencia activa y positiva de la sociedad civil y académica, la dimensión nacional, unificada, libre y fuerte y su rol central de participación en la definición de planes, estrategias, seguimiento y rendición de cuentas imparcial, partiendo siempre desde premisas nacionalistas basadas en la lengua y la identidad; finalmente, no es posible imaginar la aplicación de la sustentabilidad real sin investigaciones académicas que nos brinden los conocimientos necesarios que permitan evitar los experimentos fallidos, y que tengan la última palabra cuando la necesitemos.
Para concluir, afirmamos que sin adoptar un enfoque integrador, no podemos hablar de sostenibilidad en su forma efectiva, porque seguiremos cautivos de una visión aldeana estrecha, y esto es lo que menos necesita nuestra nación árabe, una nación rica en elementos que favorecen la unidad, desde la lengua, la religión, la historia, la cultura y un interés común que nos une, que es protegido por mentes y brazos de quienes tienen fe, con el fin de poder arrebatar nuestro derecho a una vida mejor.