Bolsonaro, el depredador de Brasil y del mundo
A Emir Sader, el reconocido sociólogo y politólogo brasileño le sobran razones para decir que su país “tiene el presidente (Jair Bolsonaro) más ridiculizado, la víctima más burlada en los medios de comunicación del mundo… son los peores mil días que hemos tenido en nuestras vidas”.
A Emir Sader, el reconocido sociólogo y politólogo brasileño le sobran razones para decir que su país “tiene el presidente (Jair Bolsonaro) más ridiculizado, la víctima más burlada en los medios de comunicación del mundo… son los peores mil días que hemos tenido en nuestras vidas”.
Las declaraciones de Sader se reafirmaron cuando en la reciente Cumbre del G-20, el ultraderechista magnate resultó sistemáticamente ignorado por los demás jefes de Estado.
Los medios de comunicación señalaron que fue tratado como un aguafiestas y durante la mayor parte del tiempo solo pudo hablar con sus propios asesores o con los camareros del evento. Finalmente acabó sentado en uno de los bancos del fondo de la sala sin tener a nadie con quien interactuar.
Con los desaires recibidos en la Cumbre del G-20 y los antecedentes de ser el mayor depredador de la Amazonía, catalogada como el pulmón natural del mundo, Bolsonaro desistió de participar en la Cop-26 sobre cambio climático pues sería el hazme reír de todos los participantes.
Bajo el régimen de Bolsonaro, solo de agosto de 2019 a julio de 2020, la pérdida de bosque en esa región fue de 9,5 %, según datos del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (Inpe). La eliminación de cobertura vegetal ascendió a los 11 088 kilómetros cuadrados. En 2020 resultaron arrasadas 21 000 kilómetros cuadrados, o sea, similar superficie a El Salvador en Centroamericana.
Desde su llegada al poder en 2019 ha eliminado las regulaciones de protección ambiental y ampliado el desalojo de los pueblos indígenas, a la par que estimuló el arribo de invasores de tierras, mineros, madereros ilegales, lo cual ha impulsado el asesinato de numerosos pobladores nativos.
El Inpe informó de que en 2019 se registraron 99 586 incendios en la Amazonía brasileña y solo en mes de agosto de 2021 ocurrieron 2 308, la peor cifra registrada desde 2007.
Este desastre medioambiental motivó a la ONG AllRise presentar una denuncia ante la fiscalía de la Corte Penal Internacional contra el presidente brasileño por «crimen contra la humanidad» debido a su implicación en la deforestación del extenso territorio.
Asimismo, el equipo de expertos de esa ONG estima que las emisiones que se pueden vincular con las decisiones del Gobierno en materia de deforestación provocarán 180 000 muertes adicionales este siglo, debido al aumento de las temperaturas en el mundo.
Si funesto ha sido su desempeño en relación con la Amazonía, lo mismo ha ocurrido con las absurdas respuestas que ha dado sobre la pandemia de Covid-19.
El epidemiólogo Pedro Hallal quien participó en una investigación del Congreso brasileño sobre el manejo de la enfermedad, denunció que “si el país hubiera logrado dar una respuesta medianamente buena a la pandemia, más de 400 000 personas seguirían vivas”.
Hasta finales de octubre habían muerto por esa causa en el gigante sudamericano 607 400 habitantes. El informe recomienda que se acuse al mandatario, a sus tres hijos y a otros funcionarios de alto nivel de nueve delitos, entre ellos: el uso irregular de fondos públicos, violación de los derechos civiles, delitos contra la humanidad, abuso de poder para hacer circular información falsa.
Hace pocos días el Departamento de Comunicación Social admitió que les pagó a influyentes en las redes sociales para que elogiaran medicamentos ineficaces contra la Covid.
El documento del Congreso que se conformó durante seis meses, agrega que el Gobierno retrasó la compra de cientos de millones de vacunas de fuentes apropiadas, mientras trataba de negociar con intermediarios dudosos la obtención de una vacuna no autorizada.
Todos los analistas consideran que será difícil aprobar una medida contra el mandatario pues el fiscal general del país, Augusto Aras, amigo del presidente y quien lo impuso en ese cargo, no dará vía legal a ninguna sanción. Es la democracia de la derecha capitalista.
Mientras esto ocurre, Bolsonaro sigue con sus desafortunadas declaraciones al manifestar que hizo lo correcto desde el primer momento; desestima el uso de cubrebocas, a la par que continúa promoviendo medicamentos ineficaces como la hidroxicloroquina y que “las personas que recibieron todas las dosis de la vacuna son más vulnerables al VIH”.
El panorama nacional también es desalentador: 40,1 millones en la miseria; 45 millones en inseguridad alimentaria; 15 % de desempleo (durante el Gobierno de Ignacio Lula da Silva solo era de 4,7 %); eliminó el programa Más Médicos para la atención de los brasileños y también el de Luz para Todos.
El politólogo Emir Sader aseguró que entre los parados y las personas que viven en condiciones precarias (formas inseguras de sobrevivir, sin contrato de trabajo, sin vacaciones pagadas, subsidio por maternidad), están hoy la mayoría de los habitantes.
Por todas estas barbaridades no es de extrañar que según una encuesta de Data Poder el excapitán admirador del dictador chileno Augusto Pinochet tiene el rechazo del 64 % de la población. El depredador de Brasil y del mundo está en baja y solo apuntalado por la ultraderecha brasileña y el Gobierno de Estados Unidos.