Lamentablemente los pobres también votan
"La oligarquía venezolana tomó conciencia de la mala suerte y dejó de lado las locuras de los años de plomo."
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Lamentablemente los pobres también votan
La victoria chavista en las elecciones regionales de Venezuela, 20 gobernadores de 23, es decir, uno más con respecto a las anteriores, no sorprendió a nadie. Era evidente que la coalición mayoritaria presentando un solo candidato por cada estado, habría prevalecido sobre una oposición que presentaba de dos a seis candidatos.
Pero eran también evidentes los términos desiguales de la comparación. Por un lado, un bloque chavista más fuerte que nunca, endurecido por una serie de victoriosas batallas contra el Tío Sam.
Batallas que comenzaron en el 2017 y terminaron este año con el rechazo del presidente títere Guaidó por parte de la Unión Europea y de los principales partidos de oposición venezolanos.
Por otro lado, una oposición fragmentada y desmoralizada, derrotada en todos los frentes, luego de haber intentado cualquier estrategia: Desde la sedición en las calles hasta la invasión del país con tropas mercenarias, desde el golpe de Estado a las fuerzas armadas hasta el asesinato de Maduro y el sabotaje de las líneas eléctricas y del suministro de alimentos.
Derrotada la estrategia de violencia, a la oposición no le quedó otro camino que el de volver a la legalidad, aceptar la propuesta de diálogo del gobierno y volver, con los huesos rotos, al fastidio de las elecciones, resignándose de esta forma al más triste de los destinos.
La fuerza del chavismo son los pobres que votan en elecciones plenamente democráticas. En los últimos 22 años, desde que Hugo Chávez llegó al poder, se han realizado 29 elecciones en Venezuela, 26 de las cuales fueron ganadas por el Partido Socialista Unido venezolano y sus aliados.
La oposición venezolana representa a los ricos más desafortunados del mundo de hoy, porque son víctimas de la pésima idea de haber dado el derecho al voto a los pobres, quienes a la final terminan votando , y volviéndose, en el vil ejemplo de Venezuela, más cohesionados y organizados que los ricos.
¿Pobres que ganan? ¿Y cómo? A través de las abominables políticas de distribución de alimentos, educación, salud y asistencia de la mal llamada "dictadura" chavista que absorben el 80% de los ingresos. Ingresos que colapsaron con las sanciones estadounidenses y con la caída de los precios del petróleo después de 2017, pero que se recuperaron este año con el petróleo y el repunte del PIB.
Este trágico sube y baja no destruyó al chavismo, de lo contrario, lo fortaleció porque hasta los pobres usan las redes sociales y se forman sus ideas sobre de dónde vienen sus males; y luego votan a través del diabolico artefacto chavista: un sistema electoral considerado por el Centro Carter y por los expertos como uno de los mejores del mundo en transparencia y exactitud.
La oligarquía venezolana tomó conciencia de la mala suerte y dejó de lado las locuras de los años de plomo. Está llena de resentimiento contra Estados Unidos por no invadir a su país. Por otro lado, los más realistas de sus miembros, se preguntan ¿qué puede esperarse de una superpotencia que huye de Afganistán derrotada por un ejército de cien mil mendigos? ¿Qué habrían podido hacer sus tropas contra más de 7 millones de chavistas dispuestos a defender su país y tomar represalias contra quienes invitaron a los invasores? Trump no invadió a Venezuela porque sus estrategas le explicaron que el ataque comenzaría como en Iraq, con un bombardeo victorioso, y terminaría como Vietnam y Afganistán.
Estos son los sentimientos e ideas que se agitan en las profundidades de lo que queda de la oligarquía arrogante del tiempo perdido, obligada al diálogo, la paz y a la tolerancia mutua con los “malditos” chavistas.