Una nueva Cumbre de las Américas: ¿Para qué?
La Cumbre no tiene agenda, ni planes, ni proyectos, ¡nada! Su único objetivo es perpetuar la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y nada más.
El presidente Joe Biden se enfrenta a enormes dificultades a cinco meses de las cruciales elecciones de mitad de mandato de noviembre, que podrían poner fin a su mandato, no legalmente pero sí de facto, si los republicanos ganan la mayoría en la Cámara de Representantes y algunos escaños más en el Senado. El desbordamiento de la violencia en el país (tiroteos indiscriminados casi a diario) y la proliferación de milicias armadas en todo el país lo sitúan en lo que algunos analistas, como el profesor de filosofía Jason Stanley (Universidad de Yale), han llamado "una fase legal del fascismo", una fase que, dependiendo de la evolución de la situación global del país (económica, política y social), puede dar paso a la consolidación lisa y llana de un régimen fascista de partido único. (1)
Por otro lado, la situación económica está marcada por la extensión de la pobreza y una violenta escalada de precios, especialmente de la energía y los alimentos, desatada por las absurdas sanciones económicas dirigidas contra Rusia que desencadenaron un "efecto boomerang" que está sumiendo a las economías de la mayor parte del mundo en una pesadilla inflacionaria. La imposibilidad de garantizar la leche de fórmula para millones de niños -algo sólo concebible que pueda ocurrir en un país subdesarrollado- acentúa el malestar económico, que se refleja en un débil 39% de aprobación de la gestión presidencial según la más reciente encuesta de Associated Press. (2)
Dudas sobre su capacidad mental para continuar en el cargo; una desastrosa política exterior que en lugar de buscar una solución diplomática a la crisis de Ucrania alimenta la escalada del conflicto (en beneficio de los matones del complejo militar-industrial); la insensata incoherencia de la política hacia China, advertida hace unas semanas nada menos que por Henry Kissinger y la preocupación de los dirigentes de su partido ante lo que temen pueda anunciar el regreso de un "Trump recargado", contra el que no hay liderazgo alternativo entre los demócratas, todo ello, decimos, constituye el ominoso telón de fondo de la Cumbre de las Américas.
¿Por qué un presidente acosado por tan formidables problemas convoca una reunión como la cumbre de Los Ángeles? Por la lectura simplista que los gobiernos estadounidenses tienen de lo que ocurre en esta parte del mundo, que pretenden controlar como lo hicieron durante gran parte del siglo XX. No tienen ni la más remota idea de los cambios que se han producido en la región desde la llegada de Chávez en adelante, y que han transformado -drásticamente en varios países- la percepción de los gobiernos de la zona sobre Estados Unidos; reconociendo que su declive como potencia hegemónica es irreversible; que asistimos a los albores de una nueva era geopolítica; que Washington siempre se ha "quedado en las palabras" y nunca ha cumplido sus promesas; y que sólo buscaba beneficiar los negocios de las empresas de su país y nada más.
Esta es una constante desde la Cumbre de Quebec (2001) hasta hoy. Desde la torpe lectura del establishment diplomático de ese país, se creyó conveniente convocar una reunión, con la irritante exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua, para tratar de alinear a los gobiernos de América Latina y el Caribe en las guerras del imperio: en la actual, contra Rusia y en la que viene, según el mediocre secretario de Estado Antony Blinken, contra China. Se les escapó un detalle significativo, nada menor por cierto: que el gigante asiático es el primer o segundo socio comercial y financiero de casi todos los países del área, y que incluso gobiernos muy proclives a seguir las directrices de Washington su sumisión no llega hasta morder la mano de China, que es quien les da de comer.
Por eso, como dijo el presidente Nicolás Maduro en una reciente entrevista, la Cumbre no tiene agenda, ni planes, ni proyectos, ¡nada! (3) Su único objetivo es perpetuar la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y nada más. Ni que decir tiene que no habrá declaración conjunta y, probablemente, se producirá una discusión muy seria sobre temas que aquejan a nuestros pueblos. En todo caso, es de suponer que los países de la CELAC exigen nuevas definiciones y que tal vez sea Alberto Fernández, presidente pro témpore de la CELAC, quien se encargue de decir lo que tantos pueblos y tantos gobiernos piensan de nuestra relación con Estados Unidos, incluyendo, por ejemplo, que Washington debe poner fin a su odiosa práctica de intervención y desestabilización en los países del área, algo mil veces ratificado en los documentos desclasificados del gobierno norteamericano.
La lista sería interminable y es conocida por todos. Otra cuestión: acabar con el escandaloso doble lenguaje de Washington en materia de derechos humanos, porque, ¿cómo se puede explicar que Estados Unidos (al igual que Canadá) no sea parte de la Convención Americana de Derechos Humanos, o que ignore la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos con sede en San José de Costa Rica y de la Corte Penal Internacional? ¿Cómo es posible que el autoproclamado defensor de los derechos humanos a nivel mundial cometa contradicciones tan flagrantes?
Más aún: América Latina y el Caribe se han definido como "Zona de Paz". ¿Cómo explicar la existencia de 76 bases militares que, según el Comando Sur, se han establecido en nuestros países? ¿Bases para luchar contra quién, dónde está el ejército enemigo de Estados Unidos que justifica la presencia de tantas bases? No hay fuerzas armadas de ningún país extracontinental en la región: ni tropas rusas, ni chinas, ni iraníes. Entonces, si no hay fuerzas rivales, ¿podría ser que estas bases se hayan instalado para garantizar el acceso exclusivo a nuestros recursos naturales o para controlar y someter a los pueblos de la región en caso de que decidan marchar en una dirección incompatible con los intereses estadounidenses?
Las sucesivas cumbres no han dejado de exigir a nuestros países la apertura comercial, al tiempo que han ensalzado las virtudes del libre comercio sin subvenciones ni prácticas comerciales desleales. Sin embargo, la economía estadounidense es, en muchas partidas comerciales, fuertemente proteccionista, con barreras arancelarias y no arancelarias y "cuotas de importación" utilizadas como instrumentos de disciplina para los países más pequeños. Pero cuando, a partir de los años 90, los países de la zona adoptaron los preceptos del Consenso de Washington, los resultados fueron un holocausto social de enormes proporciones. El propio presidente Joe Biden ha repetido una y otra vez que la "teoría del goteo" no funciona y que, incluso en Estados Unidos, concentró obscenamente la riqueza, aumentó el número de pobres e hizo perder competitividad a su economía. ¿Por qué nos piden que apliquemos una receta que es un fracaso total? La experiencia argentina con el gobierno de Mauricio Macri demostró una vez más los efectos devastadores de las políticas de liberalización, privatización y apertura indiscriminada de nuestras economías. No debemos volver a recorrer ese camino.
Por último, debe exigirse ahora mismo, sin demora alguna, el fin del criminal bloqueo decretado contra Cuba, el más largo de la historia universal. Ni siquiera los imperios mongoles, ni el de la dinastía Han, ni el bizantino, ni el romano, ni el persa, ni el ateniense, sometieron jamás a un pequeño país rebelde a un bloqueo de sesenta y dos años como el impuesto a Cuba por haber tomado en sus manos su destino. El bloqueo es un crimen contra la humanidad y debe terminar sin más demora. En cambio, se intensificó durante la pandemia, añadiendo nuevas dosis de inmoralidad y crueldad a las políticas del imperio. Lo mismo puede decirse de los bloqueos y las agresiones permanentes lanzadas contra Venezuela y Nicaragua. Los bloqueos y las sanciones comerciales causan sufrimiento en las poblaciones agredidas, pero también corroen los fundamentos morales del orden político dentro del imperio. Por eso Jason Stanley, citado anteriormente, ve acercarse el aterrador espectro del fascismo en Estados Unidos. El crimen del bloqueo se convierte, dialécticamente, en un veneno que corroe y destruye el alma de la nación y de los gobiernos que perpetran este crimen.
Referencias:
[1] https://www.theguardian.com/world/2021/dec/22/america-fascism-legal-phase
[2] https://news.gallup.com/poll/329384/presidential-approval-ratings-joe-biden.aspx
[3] https://youtu.be/M1wqhVNuhgg