La amenaza de Nasrallah a activa los esfuerzos exteriores tras el fracaso de la reunión de París
El artículo aborda sobre las intenciones de EE.UU. de aniquilar al grupo de resistencia libanés Hizbullah y las verdaderas incidencias del bloqueo estadounidense contra el Líbano.
En agosto de 2021, en el primer aniversario del atentado explosivo que destruyó el puerto de Beirut, fracasó un intento serio por parte de Estados Unidos y de las capitales occidentales y árabes de resucitar el movimiento popular, pero con el fin de enfrentar a Hizbullah.
En aquel entonces se planificaron muchas actividades, celebraciones y posteriores protestas, volcando la ira sobre el partido, responsabilizándolo por el colapso y la ruina del Líbano.
El 4 de agosto de 2021, la Embajada de Estados Unidos en Beirut esperaba los resultados del programa, que se preparó en cooperación con un gran número de asociaciones no gubernamentales, agrupaciones y marcos políticos que nacieron al margen del movimiento del 17 de octubre 2019.
Sin embargo, regresar a las incidencias de ese año trae a la mente al gran revés que enfrentaron los estadounidenses, junto con destacados países europeos y capitales árabes, como resultado de dos cosas:
- La primera es que la conmemoración se hizo exclusivamente para cristianos, sin la participación de las instituciones religiosas islámicas en la ocasión.
- La segunda, el fracaso de todos los aliados de Estados Unidos en concentrar más de tres mil ciudadanos que asistieron durante horas, luego abandonaron las plazas y calles como si nada hubiera ocurrido.
Inmediatamente después del evento, la embajadora estadounidense Dorothy Shea pidió a sus asistentes que convocaran a representantes de estas asociaciones a su despacho.
La diplomática reprendió a dieciséis de estos, antes de informarles que sus acciones estarán de antemano vigiladas a causa de su fracaso, pero les aseguró que la batalla debe permanecer abierta frente a Hizbullah, y que todas las presiones sobre el Líbano tienen como objetivo responsabilizar a Hizbullah y colocar al pueblo libanés ante una de dos opciones o la ruina y el hambre o deshacerse de la resistencia y de su armamento.
La frustración estadounidense no fue la razón detrás de la llegada del presidente Emmanuel Macron al Líbano y el lanzamiento de un programa de trabajo intensivo que, según los franceses, estaba totalmente coordinado con los estadounidenses y, en menor medida, con los saudíes.
Con el lanzamiento de la iniciativa francesa basada en “tratar de manera objetiva con los elementos de la crisis libanesa”, los estadounidenses continuaron con su programa destinado a aumentar la presión política, económica y moral sobre el Líbano y sus instituciones.
Hasta la fecha de las elecciones parlamentarias, los estadounidenses, junto con Arabia Saudita, se esforzaron por organizar un frente que pudiera lograr una clara mayoría parlamentaria, que permitiera formar un gobierno diferente, y luego permitiera elegir a un nuevo presidente para el país que no goce del visto bueno de Hizbullah.
Los estadounidenses ejercieron todo tipo de presiones para aislar a la resistencia, esforzándose sin descanso para desmantelar su alianza con el Movimiento Patriótico Libre, así como elevaron el techo de contacto con otros como Walid Jumblatt y líderes cercanos a Saad Hariri; gastando junto con los sauditas y los emiratíes, importantes sumas de dinero con el fin de potenciar su propio discurso, hasta llegar al punto de controlar gran parte de las diferentes instituciones mediáticas.
Predominó el discurso de satanización de la resistencia, utilizando todo tipo de calificativos para responsabilizarla por todos los males cometidos por los aliados de estados unidos quienes gobernaron durante los periodos pasados; su obsesión era impedir que el pueblo este consciente del bloqueo y la presión estadounidense directa sobre el Líbano.
Incluso cuando la resistencia los colocó ante una situación embarazosa al tomar la decisión de traer combustible desde Irán, recurrieron al engaño que fue promocionado por sus agentes de políticos, figuras de los medios y clérigos, quienes hicieron creer que la ayuda petrolera llegaría pronto al Líbano.
Sin embargo, la estrategia estadounidense, basada en ejercer presión económica sobre el Líbano no cambió, convencida de que esta presión debería presionar principalmente a Hizbullah y a su entorno, agotándolo y obligándolo a ofrecer importantes concesiones.
Los estadounidenses se negaron a escuchar incluso las opiniones de sus aliados libaneses, que les informaban que las presiones tenían efectos negativos sobre ellos y sus partidarios… y a quienes intentaban explicar a los estadounidenses, cómo Hizbullah lidera el mayor proceso de solidaridad y apoyo que le ayudó a conservar el respaldo de su entorno y le abrió las puertas para llegar a bases populares fuera de su entorno sectario o político.
Finalizado el mandato del presidente Michel Aoun, los franceses intentaron junto con Arabia Saudita y Estados Unidos en el contexto del encuentro de París de concluir un nuevo acuerdo sobre el Líbano, cuyo titular sería tomar una decisión sobre el nombre de un nuevo presidente.
Sin embargo, los franceses descubrieron rápidamente que Washington y Riad no estaban interesados en lograr un acuerdo con Hizbullah, sino que querían seguir presionándolo presionando a los libaneses.
Esto es lo que frustró un primer intento que tuvo lugar el otoño pasado, y apuntaba a un acuerdo para nombrar a un presidente que podría considerarse cercano a Hizbullah, con la condición de nombrar a un primer ministro considerado cercano a sus oponentes, un intento conocido en aquel momento como el arreglo Sulaiman Franjieh - Nawaf Salam.
La ironía es que Hizbullah no se opuso al principio de lograr un arreglo, sino que buscaba elementos de apoyo interno para consolidar semejante acuerdo, en especial con sus aliados, y rápidamente chocó con la postura del Movimiento Patriótico Libre que rechazaba el nombramiento de Sulaiman Franjieh para la presidencia, lo que hizo que el equipo que apoyaba a Franjieh perdiera la mayoría parlamentaria requerida, haciendo que todo retornara al primer cuadrante.
Este punto significó para los estadounidenses explotar la nueva disputa entre el partido y el movimiento, para derrocar la opción de Franjieh y adoptar la decisión que favorecía el nombramiento del comandante del ejército, el general Joseph Aoun, a la presidencia.
Hubo intentos que se prolongaron por varias semanas y terminaron en una disputa en la reciente reunión de París entre representantes de Estados Unidos, Francia, Arabia Saudita, Egipto y Qatar, una disputa que coincidió con varios acontecimientos ocurridos en el Líbano entre los que destaca:
Primero: Los estadounidenses se vieron obligados a aceptar la fórmula libanesa para el acuerdo de la delimitación de las fronteras marítimas con el enemigo; este fue un entendimiento que tuvo lugar bajo la presión directa de la resistencia, que amenazaba con declarar la guerra a Israel si fuese necesario.
Segundo: los estadounidenses continuaron oponiéndose a la llegada de cualquier apoyo al sector energético en el Líbano, por lo que continuaron con el Banco Mundial interrumpiendo el acuerdo para traer gas desde Egipto y electricidad desde Jordania, y amenazaron al Líbano con sanciones si aceptaba cualquier ayuda petrolera de Irán, luego impidieron que Kuwait, Qatar y los Emiratos proporcionaran donaciones de combustible al Líbano.
Tercero: Ejercer un tipo diferente de presión dirigida a hacer fracasar todas las instituciones oficiales en el Líbano.
De esta manera se produjo el rápido colapso del tipo de cambio de la libra libanesa, aumentando de esta manera la crisis de las finanzas públicas en el Líbano, agudizando el caos en el mercado monetario.
Si bien se suponía que el asunto se abordaría cambiando el equipo responsable de la política monetaria, representado por Riad Salameh y otros, Estados Unidos trató de encubrirlo; y si no fuera porque las investigaciones que se llevaron a cabo en su caso se trasladaran del Líbano a Europa y luego retornaran nuevamente al Líbano, los estadounidenses habrían impedido que alguien hablara mal de Salameh.
Durante este período, los estadounidenses continuaron presionando utilizando las sanciones, por un lado, y tomando medidas drásticas contra las compañías financieras por otro lado, lo cual dejó al Líbano completamente incapacitado financiera y monetariamente.
Cuarto: se ha fortalecido la injerencia occidental, estadounidense y europea (y en particular la alemana) en el poder judicial, y se han hecho intentos, y todavía se hacen, para utilizar el poder judicial con el fin de intimidar a los funcionarios libaneses... y en particular politizando la investigación en curso sobre la explosión del puerto de Beirut, o intimidando a los propios jueces amenazándolos con imponerles sanciones si violan las directrices occidentales.
Se ha tentando a algunos jueces tratando de convencerlos de que sus posibilidades para jugar un papel político destacado en el futuro depende de su conducta actual, y en particular esto fue dirigido al presidente del Consejo Supremo Judicial, Suhail Abboud.
Pero, lo ocurrido, cuando se suspendieron las investigaciones sobre el expediente de Salameh y el resto de los bancos del Líbano, se sumó a la obstrucción ejercida por parte de la autoridad gobernante, la cual impidió que el poder judicial continuara las investigaciones penales por un lado, así como impidió el normal funcionamiento de la judicatura en cuanto a los expedientes importantes…
Como el expediente Solidere, a manera de ejemplo, en el que la magnitud del crimen y el escándalo no son menores a aquellos que se refieren hoy al expediente del gobernador del Banco Central del Líbano; al fin y al cabo el resultado ha sido la paralización del poder judicial.
Quinto: Los estadounidenses, junto con los países occidentales, insistieron en tratar con el Líbano sobre la base de que es un “estado fallido”, y declararon que no tratarían con el estado a través de ningún proyecto de apoyo o desarrollo...y le impusieron al Líbano a aceptar de antemano todas las condiciones del Fondo Monetario Internacional, así como le impusieron un control casi diario sobre varias instituciones y departamentos oficiales.
En un momento en el que desataron su propia maquinaria que depende de las Organizaciones no Gubernamentales, e impidieron cuestionar a estos grupos o pedirles rendir cuentas sobre lo que hacían; ¿Acaso, saben los libaneses, por ejemplo, la cantidad real de ayuda que llegó después de la explosión del puerto, qué pasó con esa ayuda, donde está y cómo se gastó?
Sexto: El grupo estadounidense - saudí en el Líbano lanzó una batalla contra la corrupción de manera invertida, aprovechando el colapso por un lado, y la necesidad del público de actos heroicos por otro lado... y desataron operaciones de seguridad dirigidas hacia instituciones que conciernen directamente los asuntos del público, hasta que, a los pocos meses, llegamos a una conclusión y es:
Esperar impacientes para poder obtener un pasaporte, el Centro de Registro Vehicular ha dejado de funcionar, se cierran las oficinas de registros de bienes raíces y hasta dejan de funcionar las oficinas de recaudación tributaria en el Ministerio de Hacienda; esto se acompaña con la suspensión de la educación en las escuelas públicas, dificultándose el funcionamiento de la Universidad Libanesa, mientras que el Banco Central del Líbano y la banca chantajean mensualmente a los empleados del sector público.
Séptimo: Considerar exitosa la operación de presión, y comenzar a prepararse ante la posibilidad de que se produzca un gran estallido social, y el aumento de tensiones en el ámbito de seguridad en distintas regiones del país.
Estando Estados Unidos consciente de que la realidad del Líbano no permite el surgimiento de una fuerza capaz de enfrentar a la resistencia o arrastrarla a una guerra civil, y ante lo remoto que puede ser la opción de una guerra israelí o estadounidense contra la resistencia en el Líbano, era necesaria una nueva estrategia basada en alejar a las fuerzas militares y de seguridad del proceso de la destrucción sistemática del resto de las instituciones del Estado.
En este contexto, se pidió a los qataríes, por ejemplo, que dejen de lado el expediente de apoyo a la universidad libanesa y la educación escolar pública, y que asignen millones para apoyar al ejército libanés; los propios estadounidenses abrieron cuentas especiales para el ejército libanés que fueron alimentadas con dólares sin el conocimiento del gobierno o del ministerio de Defensa, dejando al comandante del ejército en exclusiva libertad para disponer de estos fondos...
Posteriormente quedó claro que el apoyo financiero y militar al ejército y a las fuerzas de seguridad tienen como objetivo mantener en funcionamiento estas instituciones solas, luego de someter a su comandancia a un nuevo mando.
En ese contexto, el oficial de inteligencia militar estadounidense en Líbano abrió la caja fuerte en la embajada de Awkar, y gastó millones de dólares alimentando a todos los cuerpos de seguridad, como parte de un programa de ayuda para permitir que estas instituciones puedan resistir.
Con el tiempo, los estadounidenses, junto con otros países, lograron hacerse con la data del personal de la institución militar y de seguridad, para poder respaldarlos con el apoyo financiero a cuentagotas y de manera directa, ¡convirtiéndolos en rehenes de esta “generosa dadiva mensual” que no supera los cien dólares!
Octavo: De nuevo se libra la batalla de mantener y asentar a los sirios desplazados en territorio libanés; los estadounidenses, junto con la ONU, los países europeos e incluso países árabes, ejercieron una presión directa sobre el gobierno para evitar cualquier coordinación operativa con el gobierno sirio.
Luego exigieron formalmente al Líbano (el embajador alemán lo hizo con descaro) que concediera a estas personas derechos de residencia permanente en Líbano, similar a lo que hizo su país con casi un millón de sirios que emigraron a Alemania durante la última década.
Al mismo tiempo, organizaciones no gubernamentales y asociaciones que se han entregado a la tarea de saquear los derechos del Líbano y de los desplazados por igual, han asumido la tarea de intimidar a estos desplazados, convenciéndolos de que su regreso a Siria no es seguro, y que además sufrirán hambre y opresión si regresan a un estado colapsado.
Luego, presentaron historias producto de su imaginación sobre repatriados que fueron encarcelados o perseguidos por el estado sirio después de su retorno voluntario a sus aldeas.
Además de todo lo anterior, los estadounidenses continúan amenazando a los libaneses con que si no aceptan sus exigencias de levantarse en contra de Hizbullah, las oleadas de presión aumentarán día tras día.
Todos los indicadores económicos y financieros así lo indican, y las deliberaciones en París previas o posteriores a la reunión oficial demuestran que Francia intenta nuevamente sacar a flote su primera iniciativa, la del trueque entre la presidencia de la república con la jefatura de gobierno.
Sin embargo, la idea no fue aceptada por Arabia Saudita o por Qatar, ni fue bendecida por Estados Unidos, que parece continuar trabajando en otros aspectos para aplicar un nuevo tipo de presión que fuerce a Hizbullah a retroceder, esto quedó demostrado en muchos acontecimientos políticos, económicos y en el ámbito de la seguridad, que buscan conducir a una ola extrema de presión sobre el Líbano.
Quizás esto explique la ira que cubrió el rostro de al Sayyed Hassan Nasrallah cuando advirtió a los estadounidenses (y a sus seguidores en el Líbano) que no apostaran por el caos con la intención de imponer al comandante del ejército como presidente, o arrastrar a Hizbullah a una guerra civil, sin mencionar los horrores que les esperan a los estadounidenses y sus agentes en el Líbano, y un fuego que puede hasta quemar a “Israel”... esta ha sido una advertencia que comenzó a tener consecuencias.