El poder de los símbolos
Hizbullah es una fuerza antiimperialista y anticolonial, que ha cohesionado la voluntad de lucha del pueblo libanés, que ha desarrollado sus tácticas sobre el estudio de su enemigo y que, por encima de cualquier cariz religioso, representa a todo un pueblo.
En preparación de una cada vez más probable invasión, “Israel” no ha dudado en desplegar contra Líbano toda su brutalidad genocida. El saldo de esta semana solamente asciende a casi 700 víctimas mortales y unos 95 mil desplazados en el país. Mientras el cínico Netanyahu usaba la tribuna de la ONU para declarar que su régimen quiere la paz, los F-35 sionistas sembraban la muerte en el país.
Este 28 de septiembre el mundo se conmocionaba, además, con la noticia del martirio de Hassan Nasrallah, el líder que durante más de tres décadas supo conducir al movimiento Hizbullah y garantizar la seguridad y la victoria a su país. Evidentemente, en las cábalas del sionismo, el asesinato del líder, sumado al horror desplegado en estos días, les permitirá quebrar la resistencia del pueblo libanés y facilitar la marcha por el país de sus batallones acorazados.
“Israel” se comporta con una brutalidad que recuerda la de los últimos años del apartheid en Sudáfrica, cuando el régimen, acosado por la resistencia interna y externa, a pesar del silencio cómplice y el apoyo occidental, era incapaz de otra cosa que mostrar su esencia más descarnada, racista y genocida. Las élites en crisis del sionismo, con el asesino Netanyahu a su cabeza, buscan una huida hacia adelante, que les permita evadir la compleja situación interna. Parecen decididos a escalar el conflicto en Medio Oriente hasta el punto de que Estados Unidos y sus aliados no tengan otra opción que intervenir.
Adicionalmente, Gaza se ha convertido en un pantano para su ejército. A pesar de desplegar una brutalidad sin precedentes, de decenas de miles de niños, mujeres y hombres asesinados, no logran extirpar a Hamas, como habían prometido poco después del 7 de octubre. Al contrario, la organización parece ser una hidra con millones de cabezas, que resurge constantemente para atacar un convoy o hacer pagar en sangre el costo al invasor.
El consenso edificado sobre la victimización forzada del sionismo por parte de los medios occidentales se rompe a ojos vistas y cada vez más voces, provenientes de diversos sectores, se suman a la denuncia y al boicot. Un reciente estudio de la Universidad del Bio-Bio, en Chile, arrojó que el 77 por ciento de los chilenos “considera que "Israel" comete un genocidio contra el pueblo palestino”.
En esa situación, los sionistas parecen decididos a agredir Líbano, esta vez en persecución de Hizbullah. Al parecer no han aprendido nada de la historia reciente. Olvidan la derrota de 2006, o la subestiman. No entienden que Hizbullah no es una organización terrorista como constantemente repiten ellos y sus voceros en Occidente, sino que es una organización política revolucionaria. Es una fuerza antiimperialista y anticolonial, que ha cohesionado la voluntad de lucha del pueblo libanés, que ha desarrollado sus tácticas sobre el estudio de su enemigo y que, por encima de cualquier cariz religioso, representa a todo un pueblo. Hizbullah no es todo Líbano, pero Líbano, sus anhelos, temores y fuerza están representados en Hizbullah.
Al matar a Nasrallah, los sionistas comprenderán lo mismo que comprendieron eventualmente los agentes de la CIA y los generales bolivianos que mataron al Che: no es tan fácil matar las ideas. La muerte física de un revolucionario nunca es el fin. Su vida y sus ideas continúan alimentando la lucha, con una fuerza mayor, si es posible. El dolor de las y los libaneses se convertirá en un puño firme, contra el cual se estrellará, una vez más, el invasor.
Porque Nasrallah no solo era un líder político y militar, sino que era un educador. Sus intervenciones regulares dejan un conjunto de claves políticas fundamentales para orientar el movimiento. Y Hizbullah cuenta con cuadros suficientemente preparados para continuar la obra. Cuadros que se han formado en la dura lucha contra el sionismo, pero también contra el fundamentalismo del Estado Islámico, que tienen experiencia en combate, educación política y voluntad de lucha, lo cual los convierte en enemigos formidables.
Creer que lo que ocurre hoy en Medio Oriente es solo política regional, evidencia una grave miopía estratégica. El Eje de la Resistencia del mundo islámico es un formidable bloque antiimperialista. Sus formas políticas no son, necesariamente, las de la tradición revolucionaria de Occidente, pero eso no quiere decir que sean menos revolucionarias. La derrota de "Israel" implicaría un duro revés para Estados Unidos y los viejos imperios coloniales europeos, así como la emergencia y el fortalecimiento de una nueva geopolítica global, dictada sobre nuevas bases.
A pesar de estas duras jornadas, Hizbullah tiene la fuerza y la experiencia para dar esta batalla. Y será una batalla que dará no solo por la libertad de Líbano, sino por toda la humanidad y en contra de uno de los regímenes más salvajes y brutales de los cuales la historia tenga registro.