Elogio de la locura
La decisión de Biden de autorizar para Ucrania a utilizar misiles de largo alcance para atacar a Rusia responde a una voluntad de agudización del conflicto interno en Estados Unidos para entregarle a su sucesor un escenario de guerra mucho más difícil de resolver y donde el costo político de abandonar a Ucrania sea prohibitivo.
En 1511 el sabio humanista Erasmo de Rotterdam imprime por primera vez su Elogio de la locura, obra escrita en parte en la villa de Thomas More en Inglaterra. Este ensayo filosófico es una reacción contra el sinsentido predominante en la Europa y el mundo de su época. Es, en cierta forma, la expresión de la crisis de la conciencia humanística frente a las guerras religiosas de la Reforma y la Contrarreforma, que asolaban el mundo que le tocó vivir a Erasmo.
La guerra, con su inmensurable cuota de sinsentido y absurdo sigue atormentando aún hoy a la especie humana. El mismo Occidente, acosado quizás por los mismos demonios, aunque con ropajes más modernos, sigue empujando la maquinaria de la destrucción en nombre de la defensa de valores abstractos que hoy, como en la época de Erasmo, esconden intereses mucho más terrenales y concretos.
Esta danza de la locura y el absurdo que resulta ser la historia humana, acentuada en la fase imperialista en que estamos, da nuevos pasos cada día hacia el abismo, posiblemente nuclear, en el que existe real peligro de que se hunda la especie.
El más reciente de estos pasos, ha sido la posible decisión tomada por el saliente gobierno de Joe Biden este domingo 17 de noviembre de autorizar el uso por parte de Ucrania de misiles de largo alcance para atacar objetivos militares dentro del territorio ruso. Aunque Washington aún no se ha pronunciado al respecto, numerosos medios occidentales se han hecho eco de la noticia.
Actualmente Kiev posee un arsenal del sistema de misiles tácticos del Ejército de Tierra (ATACMS, por sus siglas en inglés) producidos por la empresa norteamericana Lockheed Martin y con un alcance máximo de hasta 300 kilómetros. Estos misiles tienen unos cuatro metros de longitud, pesan entre 1,6-2,3 toneladas y portan una ojiva cargada con 226 kilogramos de explosivo fragmentado. Además viajan a una velocidad de Match 3, que hace muy difícil su intercepción.
Aunque estos misiles se han usado ya contra objetivos rusos dentro de Ucrania, hasta ahora, a pesar de las reiteradas peticiones de Kiev, Estados Unidos se había negado a autorizar su uso dentro del territorio ruso. Cabe entonces preguntarse: ¿por qué el gobierno de Biden habría dado este paso ahora y qué implicaciones tiene para el futuro del conflicto entre Rusia y Ucrania y a escala global?
La razón “oficial” para esta medida es la supuesta presencia de tropas norcoreanas combatiendo en la región rusa de Kursk. Sin embargo las razones reales pueden y deben buscarse, considero, más en la política interna norteamericana que en la evolución de la zona de conflicto. La presencia de tropas norcoreanas es solo un añadido a las decenas de miles de mercenarios de diversos países con los cuales la OTAN ha engrosado las filas del ejército ucraniano. Forman parte de la naturaleza de este tipo de conflicto entre bloques geopolíticos y demuestran la capacidad de mundialización de cualquier escenario bélico en el mundo contemporáneo.
El cambio significativo ha ocurrido dentro de los Estados Unidos. Los demócratas han sufrido un descalabro político de grandes proporciones, perdiendo la presidencia, el senado y el congreso. El victorioso candidato republicano ha prometido resolver la guerra de Ucrania en 24 horas y ha amenazado a la OTAN con cambios significativos en el futuro cercano.
La decisión de Biden responde entonces a una voluntad de agudización del conflicto para entregarle a su sucesor un escenario de guerra mucho más difícil de resolver y donde el costo político de abandonar a Ucrania, por demás un altamente lucrativo negocio para la industria militar norteamericana, resulte prohibitivo.
Con la nueva autorización, es previsible que Ucrania comience en lo inmediato a atacar objetivos e infraestructuras claves dentro de Rusia, empezando por el emblemático puente de Kerch, que conecta a Crimea con el continente y que Moscú considera estratégico. También podrían atacar refinerías o centrales nucleares, algo que ya han hecho en el pasado.
Además, tal y como advirtió Putin en su momento, una autorización de esta naturaleza implicaría la entrada de lleno de la OTAN en el conflicto. Para usar con efectividad estos misiles, Ucrania precisa inteligencia satelital, que no posee y capacidades de operación que tampoco posee. Esto debe suplirlo la OTAN. O sea, serían los atlantistas quienes le dirían a Ucrania dónde atacar y quienes operarían los misiles. No hay manera de que Rusia acepte esto pasivamente. De hecho, en declaraciones el lunes 18, Moscú anunció que responsabilizará directamente a Washington y sus aliados por cualquier ataque que se derive de estas medidas.
Un Estados Unidos y una OTAN enfrascados en un conflicto cada vez más directo con Rusia implica un problema de alta complejidad para la administración republicana, donde puede quedarse empantanada y con ella su popularidad.
Quizás también influyan en la decisión del anciano presidente norteamericano saliente factores de vanidad histórica o de autoimagen, que tantas veces han impulsado el absurdo y la locura en el pasado. Sin embargo, para calibrar las posibles dimensiones de esta decisión en el futuro inmediato, baste recordar que Rusia revisó su doctrina nuclear recientemente, haciéndola mucho más flexible. Reduciendo el conflicto a su expresión más elemental, vemos que una potencia nuclear fuertemente armada autorizó a la nación donde está librando una guerra proxy a atacar objetivos militares dentro del territorio de otra potencia nuclear fuertemente armada.
Ante esto, los voceros mediáticos de la “libertad”, la “democracia” y otros “valores” del “mundo libre”, como epígonos menores de Erasmo, elogian la locura del imperio norteamericano, presentándola como una decisión casi inevitable, en la noble tarea de apoyar a Ucrania y garantizar su seguridad. Aunque aún la decisión no ha sido oficialmente anunciada por la Casa Blanca, ya las cábalas mediáticas comienzan a hacer su trabajo, creando un estado de opinión positivo hacia el tema y, al mismo tiempo, especulando con la noticia.
Sin embargo, la gran diferencia entre estos escribidores asalariados y el humanista del Renacimiento radica en que estos no saben hacer otra cosa que pontificar en defensa del orden establecido, mientras que el Elogio de Erasmo es, realmente, una ironía y un profundo grito de insatisfacción contra un orden absurdo y sus disfraces ideológicos que, para la riqueza y el poder de una pocos, sacrificaba y sacrifica la vida y tranquilidad de muchos.