China sigue siendo un actor confiable en el comercio mundial
Es probable que la agitación se convierta en un tema dominante para la economía mundial en 2025, a medida que presenciamos cómo el país más poderoso del mundo se mueve para perturbar el comercio global mediante aranceles radicales.
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China sigue siendo un actor confiable en el comercio mundial
Es probable que la inestabilidad se convierta en un tema dominante para la economía mundial en 2025. Desafortunadamente, estamos presenciando cómo el país más poderoso del mundo intenta perturbar el comercio global mediante aranceles radicales. Sin embargo, tal escenario solo reforzará la determinación de China de ser una fuerza confiable y estabilizadora.
Cuando la mayor economía del mundo actúa de forma irresponsable, la segunda economía más grande no tiene más remedio que asumir una mayor responsabilidad en la protección del espíritu del libre comercio y la globalización.
No hay indicios de que Beijing, en sus respuestas a los aranceles del presidente estadounidense Donald Trump, esté siguiendo el ejemplo y violando las normas comerciales internacionales. Todas las contramedidas de China se han implementado de forma específica. No se está haciendo nada más allá de salvaguardar los intereses legítimos de de la nación asiática y rechazar rotundamente las prácticas intimidatorias unilaterales. En particular, el Ministerio de Comercio celebró recientemente una mesa redonda con representantes empresariales estadounidenses, con el mensaje clave de que China sigue dando la bienvenida y apoyando a los inversores extranjeros, incluidos los estadounidenses.
En un sentido más amplio, China mantiene una política consistente a largo plazo para consolidarse como una economía abierta. Es improbable que esto cambie simplemente por los aranceles de Trump. Cuando China se unió a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, se comprometió a reducir su arancel promedio del 15,3 por ceinto al 9,8 por ciento en diez años. Para 2010, esa promesa se había cumplido. Según el propio estándar de la OMC, el arancel promedio actual de China del 7,3 por ciento se encuentra en un nivel bajo en el mundo. Kearney, una firma estadounidense de consultoría de gestión global, realiza una encuesta anual que rastrea la confianza en la inversión extranjera directa de los altos ejecutivos de las empresas Global 1000. En su índice 2025, China ocupa el sexto lugar a nivel mundial. En una subclasificación de mercados emergentes, China ocupa el número uno.
Una vez implementados, los llamados aranceles recíprocos de Trump sin duda causarán daños significativos a las cadenas de suministro globales. A juzgar por los aranceles que Washington ha impuesto a países como Vietnam y Camboya, la administración Trump parece estar intentando dejar a las corporaciones globales sin ningún tipo de protección en cuanto a sus envíos a Estados Unidos. Sin embargo, desde otra perspectiva, el resto del mundo probablemente debería sentirse aliviado al saber que China, y no Estados Unidos, es actualmente el principal socio comercial de más de 120 economías a nivel mundial.
Tras décadas de reforma y apertura, China está profundamente integrada en las cadenas de suministro globales. Los flujos comerciales de bienes intermedios, como piezas y productos semiacabados, suelen servir como indicador del nivel de participación de una economía en las cadenas de suministro globales. En el caso de China, las importaciones y exportaciones de bienes intermedios representan actualmente más del 60 por ciento del comercio exterior del país. En 1992, China representaba el 3,3 por ciento del comercio mundial de bienes intermedios. Para 2022, esa proporción había ascendido a más del 15 por ciento. En un momento en que China cuenta con una política comercial predecible, aún cabe esperar una gran estabilidad en las cadenas de suministro globales. Por supuesto, mantener la estabilidad en este sentido también requiere esfuerzos concertados de todas las economías con ideas afines que defienden el libre comercio.
Estados Unidos es un actor importante en el comercio global, pero la búsqueda del libre comercio puede prescindir de él. Esto queda bastante claro si consideramos cómo se ha desarrollado la situación en la región Asia-Pacífico tras la retirada de Washington del Acuerdo Transpacífico (TPP) en 2017. El TPP se transformó en el CPTPP y entró en vigor a finales de 2018. Unos años más tarde, también entró en vigor la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), un acuerdo comercial paralelo que incluye a China. En el caso de la RCEP, el Banco Asiático de Desarrollo (BAsD) prevé que el acuerdo comercial añada 245 mil millones de dólares anuales a los ingresos regionales y 2,8 millones de empleos a la región para 2030. Para poner en perspectiva el análisis del BAsD, 245 000 millones de dólares se acerca bastante al PIB de Nueva Zelanda en 2023.
China desempeña un papel fundamental en el impulso del comercio y la cooperación en el marco de la RCEP. Por ejemplo, existen normas de origen que establecen estándares comunes sobre la cantidad de un producto que debe fabricarse dentro de los países miembros de la RCEP para que el producto final pueda beneficiarse de la exención de aranceles. En 2024, China otorgó certificados a productos por valor de más de siete mill 900 millones de dólares que cumplían los requisitos de las normas de origen, lo que representa un aumento de más del 10 por ciento con respecto al año anterior. Mientras tanto, China participa en negociaciones para unirse al CPTPP, ya que los responsables políticos chinos son conscientes de que su adhesión generaría un impulso adicional para la reforma económica del país.
Irónicamente, cuando Washington participó en las negociaciones del TPP durante la era Obama, su objetivo era, al menos en parte, intentar aislar a China en el establecimiento de estándares comerciales para la región Asia-Pacífico. Hoy en día, EE. UU. aún no lo ha logrado. En cambio, el giro radical de la política stadounidense está aislando cada vez más aal mpaís norteño en el comercio.
El mundo quizás esté experimentando una transición hacia una era de globalización sin Estados Unidos. La desastrosa política comercial de Trump no se limita a sus preferencias personales. Más bien, refleja un problema socioeconómico interno mayor en EE. UU., derivado de la creciente desigualdad, el declive del sector manufacturero, la insuficiencia de las redes de seguridad social, etc.
Con o sin Trump, China seguirá siendo un firme defensor de la idea de que la economía mundial funcionará mejor si existen menos restricciones al flujo internacional de bienes, servicios e inversiones. En definitiva, el propio desarrollo de China se ha beneficiado enormemente de la globalización, por lo que ahora le toca impulsarla para que beneficie a más economías, especialmente a las del Sur Global. Esta es la lógica simple en la que cree China.