De los defensores del Estado a las herramientas del líder: el Shin Bet y el Estado profundo en "Israel"
El término “Estado profundo” es cada vez más frecuente en el discurso político y mediático israelí. El propio Netanyahu adoptó este punto de vista y acusó a sus oponentes en los ámbitos de seguridad y justicia de intentar derribarlo al explotar sus poderes bajo la cobertura del "estado profundo".
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¿Cuál es el futuro de la seguridad israelí?
Las agencias de seguridad en "Israel" – encabezadas por el ejército, el Shin Bet y el Mossad– son pilares fundamentales de un ente nacido en el contexto de un conflicto y alimentado de la narrativa de "la amenaza existencial".
Esas instituciones, establecidas antes de la creación oficial del Estado, nunca estuvieron separadas del proyecto político sionista, sino surgieron en el seno de la Agencia Judía, conocida como "la oficina árabe", una división de inteligencia vinculada a la esfera política fundada en la década de 1930 y encargada de recopilar información sobre la sociedad palestina y árabe, analizar sus tendencias y prever sus reacciones ante el proyecto sionista.
La oficina constituyó la primera semilla del pensamiento de seguridad israelí, ya que su papel no fue limitado a la vigilancia, era un centro de producción de las concepciones estratégicas basadas en la "Haganá" (organización paramilitar de autodefensa judía creada en 1920, durante la época del mandato británico de Palestina) y luego en las agencias de inteligencia tras la declaración del Estado.
A su vez, la estructura de seguridad israelí tuvo como fundamento una concepción central: permanecer por encima de las divisiones políticas y no convertirse en un instrumento al servicio de un grupo en particular, lo cual le otorgó una amplia legitimidad dentro de la sociedad israelí y un estatus casi sagrado.
Sin embargo, ese equilibrio comenzó a desmoronarse en los últimos años. El incidente de un oficial del Shin Bet al filtrar documentos secretos a periodistas y a un ministro con fines políticos no fue una excepción, sino un indicador de la politización permeada en lo más profundo de la agencia, y ello plantea una nueva pregunta existencial: ¿siguen las agencias de seguridad representando el consenso nacional o la profunda división política amenaza su "santidad" desde adentro?
En los últimos meses, aumentó la presencia del término "Estado profundo" en el discurso político y mediático israelí.
Asimismo, el concepto fue adoptado por el primer ministro Benjamín Netanyahu, quien acusó a sus oponentes en las instituciones de seguridad y judiciales de intentar derrocarlo y para ello utilizó sus poderes bajo el pretexto del "Estado profundo", al que imputa de conspirar contra la voluntad de los votantes.
Prácticamente no hay artículo o cobertura mediática que no haga referencia a este concepto, ya sea en apoyo o en condena.
Netanyahu, quien está siendo juzgado en tres casos de corrupción y cuyas investigaciones persiguen a sus asesores en lo que se conoce mediáticamente como el escándalo "Qatar Gate", busca dominar los resortes del Estado, como el sistema judicial a través de "las reformas judiciales" hasta llegar a la institución de seguridad.
También marginó el papel del ejército en la toma de decisiones, destituyó indirectamente al jefe de Estado Mayor, Herzi Halevi, y anunció su intención de destituir al jefe del Shin Bet, Ronen Bar, mientras prepara la despedida de la asesora legal del gobierno.
Todo esto ocurre en el contexto de lo que sus oponentes ven como un intento de convertir las instituciones del Estado en herramientas dóciles a su mando, con la utilización del fracaso de estas agencias en prevenir la catástrofe del 7 de octubre como excusa para reconfigurarlas a su medida.
La destitución del jefe del Shin Bet no fue una decisión profesional, sino un paso simbólico en la lucha de Netanyahu por transformar la agencia de un brazo de seguridad del Estado a un brazo de seguridad del líder.
Esta lucha refleja la creciente tensión entre el Shin Bet y las corrientes políticas, especialmente la derecha religiosa nacional.
La agencia cuenta con una división especial dedicada a la lucha contra el terrorismo judío, la cual monitorea organizaciones extremistas como "Los jóvenes de las colinas" y "El precio a pagar", y trata de prevenir la reconfiguración de organizaciones terroristas prohibidas como "Kach", fundada por el rabino Meir Kahane y clasificada como tal en 1994 tras la masacre de la Cueva de los Patriarcas.
Esas agrupaciones operan principalmente en Cisjordania y Jerusalén, y son parte del entorno político y social de algunos ministros en el actual gobierno.
Aquí, la misión del Shin Bet se transforma de una cuestión de seguridad nacional en un enfrentamiento político, ya que algunas figuras influyentes en el gobierno –encabezadas por Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir– tienen un historial de pertenencia a esas organizaciones y son objeto de investigaciones por parte del Shin Bet, lo cual profundiza la tensión personal e institucional con la agencia.
Además, acusa a la dirección política, encabezada por Netanyahu, de intentar utilizar las agencias de seguridad para eliminar a oponentes políticos, aspecto rechazado por los líderes de estas agencias y ello provoca una creciente desconfianza entre ellas y el gobierno.
Lo que ocurre hoy no es simplemente un choque pasajero entre el Shin Bet y el gobierno de Netanyahu, sino un reflejo de la transformación de “Israel” de un Estado de instituciones a un Estado de liderazgo individual.
Esa transformación amenaza con desmantelar el consenso de seguridad sobre el cual fue dudado ese Estado, y presagia una división de lealtades dentro de las propias agencias: entre quienes son sometidos al poder político y quienes están rebelados a través de filtraciones o resistencia silenciosa.
En este escenario, las agencias de seguridad –creadas para proteger a “Israel”– podrían convertirse en parte de su crisis estructural, y quizás en una causa directa de su desestabilización.
¿Qué futuro le espera a la seguridad israelí?
La continua fragmentación del consenso sobre el estatus de las agencias de seguridad en "Israel", en medio de la creciente politización y división social, impulsa hacia escenarios críticos.
Primero, el éxito de Netanyahu en someter a las instituciones de seguridad y judiciales, lo cual convierte a "Israel" en un "Estado del líder" –el rey Netanyahu –, administrado por herramientas de lealtad personal en lugar de institucional.
La circunstancia conlleva una amenaza existencial a largo plazo, especialmente con la erosión de la confianza interna y el aumento de los desafíos regionales.
Segundo, implica el surgimiento de una "rebelión suave" dentro de las agencias, manifiesta en filtraciones, informes dirigidos y quizás una desobediencia profesional silenciosa, y ello podría llevar a un estancamiento administrativo y de seguridad y multiplicar la inestabilidad política y militar.
Tercero, está relacionado con la aguda polarización dentro de la sociedad israelí, que ya no se limita a las élites o a los políticos, sino extendida hasta el mismo ejército.
Durante los últimos meses, surgió una ola de peticiones y protestas de soldados y oficiales en servicio de reserva, opuestos a la continuación de la guerra en Gaza, tras alegar la conversión de los objetivos de seguridad o militares en una guerra política al servicio de la agenda de Netanyahu para mantenerse en el poder y ganar tiempo legal y electoral.
Esta protesta, cruzada con la falta de confianza en el liderazgo del gobierno, podría llevar a un debate interno más amplio sobre el futuro del proyecto sionista y la identidad del Estado, y podría evolucionar hacia una guerra civil, tal y como advirtieron muchos pensadores sensatos dentro de "Israel".
Lo acontecido dentro de las agencias de seguridad y en las calles de “Israel” no es simplemente una crisis de confianza, sino un síntoma grave de transformaciones más profundas las cuales sacuden el núcleo del sistema político israelí y lo llevan a una encrucijada existencial: ¿Regresará "Israel" a ser un Estado de instituciones o deslizará definitivamente hacia el gobierno del individuo y la tribalidad política?