Trump redibuja Medio Oriente... e "Israel" ya no es lo primero
¿Estamos presenciando cambios radicales en la doctrina estratégica estadounidense? ¿Lo que está sucediendo no es nada más que una división de roles entre Washington y Tel Aviv dentro de un contexto más amplio?
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¿Estamos presenciando cambios radicales en la doctrina estratégica de Estados Unidos respecto a "Israel"?
La histórica visita del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, resultó en la firma de contratos de inversión y comercio estimados en casi cuatro billones de dólares, y no pasó inadvertida en "Tel Aviv".
Para el gobierno de Benjamin Netanyahu, esta gira no fue sólo un acontecimiento económico pasajero, sino más bien una señal de un reordenamiento del Medio Oriente, pero esta vez sin "Israel".
Las advertencias de este cambio no se limitaron a los observadores externos, sino que también vinieron de dentro del propio establishment de seguridad israelí, y más del exjefe de la Dirección de Inteligencia Militar, general Amos Yadlin, quien creía que la administración estadounidense había comenzado a tejer nuevas alianzas que eluden a "Israel", y a veces incluso lo excluyen.
Antes de esta ronda, Washington había tomado una serie de medidas que reforzaban esa impresión: iniciar negociaciones con Irán sin coordinación con "Tel Aviv", detener los ataques contra Ansar Allah en Yemen, apoyar el papel turco-qatarí en Siria, separar el proyecto nuclear civil saudita de la normalización con "Israel" como condición vinculante, negociar directamente con Hamas y liberar al prisionero israelí-estadounidense Edan Alexander sin ninguna intervención israelí significativa.
Estos indicadores plantean preguntas fundamentales: ¿Estamos presenciando cambios radicales en la doctrina estratégica estadounidense? ¿Lo que está sucediendo no es nada más que una división de roles entre Washington y Tel Aviv dentro de un contexto más amplio?
La respuesta comienza dentro de los propios Estados Unidos, específicamente dentro del Partido Republicano.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el Partido Republicanofue conocido por su sesgo hacia el intervencionismo militar y diplomático y su adopción de posiciones estrictas en apoyo de los aliados, especialmente "Israel".
Sin embargo, los últimos años, particularmente con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, hemos sido testigos de un cambio radical en este legado político.
Trump ha reordenado las prioridades nacionales basándose en la visión de que las guerras extranjeras, las alianzas asimétricas y los compromisos de seguridad distantes son una carga para la economía estadounidense y para los ciudadanos comunes.
Esta tendencia, conocida ahora dentro del Partido Republicano como "nuevo aislacionismo" (MAGA), no implica un retiro completo del mundo, pero sí coloca los intereses económicos estadounidenses directos en primer plano, a expensas de los compromisos históricos, incluido el compromiso de defensa incondicional de "Israel".
A esta tendencia está ipiesta el ala intervencionista tradicional dentro del partido, que aboga por el continuo papel activo de Estados Unidos en el mundo, particularmente en Medio Oriente, y enfatiza la necesidad de mantener la relación estratégica con "Israel".
Pero en el actual equilibrio político, quedó claro que la balanza se inclina a favor del movimiento aislacionista. Basta con mirar las recientes medidas prácticas de la administración Trump para darse cuenta de que este movimiento ya no es meramente una voz interna, sino más bien la que realmente tiene las claves para la toma de decisiones.
A la luz de esta realidad, "Israel" se encuentra ante un panorama desconocido. Por primera vez en décadas, "Tel Aviv" no tiene influencia directa sobre las prioridades de la administración estadounidense y no puede imponer sus líneas rojas como lo hacía en el pasado.
Las negociaciones con Irán se desarrollan fuera de los canales de coordinación, las relaciones con Arabia Saudita se construyen ahora sobre bases económicas que no pasan por la puerta de la "paz con Israel" y Hamas, que "Israel" clasifica como una organización terrorista, ahora mantiene un diálogo directo con Washington.
En este contexto, "Israel" parece preocupado de que su presencia en la ecuación regional pase a ser secundaria.
La nueva visión estadounidense considera la estabilidad en Medio Oriente como un fin en sí mismo, no sólo un medio para garantizar la seguridad de "Israel". Se trata de un cambio radical, el cual refleja la comprensión estadounidense de que la seguridad energética, el mantenimiento de los equilibrios regionales y la competencia con China y Rusia son prioridades que prevalecen sobre la relación histórica con "Tel Aviv".
Tal vez lo que está exacerbando la brecha entre Washington y "Tel Aviv" no son sólo los cambios dentro del Partido Republicano, sino también las profundas transformaciones que el propio "Israel" ha presenciado y sigue presenciando.
El actual gobierno, encabezado por Benjamin Netanyahu, ya no representa el consenso tradicional israelí. Más bien, está liderado por coaliciones de movimientos religiosos, nacionalistas, de derecha de colonos y mesiánicos que le dan al conflicto un carácter religioso absoluto, incompatible con cualquier solución política.
La coalición no sólo adopta un discurso extremista hacia los palestinos, sino empuja el conflicto hacia un período indefinido, como lo demuestra claramente la insistencia de Netanyahu en continuar la guerra en Gaza sin un horizonte político claro y sin un plan estratégico de salida.
Ese enfoque está ahora fundamentalmente en desacuerdo con el nuevo estado de ánimo estadounidense, donde la administración Trump –algo inusual en su primer mandato– prefiere poner fin a los conflictos abiertos y centrarse en lograr la estabilidad regional a través de medios diplomáticos y económicos.
Así, la tensión entre Washington y "Tel Aviv" ya no es simplemente un reflejo de los cambios en Estados Unidos, sino también el resultado de un impasse político interno en "Israel", llevado por Netanyahu y sus aliados hacia un rumbo de colisión con nuevos intereses estadounidenses.
De este modo, la relación especial entre ambas partes se convierte en el producto de dos transformaciones paralelas: el creciente aislacionismo estadounidense y el radicalismo israelí intransigente.
En este contexto, las consecuencias de la guerra israelí contra Gaza se vuelven más complejas. Aunque debilitó el papel del eje iraní y perturbó su influencia en la región, "Israel" no pudo sacar provecho de ese declive. ¿La razón? Falta de visión política y estratégica para la posguerra.
Esta realidad dejó un vacío en la región que "Tel Aviv" no llenó, pero otros se apresuraron a explotar. Arabia Saudita, surgida como la principal potencia regional después del declive de Teherán y las vacilaciones de "Israel", ha comenzado a llenar este vacío con confianza.
Paralelamente, Ankara y Doha han tomado medidas en la cuestión siria con un claro apoyo estadounidense, en lo que parece un nuevo reparto de roles en la región, sin necesidad estadounidense del tradicional papel israelí.
De este modo, "Israel", del que Netanyahu se jactaba de estar transformando el Medio Oriente a través de la guerra de Gaza, ha trazado efectivamente los límites de su retirada estratégica en la región.
Todo lo anterior no significa que la alianza entre Estados Unidos e "Israel" esté al borde del colapso, pero ciertamente enfrenta una redefinición. "Israel" ya no es la única piedra angular de la política de Washington en la región, y la administración estadounidense ya no ve el acuerdo absoluto con "Tel Aviv" como una condición para lograr sus intereses.
Lo que estamos presenciando hoy es el final de una fase y el comienzo de otra, basada no en relaciones históricas sino en cálculos pragmáticos cambiantes.
En este Medio Oriente remodelado, "Israel" no parece tener una posición segura a menos que también relea el panorama y ajuste sus herramientas.
Pero la pregunta sigue abierta: ¿puede esta modificación tener lugar mediante una decisión política controlada por fuerzas mesiánicas en ascenso como Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich?