Tensión en la frontera oriental de Líbano
A lo largo de la frontera oriental de Líbano, crece una amenaza a la seguridad que aún no ha recibido suficiente atención política y mediática.
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Tensión en la frontera oriental de Líbano.
Informes de seguridad transversales y observaciones sobre el terreno indican una creciente presencia de grupos armados no sirios en las zonas adyacentes a la frontera libanesa, concretamente en las afueras de Qalamoun y Qusayr, donde se encuentran estacionados combatientes chechenos y uigures, vinculados con organizaciones takfiríes transfronterizas.
Estos no son meros remanentes que huyen de los combates en el norte de Siria. Su presencia forma parte de un plan estratégico para mantener una confrontación abierta en el Levante y trasladar las tensiones sectarias a zonas con seguridad debilitada, como el norte del Valle de la Bekaa.
Las autoridades libanesas son conscientes de esta expansión y, hasta el momento, la han abordado con una lógica de contención silenciosa, cautela y observación sobre el terreno. Temen caer en una confrontación abierta ante su incierta disposición para lidiar con grupos entrenados y financiados sobre el terreno.
El Ejército libanés sufre presiones financieras y armamentísticas, y las fuerzas de seguridad están dispersando las tareas internas en medio de divisiones políticas. Quizás la pregunta más urgente sea: ¿Tiene Líbano un plan claro para afrontar una posible incursión de estos grupos desde la frontera oriental? ¿O se avecina una repetición de la situación de 2014, cuando efectivos del Frente al-Nusra y Daesh entraron en la ciudad de Arsal y estuvieron a punto de controlar todo el Valle de la Bekaa?
Esta amenaza existencial para la entidad libanesa está reordenando las prioridades nacionales y situando el tema de la "resistencia" en un nuevo contexto. Si bien, parte del discurso público se centra en el desarme de Hizbullah, la realidad plantea una pregunta más realista: ¿Es ahora el momento adecuado para abrir este debate? No para justificar el mantenimiento de armas fuera del Estado, sino partiendo de la premisa de que cualquier intento de desarmar a la resistencia sin un plan de defensa alternativo e integral equivaldría a despojar a Líbano de su último factor disuasorio ante amenazas reales en sus fronteras.
La experiencia ha demostrado que cualquier vacío de seguridad en Líbano, ya sea en los campamentos palestinos o en las zonas fronterizas, se ve cubierto por el extremismo, el enemigo israelí o agendas regionales que trascienden la soberanía.
En este contexto, las posturas del líder Walid Jumblatt, que recientemente generaron una amplia controversia, destacan al declarar que las Granjas de Shebaa no son libanesas, sino sirias. Esta declaración, que a primera vista parece una interpretación legal de las fronteras, conlleva profundos indicios de un cambio en la perspectiva geopolítica de algunas élites libanesas respecto al conflicto con "Israel" y las fronteras en disputa.
Negar el estatus libanés de las Granjas de Shebaa en este momento equivale, en efecto, a aceptar implícitamente la posibilidad de excluir esta zona del conflicto libanés-israelí y, quizás, incluirla en cualquier futuro acuerdo regional impuesto por "Tel Aviv" a Damasco.
El mayor temor es que esta propuesta sea el preludio de una posible concesión siria de las Granjas de Shebaa como parte de un acuerdo de normalización regional más amplio, en el que las granjas serían retiradas de la categoría de territorio ocupado y entregadas a "Israel" bajo una cobertura "siria".
La historia reciente nos advierte del peligro de la complacencia en este asunto. En el año 2000, con la retirada parcial de la ocupación israelí del sur de Líbano, las Granjas de Shebaa permanecieron bajo ocupación con el pretexto de la ausencia de una demarcación sirio-libanesa. Desde entonces, se han convertido en una razón legítima para la continuación de las armas de la resistencia y en una espina permanente en el discurso de legitimidad internacional.
Si la élite política renuncia a esta carta hoy, Líbano perderá una de los pocos puntos de fuerza que le quedan, en un momento en que se tambalea económicamente y en materia de seguridad.
La situación es, por lo tanto, extremadamente compleja. Líbano está expuesto a amenazas de seguridad en su frontera oriental, amenazado internamente por divisiones verticales y marginado externamente, a la vez que está impregnado de declaraciones y posiciones contradictorias de todas las partes.
La etapa actual requiere más que meras declaraciones mediáticas o disputas políticas. Precisa una posición nacional clara que anteponga la seguridad nacional a cualquier otra consideración, defina con firmeza la naturaleza de la amenaza y prohíba cualquier negociación sobre territorio y soberanía, ni en Shebaa ni en la Bekaa.