¿Latinoamericanos en el Titanic?
Ya hace más de 100 años diferentes personas provenientes de Argentina, México, Cuba y Uruguay zarparon en el buque británico sin imaginar su fatal destino.
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¿Latinoamericanos en el Titanic?
Tras leer la enciclopedia del trasatlántico Titanic, se puede confirmar un hecho desconocido para muchos: una decena de latinoamericanos pasaron su última noche, la del 14 al 15 de abril de 1912, en aquel navío, frente a las costas de Terranova.
El mexicano Manuel R. Uruchurtu, el argentino Edgardo Andrew, el cubano Julián Padró, y los uruguayos Ramón Artagaveytia y José Pedro Carrau integran la lista de pasajeros.
Aquella tragedia mostró todos los aspectos de la condición humana (los mejores y los peores). Entre los comportamientos ejemplares destaca el del único mexicano que viajaba: Uruchurtu, de origen vasco, político nacido en Hermosillo.
Si bien él subió al bote salvavidas número 11 gracias a su estatus de diputado, la inglesa Elizabeth Ramell Nye, le imploró ser incluida, pues su esposo e hijo la esperaban en Nueva York.
Uruchurtu le cedió el puesto y, a cambio, pidió que visitara a su familia en México. En 1924, Elizabeth cumplió la promesa. No obstante, tiempo después, se descubrió que ella ni estaba casada ni tenía hijos.
También tuvo una actitud generosa el argentino Edgardo Andrew, quien a los 17 años fue a estudiar a Inglaterra. Un año después, le escribió a su enamorada Josey que viajaría a Estados Unidos en el Titanic.
La carta de Edgardo menciona en su tercer párrafo: “Figúrese Josey que me embarco en el vapor más grande del mundo, pero no me encuentro nada orgulloso, pues en estos momentos desearía que el Titanic estuviera sumergido en el fondo del océano”.
Otra historia sorprendente es la del barcelonés, posteriormente nacionalizado cubano Julián Padró, quien actualmente yace enterrado en el habanero cementerio de Colón.
El periódico cubano La Discusión, en fecha 29 abril de 1912, reflejó la llegada a la Isla de cuatro españoles, solo 15 días después del hundimiento. En la actualidad se desconoce el paradero de los restantes sobrevivientes.
Al llegar, los alojaron en el hotel La Perla, cuando vivían aún toda la amargura de la terrible experiencia. Tiempo después, Julián Padró rehízo su vida y se casó con una joven habanera de clase media.
En 1941 obtuvo la ciudadanía expedida por el estado cubano. Murió en 1954, fue enterrado por su viuda y amigos en el cuartel S.O., cuadro 22, campo común de la Necrópolis Cristóbal Colón, en La Habana.