Naciones árabes-musulmanas celebran el Eid al-Fitr, fin del Ramadán
Lo primero que se puede oír son las oraciones matutinas. Después hay silencio, ruido de platos, sonrisas de muchos niños y, luego, más sonrisas. Estas son las estaciones sonoras por las que atraviesa el día de Eid al-Fitr, la celebración religiosa que significa el fin del Ramadán.
Lo primero que se puede oír son las oraciones matutinas. Después hay silencio, ruido de platos, sonrisas de muchos niños y, luego, más sonrisas. Estas son las estaciones sonoras por las que atraviesa el día de Eid al-Fitr, la celebración religiosa que significa el fin del Ramadán.
Al principio, cuando los seres humanos viajaban despacio, la Luna marcaba el comienzo del año. Ahora todo está mezclado: la Luna, la gente, los sonidos de los platos, las risas, la henna en las manos femeninas, las ropas blancas.
El comienzo de los meses islámicos puede variar de un país a otro en función de si la luna ha sido vista o no. La noche anterior al primer día de esta celebración, entrañable para los musulmanes, sean o no practicantes, es también festiva.
Así, por ejemplo, en Etiopía, el primer ministro, Abiy Ahmed, exhortó a promover actos de solidaridad por medio de un mensaje de felicitación a todos los musulmanes, con motivo del Eid al-Fitr. “La mejor manera de festejar ─comentó─ es apoyándose unos a otros, ayudando a los necesitados, compartiendo alimentos, facilitando donaciones para las personas de bajos ingresos”.
En Beirut, el Gran Muftí de Líbano, Sheikh Abdul Latif Derian, convocó a la unidad y a restaurar el país en medio del agravamiento de la crisis económica y financiera. La mayor autoridad religiosa islámica en el país alertó que el hambre y el sufrimiento no distinguen entre religión, sectas y regiones.
Mientras, en otra parte del globo, en Indonesia, el presidente Joko Widodo anunció la decisión del Gobierno de aliviar las medidas restrictivas contra la covid-19 para lograr una celebración satisfactoria. Durante el tradicional éxodo anual, llamado mudik, alrededor de 85 millones de personas se desplazaron por el archipiélago, desde las ciudades hasta las aldeas, para compartir con familiares y amigos.