The Guardian: las dictaduras árabes no son la opción menos mala
La idea contradictoria de una dictadura benévola no es una respuesta a los problemas del mundo árabe, asegura el diario británico.
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The Guardian: las dictaduras árabes no son la opción menos mala (Foto: The Guardian)
Durante esta semana se verificó la rudeza de los regímenes árabes con la disidencia, a los cuales no les interesan las causas de las protestas o quejas.
Esto creará problemas en los próximos años mientras luchan por recuperarse de la pandemia. La toma del poder presidencial de Túnez es una prueba para la agenda de la democracia y los derechos humanos en el mandato del presidente estadounidense, Joe Biden.
La guerra empobreció los antiguos centros de la civilización árabe, mientras la Comisión Económica y Social de la ONU para Asia Occidental señaló que la pobreza ahora afecta al 88 por ciento de los sirios y al 83 de los yemenitas.
Incluso las naciones que alguna vez se consideraron ricas se han hundido por una infeliz combinación de fallas de liderazgo y COVID-19.
Los líderes de Líbano comenzaron a pedir limosnas en busca de ayuda extranjera después de un desplome de más deL 100 por ciento del valor de la moneda local y la población se quedó sin alimentos, combustible y medicinas.
La encuesta más reciente de la ONU muestra las diferencias entre las ricas monarquías absolutas del Golfo, los países de ingresos medios con más gente de las que sus reservas de petróleo pueden permitirse cómodamente y zonas de guerra en algunas de las naciones más grandes como Iraq y estados muy pobres.
Los jeques ricos en petróleo están avanzando y utilizando su influencia financiera y militar para extender su hegemonía, a menudo con resultados desastrosos.
La región árabe, dice la ONU, alberga a más de seis millones de refugiados y más de 11 millones de desplazados internos. Hay poca acción coordinada para enfrentar a los numerosos desafíos sociales, incluida la creciente pobreza, el aumento del desempleo y las persistentes desigualdades de género.
La región árabe dispone de una mayor población urbana en barrios marginales que América Latina y el Caribe, pero menos camas de hospital y la mitad del número de médicos por cada diez mil habitantes.
Los regímenes dictatoriales respondieron a la crisis: en Egipto, los programas de transferencia de efectivo ayudaron a un millón de personas; Emiratos Árabes Unidos concediò a los empleados estatales con hijos pequeños una licencia con sueldo completo.
La ONU estimó que los estados árabes gastaron $ 95 mil millones para mitigar el impacto de la pandemia, pero esto fue una pequeña porción del gasto global de 19 billones en 2020. Queda intacto el modelo económico que depende de altos niveles de importaciones compensados por dólares del petróleo y el turismo.
Esto ha producido crisis de deuda externa y desigualdades contra las cuales las poblaciones se han rebelado. Los gobiernos siguen en manos de una élite a menudo hereditaria que cuestiona si la democracia es compatible con el islam.
Las poblaciones perderán la confianza en la preservación de las instituciones cuando no puedan efectuar cambios a la forma en que los gobiernan. Los manifestantes se enojaron tanto el año pasado con sus gobiernos que en Iraq, Líbano y Argelia pidieron un cambio de régimen.
En 2019, levantamientos en Argelia y Sudán terminaron con la destitución de sus líderes y se elevó a seis millones el número de desplazados por las protestas callejeras desde 2011. Los regímenes árabes piensan que pueden disipar tales amenazas endureciendo aún más su control.
Esto solo aplaza un ajuste de cuentas. La transición pacífica a una sociedad y una economía diferentes no es fácil. La democracia es necesaria en el mundo árabe para la buena gobernanza y para los controles y equilibrios que acarrea.
También proporciona el peor mecanismo para compartir el poder en sociedades plurales complejas. No hay alternativa, la idea contradictoria de una dictadura benévola no es una respuesta a los problemas del mundo árabe.