Estados Unidos, la desinformación
Según Jay Caspian Kang, un columnista de opinión del diario The New York Times, cada vez es más difícil distinguir un intento deliberado de engañar al público.
La rapidez con la que salieron de Ucrania noticias no verificadas, mal etiquetadas o directamente falsas fue un sombrío recordatorio de que los medios corporativos de Estados Unidos y sus aliados occidentales son herramientas usadas, mediante la desinformación, en busca de un hegemonismo mundial.
Según Jay Caspian Kang, un columnista de opinión del diario The New York Times, cada vez es más difícil distinguir un intento deliberado de engañar al público.
Después de las elecciones norteamericanas de 2016, los gigantes tecnológicos pretendieron solucionar el problema colocando etiquetas en las publicaciones potencialmente dañinas.
Un estudio realizado en 2020 halló que los filtros de ese tipo de proyectos no podían captar toda la desinformación, lo que planteaba un inconveniente.
“Si solo se puede identificar, digamos, el 20 por ciento de la información mala y etiquetarla como tal, ¿qué ocurre con el resto? Los investigadores descubrieron que era más probable que los lectores asumieran que la desinformación no etiquetada era fiable”,señaló Caspian.
Presuntamente, opinan observadores, Estados Unidos trata de construir un público educado y resistente capaz de detectar y luego ignorar las campañas orientadas en tal sentido.
Sin embargo, lo más destacado de esos esfuerzos es que la mayoría de la gente no sabe en realidad cómo comprobar las fuentes y la fiabilidad de los datos.
Al respecto, el escritor y periodista británico Jonathan Cook publicó que los medios occidentales de prensa actúan como animadores del conflicto en Ucrania.
Eso no es de extrañar, ya que el denominado “cuarto poder” en Estados Unidos, salvo escasas excepciones, se convirtió en elemento del engranaje de su política unipolar para controlar al mundo, estiman comentaristas internacionales.
Como parte de su aproximación al tema, Cook afirmó que en el presente conflicto los periodistas aplauden el armamento de las milicias y a los ciudadanos que fabrican improvisados explosivos, actos tratados casi siempre bajo la categoría de terrorismo.
Ahora no, agregó, pues esos grupos nacionalistas responden al plan diseñado.
De repente es sexy confeccionar esos artefactos, al menos si los medios de comunicación te consideran blanco, europeo y “civilizado”; pero, expuso, a otros movimientos de resistencia, especialmente en el Oriente Medio, se les califica de criminales por hacer lo mismo.
Lo que ocurre ahora en Ucrania resulta una muestra evidente de la manipulación en ese ámbito y como una bien engrasada maquinaria de desinformación consigue lo que Occidente es incapaz de lograr en el campo de batalla.