Impostergable para Latinoamérica cambiar sistemas alimentarios
Aumenta el hambre, la pobreza y la malnutrición en una zona que aporta de forma significativa al suministro de alimentos al resto del mundo.
América Latina, potencia agrícola con un fuerte aumento del hambre en los últimos años, debe transformar sus sistemas agroalimentarios para que sean eficientes, inclusivos, resilientes y sostenibles, aseguró el director general de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Qu Dongyu.
El incremento del hambre, la pobreza y la malnutrición es una paradoja para una región que contribuye de forma significativa al suministro de alimentos para el resto del mundo.
Latinoamérica produce suficiente comida para toda su población, dijo el titular de esa agencia en un evento organizado por el Banco de Desarrollo de América Latina al margen de la 77 sesión de la Asamblea General.
Datos sobre la región señalan que ninguna parte del mundo se vio más afectada por la pandemia de la Covid-19 que esta, donde las economías se redujeron dos veces más que el promedio mundial, la pobreza aumentó a su nivel más alto desde 2006 ya que el empleo fue arrasado.
Además, 65,6 millones de personas pasaron hambre y enfrentaron una inseguridad alimentaria moderada o severa, según recoge la propia FAO.
La guerra en Ucrania, junto con otros conflictos, exacerbaron el impacto de la pandemia y añadieron desafíos imprevisibles, especialmente para los países de la región que son importadores netos de trigo, maíz y aceites vegetales, todos sujetos a las crisis de precios del último año.
Mientras que la capacidad de la región como exportadora de alimentos está en peligro por el alza del costo de los fertilizantes que podría afectar la producción y el rendimiento de los alimentos básicos y desencadenar una crisis de disponibilidad y asequibilidad de los comestibles, significó el director general de la FAO.
Cuatro prioridades necesitan una acción acelerada: apoyo inmediato a las personas vulnerables a través de sistemas de protección social, especialmente en las zonas rurales y entre los grupos vulnerables.
Además, el impulso a la producción agrícola para que los trabajadores tengan un acceso asequible a semillas y fertilizantes, capital de trabajo y asistencia técnica, y vínculos con los mercados, y en tercer lugar facilitar el comercio de productos e insumos agrícolas para evitar más interrupciones en la elaboración de alimentos.
También se necesita invertir en una agricultura resistente al clima para afrontar y revertir los efectos de la crisis climática.