Nakba: Esperar con las llaves en la mano
Las llaves siguen siendo prueba de propiedad y testigos del despojo.
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Nakba: Esperar con las llaves en la mano
Las pertenencias de uno forman parte de uno. Las llaves, la ropa, las joyas.
Todas son extensiones pequeñas del cuerpo.
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Caminar por el Museo de Palestina en el Salvador es encontrar la historia de la Nakba, la catástrofe que en 1948 provocó el desplazamiento de más de 700 mil palestinos bajo el avance de las fuerzas israelíes.
Los guías hablan de dantescas matanzas, de la destrucción de aldeas, de un país repartido entre los campos de refugiados del Líbano, Siria, Jordania, así como en países de Europa, América y Asia.
Hay varias fotos. Una de ellas muestra a una familia caminando con sus objetos personales. Y la expresión de su rostro. La tristeza de su rostro.
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Nakba: Esperar con las llaves en la mano
Los miembros del Club Árabe de San Salvador protegen las imágenes. Para ellos son muy cercanas a su familia: pueden ser sus padres, sus abuelos, sus tíos.
Hay otra foto: una mujer está arrodillada, abrazando a un pequeño. La mujer está de espaldas y, a su lado, también otro hijo. Todos miran una casa de piedra alambrada, absolutamente clausurada.
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Nakba: Esperar con las llaves en la mano
Los guías aseguran que muchos tardaron años en reencontrarse con sus familiares.
También allí se conservan los mapas, los vestidos bordados, el oud, las teteras tradicionales.
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Las pertenencias de uno forman parte de uno: los zapatos, los cuadros, las joyas…
Pero son las llaves, tras el cristal, las que detienen el aliento. Porque quien lleva consigo las llaves de su casa, guarda la certeza de regresar a casa.